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El Caribe ante la perspectiva de una zafra amarga

FINANCIAL TIMES <BR>El Caribe ante la perspectiva de una zafra amarga

POR RICHARD LAPPER
Mientras hacen su recorrido de regreso de una mañana pasada limpiando canales de irrigación en las márgenes del río Demerara, los exhaustos trabajadores de La Bonne Intention, una plantación estatal de caña de azúcar en Guyana, recuerdan un ejército derrotado. A pocas millas de distancia, en Georgetown, la capital depauperada del país más pobre de lo que se conoció alguna vez como las Indias Occidentales Británicas, los líderes sindicales hablan de “traición”.

Dos meses atrás, la Unión Europea anunció su intención de reducir el precio que paga por el azúcar producido en Guyana y otros 17 países pobres del Caribe, África y el Pacífico en 39% durante los próximos cinco años, arrojando la deprimida industria en una incertidumbre mucho más profunda.

 “Nos sentimos traicionados. Lo hemos estado diciéndoselos y se ha producido un ambiente de temor. Ven que sus empleos están en juego”, dice Komal Chand, el líder del sindicato que representa 20,000 trabajadores guyaneses del sector azucarero.

En el Caribe, Peter McConnell, cuya plantación de caña Worthy Park propiedad de la familia se considera una de las más eficientes en Jamaica, también está ansioso, y dice que las reducciones ponen en duda su compañía. “Tal como están las cosas, nos quedan dos cosechas si se mantienen estos recortes”, comenta.

Las reducciones de la UE, que pudieran quedar confirmadas en noviembre, todavía dejarían los precios del azúcar cerca del doble del precio mundial. Pero pudieran dañar seriamente la industria en el Caribe. Al igual que Jamaica y Guyana, Belice pudiera resultar gravemente afectada, mientras que podría resultar el tañido de muerte para sectores azucareros más pequeños en Barbados y Trinidad y Tobago, los otros dos antiguos territorios británicos.

Las reducciones en el precio del azúcar de la UE forman parte de una reorganización más amplia del mercado exigida por la Organización Mundial de Comercio, que acogió una queja de Brasil, uno de los productores de azúcar más rentables del mundo, que el respaldo al precio era injusto. Los  productores de azúcar de remolacha de la UE también están irritados con los cambios inminentes.

El hecho de que esos recortes tengan un efecto de tal naturaleza en las ex colonias británicas es, sin embargo, una amarga ironía en momentos en que el Reino Unido está liderando las acciones internacionales por aliviar la pobreza. Guyana fue uno de los cuatro países de las Américas que se beneficiaría con la iniciativa de condonación de la deuda ofrecida por el Grupo de los Ocho países industriales líderes, y defendido por Gordon Brown, el canciller del Tesoro de Gran Bretaña.

Sin embargo, los beneficios potenciales del acuerdo –una reducción entre US$8.0 millones y US$9.0 millones en pago de la deuda anual–, se vería desbordado por la pérdida de hasta US$40.0 millones al año provenientes de los ingresos del azúcar. Jamaica, la más poblada de las islas anglófonas del Caribe, tiene una economía más diversificada y próspera, pero unas 40,000 personas todavía laboran en el sector azucarero.

Pero no es la reducción en el precio del azúcar el único golpe asestado a las exportaciones agrícolas de la región. La OMC falló este mes contra los planes de la UE de proteger la industria bananera del Caribe. Se espera que las exportaciones de Jamaica y las pequeñas islas estados, como Granada, Santa Lucía, San Vicente y Dominica, resulten fuertemente golpeadas. 

Los productores caribeños han estado batallando largo tiempo con adversas economías de escala. Productores más rentables de azúcar en Australia, Brasil y Tailandia, y cosechadores de banano de América Latina, han sido capaces de mantener bajos los costos de su producción con una escala simple. Mientras que Brasil y Australia producen azúcar crudo por menos de siete centavos de dólar norteamericano por libra (124 euros por tonelada), los centrales más eficientes de Guyana pueden producir azúcar a cerca de 18 centavos por libra, y los costos en otros lugares del Caribe pueden resultar mucho más altos. En algunos ingenios estatales jamaicanos los costos llegan hasta los 40 centavos por libra, cerca de cinco veces el precio mundial.

Por ello no sorprende que la producción haya estado cayendo en muchas partes del Caribe. Hace cuatro décadas, Jamaica producía 500,000 toneladas de azúcar. La producción el año pasado cayó a 124,000 toneladas, la peor cifra en 60 años.

Algunos dicen que la región puede absorber la pérdida de la industria azucarera gracias a la diversificación económica. Las perspectivas de Barbados, por ejemplo, se han transformado en las últimas dos décadas por el turismo, la inversión en propiedades y los servicios financieros. En Trinidad, un auge de la producción de gas natural ha puesto en la sombra a la reducida industria azucarera y ha contribuído en el crecimiento de la economía cerca de 6% al año en la última década.

Muchas islas han modificado sus regímenes fiscales y regulatorios para tratar de desarrollar sectores financieros “offshore”, que han continuado su expansión a pesar de los esfuerzos de la UE y Estados Unidos por contener el supuesto lavado de dinero y restringir lo que ellos consideran puertos paraísos fiscales para sus nacionales.

Una corriente estable de remesas –los ingresos repatriados de los nacionales de las islas que viven en EEUU, Canadá o Europa– representa una contribución creciente al poder de gasto local. Sobre todo, la proximidad del Caribe a EEUU ha ayudado a nutrir la industria turística que continúa floreciendo frente al vuelco en la industria que siguió a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Los operadores confían en que puedan sobrevivir medidas como el plan de Washington, de hacer que los norteamericanos lleven pasaportes cuando visiten los destinos del Caribe a partir del año que viene. Una gran mayoría de los norteamericanos carece de pasaporte.

A pesar del optimismo, el derrumbe del azúcar será un fuerte golpe para las islas. Este producto básico ayudó a unir comunidades. Diane Abbot, miembro del Parlamento Británico por el Partido laborista, de origen jamaicano, dice: “El cultivo tiene una importancia en la imaginación que no guarda proporción con su importancia económica”, El azúcar desempeñó un papel importante en el movimiento independentista. Los partidos nacionalistas que surgieron en la región en las décadas de 1930 y 1940 –y llegaron al poder en las décadas de 1950 y 1960, se fundamentaron en parte en los sindicatos de trabajadores azucareros.

La protección al comercio, en la forma de precios y mercados garantizados que ofreció  Gran Bretaña en los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial, aportaron los fondos para un sistema de bienestar social más fuerte que los de sus vecinos países latinoamericanos, lo cual ayudó a la estabilidad política.

Hoy, en muchas áreas rurales, las plantaciones y fábricas de azúcar, ya sean estatales o privadas, aportan no solo empleos sino clínicas de salud, clubes sociales e instalaciones deportivas.

La estatal Guyana Sugar Corporation emplea más de 20,000 personas. La compañía mantiene una red de clínicas de salud y clubes sociales y deportivos. “Es un instrumento social del gobierno. Si el azúcar desaparece, tendrá un gran impacto”, dice Nick Jackson, el director de operaciones de la corporación. “Básicamente, no hay otra cosa.”

La industria del azúcar de Guyana también ayuda a pagar por una red elaborada de drenaje e irrigación que protege las zonas bajas del país de las inundaciones. “Los sistemas están integrados por completo al azúcar”, dijo Bharrat Jagdeo, el presidente del país, en una entrevista reciente con el Financial Times. “Si no contáramos con el azúcar, tendríamos inundaciones todos los años. La gente no entiende lo que significa para nuestras comunidades”.

En Jamaica, el gobierno estima que 200,000 personas dependen del cultivo. Worthy Park, de McConnell, dirige una clínica, opera el aparato local contra incendios y solventa las instalaciones para las ligas de fútbol y criquet.

Los políticos de la región temen que la pérdida de empleos genere un incremento en la criminalidad. El riesgo es particularmente significativo en Guyana y Jamaica, países ambos que han estado sacudidos por un resurgir en el tráfico de drogas y la violencia con armas de fuego en los últimos años. El Caribe es un punto tránsito principal entre las áreas de producción de cocaína en Colombia y los traficantes de Europa y EEUU.

Durante 2002 y 2003, Guyana se vio inmersa en la violencia y murieron 28 policías en tiroteos, más del total de pérdidas que tuvo la fuerza en los 160 años anteriores de su historia. La tasa de muertes de Jamaica ha subido más de 20 a la semana, la cuarta mayor del mundo. El declive de algunas zonas azucareras ha provocado el desarrollo de “situaciones propias de ciudad” en lo que fueron siempre pacíficas poblaciones rurales, dice Giberto Scott, un asesor del Ministerio de Seguridad Pública de Jamaica.  

“En un radio de 15 millas de aquí, somos la única fuente de ingresos”, dice el señor MaConnell, en Jamaica. “Sin duda alguna, la mayor parte de estos campesinos de subsistencia sin escolaridad acudirán a [cultivar] la marihuana”.

Los gobiernos del Caribe están tratando de ver qué se puede salvar de la industria azucarera. En particular, la región está presionando para que la UE permita una transición más prolongada hasta el nuevo nivel de precios alternativa a los cinco años que se ofrecen. Se está buscando alguna forma de pagos –conocido en la jerga de la UE como “medidas acompañantes”– para amortiguar la reestructuración de la industria. 

Sin embargo, hay dudas sobre el compromiso real de ayuda de la UE. Solo hay una oferta de 40 millones de euros (US$50.0), al menos para el primer año después que entre en vigor la reducción de los precios, y eso hay que dividirlo entre los 18 países que integran la ACP. “Ellos [los funcionarios de la UE] admiten que es terriblemente inadecuado”, dice Derick Heaven, presidente ejecutivo de la Autoridad de la Industria Azucarera de Jamaica. “Tememos que el dinero se emplee simplemente en nuevos estudios. Estamos diciendo que nos han estudiado demasiado y que no queremos que lo vuelvan a hacer”.

El gobierno de Jamaica quiere que la industria azucarera se aparte de la producción de azúcar crudo en dirección de subproductos como  etanol, ron y azúcar refinada, además de utilizar el bagazo para genera electricidad. Karla James, presidente de la Asociación Azucarera del Caribe, es optimista de que Jamaica pueda sacar ventaja de una cuota de exportación de etanol permitida bajo la Iniciativa para la Cuenca del Caribe, una serie de concesiones comerciales temporales extendida por EEUU en los años de 1980. Sin embargo, dentro de la industria hay escepticismo. Con los altos costos de producción de los cinco centrales azucareros del gobierno, parece haber pocas opciones para que puedan sobrevivir sin subsidios.

El señor McConnell, de Worthy Park, ya diversificó. Su fábrica se mueve en gran medida por el bagazo durante la zafra y a comienzos de este año abrió una destilería para ron. Dice que su perspectiva principal de incrementar la productividad es comprar tierras e incrementar la cantidad de caña de azúcar que procesa su central. Cultivos alternativos, como plátanos, cítricos y piña ya se intentaron si éxito a largo plazo. “Cualquier cultivo se puede lograr en Australia, EEUU o Brasil y ellos siempre podrán tener precios más bajos”, añade.

El señor Jackson, de Guysuco, es más optimista. Las tasas salariales más bajas en Guyana y una mayor disponibilidad de tierras, significa que los costos del azúcar allí son más competitivos. Cuando un central azucarero financiado con US$167.0 millones en préstamos blandos de China, y se incorporen al flujo el Banco de Desarrollo del Caribe y el Banco Mundial, esos costos podrían bajar más. Irónicamente, Guyana también podría ser favorecida con la caída de la industria en el resto del Caribe, puesto que –bajo los términos del área de libre comercio del propio Caribe–, ello le daría un acceso protegido al azúcar guyanés en el mercado interno de la región.

Aún así, los altos niveles de ausentismo y la escasez crónica de gerentes, están debilitando los esfuerzos del señor Jackson por incrementar la productividad. El año pasado la industria perdió 50,000 hombres/días por las huelgas, y 143 de los 270 altos funcionarios del personal empleados hace seis años se fueron de Guyana, en su mayoría para trabajar en EEUU.

“Existe un malestar generalizado en la industria. La gente cree que la industria va a cerrar, y por eso dicen  «¿Qué sentido tiene?»”, dice el señor Jackson. “Lo que todos creen es que no habrá éxito alguno”.

VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION

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