FINANCIAL TIMES
La aplastante realidad de hacer que la eurozona funcione

FINANCIAL TIMES <BR>La aplastante realidad de hacer que la eurozona funcione

POR MARTIN WOLF
¿Qué parte de la palabra “no” no alcanzan a comprender el canciller de Alemania Gerhard Schroder, y Jacques Chirac, el presidente de Francia? Francia y los Países Bajos han rechazado el tratado de constitución: está muerto. Pero el rechazo del tratado de sus de los seis miembros fundadores originales genera profundas interrogantes sobre el futuro de Europa y sobre todo, sobre la unión monetaria. Una ola creciente de ambición integracionista arrojó la moneda única a las costas europeas en los años 90. Ahora, está en peligro de convertirse en una ballena encallada.

Los economistas argumentan sobre las condiciones necesarias y suficiente para una moneda única exitosa. Pero la mayoría estaría de acuerdo en que eso ayuda si el área en cuestión está sujeta a sacudidas comunes, los mercados de productos, servicios, capital y trabajo son flexibles; si la economía general es dinámica y, no menos importante, existe una identidad compartida impresa en instituciones políticas comunes. Ninguna de estas condiciones es necesaria o suficiente. Pero aquí es precisamente donde la eurozona se encuentra: las economías han divergido, el crecimiento es decepcionante, los mercados están resultando ser disfuncionales; y el movimiento hacia una más avanzada integración política está en peligro ahora.

¿Por qué estas condiciones son importantes?

Primero, si un área monetaria está sujeta a sacudidas comunes, la escala del ajuste necesario de cualquier economía individual es probable que sea menor.

Segundo: si los mercados son flexibles y móviles los factores de producción, es más fácil para el banco central lograr sus objetivos. En su Panorama Económico último, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico observa, por ejemplo, que la inflación central se ha mantenido en o ligeramente por encima del 2% en la eurozona, con asombrosamente poca variación. “Esto”, añade, “ ha sido el caso aún cuando el crecimiento ha perdido velocidad y la considerable brecha productiva que emergió en 2003 continuó en 2004”.

Tercero, si la economía general de una unión monetaria está creciendo con rapidez, los ajustes dentro de la zona es más probable que implique un crecimiento más bajo, pero todavía positivo en los países afectados, en lugar de cómo ocurrió recientemente en Alemania e Italia, un periodo largo de estancamiento.

Finalmente, una sensación de participación en una comunidad política facilita desarrollar mecanismos fiscales que ayuden a ajustarse a las sacudidas e imponer disciplina fiscal en los estados miembros. Además, mientras más fuerte sea el sentido de un destino compartido, menos probable es el uso por los políticos nacionales de la retórica anti-europea, como una vía para llegar al poder.

El vínculo entre los votos y la situación de la eurozona no solo va por la vía del impacto de esta en la integración política. También va por la vía de la economía. El pobre resultado económico fue una de las razones principales de los votos negativos. Pero en Francia, el voto 5también fue contra la apertura a las fuerzas del mercado y a favor de impuestos onerosos y regulaciones. Fue, por tanto, un voto contra la integración política y la flexibilidad económica.  

Sin embargo, cualquiera sean las dificultades en sustentar la unión, los costos de salir parecen ser mucho peores. Supongamos que un país deseara salir del euro y recrear su moneda nacional, con el fin de depreciar, como sugirió Roberto Maroni, el ministro de bienestar social independiente de Italia. Cualquier depreciación semejante elevaría el costo del valor de la deuda. Un gobierno altamente endeudado tendría que elegir entre re-denominar su deuda en euros en una nueva moneda nacional, o dejar de pagar. Cualquier posibilidad crearía una crisis financiera que equivaldría a una retirada del orden legal europeo. Tan pronto como esta posibilidad se hiciera real, los diferenciales de la tasa de interés se volverían prohibitivos, lo cual desencadenaría la crisis.

¿Qué va a pasar, entonces? Que esto se haya convertido en una pregunta esencial se está dejando sentir en los mercados, donde la moneda ha dado traspiés y los “spreads” de las tasas de interés de los bonos se han ampliado. ¿Y qué va a ocurrir? Me atrevo a enunciar estas sugerencias.

Primero, y lo más importante, el liderazgo político de los miembros existentes de la eurozona tienen que explicar las realidades de una unión monetaria. La flexibilidad gui8ada por el mercado no es una opción, sino una necesidad.

Segundo, estos líderes tienen que dejar de imponer reformas en sus países a través de la puerta trasera de las instituciones europeas, solo para después echarles la culpa. Esta práctica malévola ha debilitado la legitimidad tanto de la reforma como de Europa.

Tercero, los miembros de la zona del euro tienen que buscar la forma de convencer al Banco Central Europeo de que hablan en serio en cuanto a la reforma. Una reducción de las tasas de interés por el BCE debió hacerse hace rato. Pero mientras más creíble es la reforma, más fácil se hace para el BCE ejecutar los cambios necesarios.

Cuarto, una nueva expansión de la eurozona no sería deseable hasta que sus economías centrales hayan demostrado su capacidad de hacer que el sistema funcione, tanto económica como políticamente.,

Quinto, los países que no están dentro de la eurozona -en particular (y felizmente) el Reino Unido- deberían reconocer las implicaciones de su estatus semi-apartado. No les corresponde tratar de imponer reformas a otros estados europeos. Deberían concentrarse, por el contrario, en resistirse a la imposición de regulaciones costosas e innecesarias que emanan de la UE.

Finalmente, si fuera a producirse una mayor integración política, debería ser, lógicamente dentro de la eurozona, puesto que ahí hay un grupo de países que se han unido entre sí de forma más íntima.. Si son incapaces de unirse más estrechamente, sobre todo, mediante la creación de una unión fiscal eficaz., su proyecto todavía pudiera fracasar.

En un artículo publicado el 3 de diciembre de 1991, poco antes de que se negociara el tratado de Maastricht, yo decía que “el esfuerzo por unir estados, por el contrario,  tiene que conducir a un enorme incremento en las fricciones entre ellos. Si fuera así, enfrentarían la definición clásica de tragedia:  arrogancia,  locura, destrucción”. Este criterio sigue teniendo validez. El euro fue un proyecto heroico. Sus miembros no pueden permitirse dejar que fracase. Pero las actitudes mostradas durante las últimas semanas hacen el fracaso más probable.

Si los miembros de la eurozona -sobre todo, los grandes países- no están dispuestos a promover la reforma, su proyecto todavía puede fracasar, sin importar los enormes costos que sufran. Ninguna unión monetaria es probable que sobreviva sin que hayan condiciones de éxito o económicas o políticas. La batalla por el tratado constitucional terminó. La batalla por una unión monetaria exitosa acaba de empezar.

VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION

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