FINANCIAL TIMES
Las lecciones del remiendo de los textiles chinos

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POR GUY DE JONQUIERES
Después de todas las críticas y el ridículo apilado en la Unión Europea por el fiasco de sus cuotas a las importaciones de textiles, es hora de hablar en su defensa. Perversa y poco sabiamente, le ha hecho un favor a la causa del libre comercio al demostrar el absurdo manifiesto de la alternativa.

Los beneficios económicos de los mercados abiertos, aunque reales, son difíciles de cuantificar, precisamente porque son a largo plazo y están ampliamente dispersos. Pero los costos del proteccionismo, tanto para quienes lo practican como para sus blancos, son fáciles de identificar. Pocas veces han sido expuestos con una claridad más brutal que desde que la UE selló el acuerdo, en medio de muchas auto-felicitaciones en junio.

En lugar de traer seguridad al mercado, como se suponía iba a ser, el acuerdo ha creado caos, en la medida que los embarques de China se apilaban en los puertos europeos. Penaliza al saludable sector minorista, mientras que no genera nuevos empleos en su enfermiza industria de textiles. En realidad, las cuotas puede que resulten grandemente fútiles, porque las importaciones de China, a su tiempo, serán reemplazadas por importaciones de otros países en desarrollo, y no por productos confeccionados en Europa. De todas formas, con el comercio minorista alterado y los miembros de la UE discutiendo sobre las medidas, la semana pasada fue testigo del insólito espectáculo en que Bruselas le suplicaba a Pekín que le ayudara a resolver sus problemas autoinfligidos, mediante un acuerdo para aflojar los controles.

Pero esto no es todo. El remiendo EEUU-China sobre los textiles, que pronto será emulado por Estados Unidos, marca el retorno a las desacreditadas políticas comerciales «administradas» de los años de 1980, de la cual Japón fue el blanco principal. Lejos de mellar el reto competitivo de Japón, esas políticas lo afilaron, engordando los márgenes de los exportadores japoneses y estimulándolos a desplazarse al gran mercado.

El acuerdo de la ronda de comercio mundial de Uruguay proscribió muchos tipos de comercio manipulado. Los acuerdos sobre cuotas de textiles se mofaron del espíritu, sino de la carta, de esa contención. Pero la legalidad es poco probable que se ponga a prueba, porque nadie tiene un incentivo fuerte para desafiarla.

Y por muy luminosas que resulten las lecciones del papelón de la UE, sería pecar de optimista suponer que se aprenderán de inmediato. Los planes de EEUU de llegar a un acuerdo similar indican lo opuesto. Por el contrario, las señales indican que, en el corto plazo, la batalla entre las fuerzas que procuran mantener abiertos los mercados occidentales y los que pugnan por cerrarlos pudiera intensificarse.

Excesos masivos de capacidad de producción en muchas de las industrias de China, y la febril actividad de los productores que luchan por mantener la producción a cualquier costo, se disponen a mantener en aumento sus exportaciones durante el futuro previsible. Hu Jintao, el presidente de China, sin dudar tratará de suavizar el golpe con la entrega de algunos grandes pedidos de exportación cuando visite Washington la semana próxima. Esto agradará a algunos como Boeing y General Electric, pero es poco probable que impresionen a productores estadounidenses más débiles incapaces de lidiar con la competencia china.

El acuerdo de membresía de China en la Organización Mundial de Comercio les da un arma potencialmente poderosa. Les da derecho legal a otros países a restringir hasta 2012 todo tipo de exportaciones chinas, no solo textiles, sobre la base de criterios menos rigurosos que hubiera exigido la OMC en otra circunstancia. Hasta ahora, esa arma no se ha disparado. Pero la historia del comercio indica que cuando se crean esas opciones, también se genera la presión para utilizarlas.

Sin embargo, el impulso no será todo en una dirección, ni en todos los frentes. Algunos productos de los cuales China es un gran exportador, como los aparatos de TV baratos y los reproductores de DVD, ya escasamente se producen en EEUU y la UE. En esas industrias, Occidente ya no tiene empleos que proteger.

Más importante, la expansión en el comercio y la inversión extranjera directa, y el crecimiento de la contratación global y las cadenas de suministros entre países, están cambiando la dinámica de las políticas del comercio. Mediante el fortalecimiento de la independencia mutua de las economías nacionales y las industrias que operan dentro de ellas, estas tendencias han hecho a muchos productores más sensibles a los costos de las restricciones a las importaciones y han creado nuevos incentivos para oponerse a ellos.

Esa es la razón por la cual los fabricantes de semiconductores y equipo de tecnología de la información, que pasan por etapas diferentes de procesamiento en las plantas de todo el mundo, persuadieron a los gobiernos en los años 90 a eliminar los impuestos a sus productos. De igual manera, la imposición de las tarifas al acero hace tres años por parte de Geroge W. Bush, provocó una protesta general inesperada entre los usuarios del metal que hizo que se aboliera la medida.

Sin embargo, la globalización solo ha llegado hasta ahora a redefinir el interés comercial propio. El clima actual de «sinofobia» en Washington ha hecho que muchas compañías de EEUU que tienen manufactura en China busquen refugio, porque temen que pudieran convertirse en su blanco. Esto ha reducido casi al silencio al que alguna fue un «lobby» muy expresivo contra los controles a las importaciones chinas.

Además, todavía hay momentos en que el proteccionismo le viene bien a algunas compañías multinacionales, aún cuando hayan sido sus víctimas. Por ejemplo, el disimulado apoyo de las compañías automotrices japonesas hace solo unos años a las medidas de la UE, que limitaban los accesos a Europa de sus rivales sudcoreanos.

En el flujo y reflujo de estas complejas corrientes cruzadas, el gran desastre de la UE con los textiles, ciertamente no es la línea divisoria de las aguas. Ni tampoco reducirá el vigor con el cual los productores que cuentan con el proteccionismo van a defender su caso. Pero al menos habrá hecho algún bien, si motiva a los políticos a pensar dos veces antes de sucumbir a sus demandas.

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VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION

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