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Londres, la ciudad mundo derrotará a los fanáticos

FINANCIAL TIMES <BR>Londres, la ciudad mundo derrotará a los fanáticos

 

Cuánto la odiarán. Porque Londres es una refutación viva de todo lo que creen los fanáticos de la “yihad”. Es cosmopolita, abierta y libre. Toda la humanidad está aquí -cada raza, cada credo, cada color de la piel. Es un microcosmos de la sociedad global emergente. Y funciona. Con imperfecciones, cierto. Pero funciona.

Cada día, los que viven en Londres cumplen sus incontables pequeños compromisos que hacen posible una sociedad. Al hacerlo, descalifican la tesis de que la humanidad está condenada a un choque de civilizaciones. Por eso los fanáticos ponen bombas, pero no logran destruir.

Caminar por Londres después de los atentados al tren subterráneo y al ómnibus era darse cuenta de que esta comunidad políglota no se fragmentará fácilmente. Sus ciudadanos rechazaron entrar en pánico y continuaron en lo suyo. Estaban conmovidos, pero no fueron arrastrados ni por el temor, ni por el odio.

Esa apacible determinación es una virtud británica tradicional. Y se demostró por igual en los bares de jugos y restaurantes árabes de Edgware Road y entre los transeúntes de la City, en las estaciones de King´s Corss y la calle Liverpool.

No fue un ataque en la escala del 11 de septiembre de 2001. Los londinenses pudieron ubicarlo, y lo hicieron, en el contexto de los atentados del Ejército Republicano Irlandés. Ellos saben que es posible vivir con la amenaza del terror, sin permitir que este domine sus vidas.

La policía y los servicios de emergencia merecen todo el crédito. Londres no necesitó a un Rudy Giuliani. La crisis se manejó por los “bobbies” de uniforme negro con insignias plateadas de la Policía Metropolitana. Al asumir el control de la situación, le robaron al terrorismo una de sus armas psicológicas más poderosas: la sensación de que no hay nadie dirigiendo.

Sin embargo, los verdaderos héroes del 7 de julio fueron los ciudadanos -negros, blancos, cristianos, musulmanes, hindúes y judíos- que respondieron como uno solo a un atentado contra todos. Este es Londres -no el Londres histórico de monumentos y museos, sino una ciudad mundo, viva, con la diversidad en su ADN.

Londres siempre ha sido una ciudad de comercio, un lugar donde la gente de diferentes contextos se encuentra para intercambiar productos e ideas. Sin embargo, desde los años de 1950 se ha transformado en una ciudad verdaderamente global, con 2 millones de residentes no blancos venidos no solo de las antiguas colonias, sino de manera creciente de toda Europa, América Latina, Asia y África.

Nada de esto ha sido planeado. En realidad, muy pocas cosas se planean en Londres. La ciudad es una caos de niveles de gobierno que se superponen. Gran parte del poder descansa en los distritos locales, muchos pueblos y villas antiguamente independientes, tragados por Londres. Esto tiene su precio. Hasta hace muy poco tiempo no había nadie con autoridad ejecutiva sobre el sistema de transporte, la planificación y la vivienda de Londres. Aún hoy, Ken Livingstone, el alcalde, tiene poderes muy limitados. Por eso Londres tiene un sistema de trenes subterráneos agotado, un amasijo de rascacielos y la carencia de hogares asequibles. El renacimiento de la ribera sur del Támesis se produjo casi por accidente, gracias a empresarios culturales rebeldes.

Sin embargo, la gloria de Londres es que el localismo y la falta de planificación central han apadrinado el espíritu de dejar que las cosas fluyan, en el cual los negocios prosperan y los recién llegados tienen la oportunidad de alcanzar el éxito.

La diversidad y el éxito van de la mano en Londres, Los financieros globales hacen de la City, la segunda capital financiera del mundo. El talento internacional y étnico respalda una próspera industria cultural. Hay bolsones de pobreza, en los cuales las comunidades étnicas se sienten amputadas del cuerpo central. Pero en su lado mejor, Londres ofrece un sueño que compite con el “sueño americano”: uno que es más genuinamente multicultural, más relajado y más capaz del humor. 

Esto habrá que recordarlo en los días terribles que se avecinan. En algún momento, se revelará la identidad de los terroristas y la respuesta pudiera no resultar muy agradable para los que creen en el multiculturalismo.

Habrá que aprenderse las lecciones. Pero no se pueden entregar los valores. Pudiera hacerse mucho más para integrar al Londres Islámico con el resto de la comunidad. No hay contradicción entre preservar el derecho de los fundamentalistas a la libre expresión mientras se reprime con fuerza la incitación a la violencia.

Londres fracasará solo si se traiciona a sí misma. Los “yijadis” esperan que con sus ataques sacarán a la ciudad de su espíritu de tolerancia, destrozarán el criterio multicultural y sacarán a la luz al monstruo monocultural racista oculto. Londres tiene que demostrar -y Londres probará- que están equivocados.

VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION

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