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Los enviados llevan el combate por el TLC a territorio enemigo

FINANCIAL TIMES <BR>Los enviados llevan el combate por el TLC a territorio enemigo

Poco después de medianoche, un grupo de embajadores de América Central llegan silenciosamente a Raleigh, Carolina del Norte, en un ómnibus de campaña. Armados con cerveza, maní y la retórica estilo americano, su objetivo es promover el Tratado de Libre Comercio de América Central (TLCAC) con EEUU, que está enfrentando una dura oposición en el Congreso de EEUU.

El viaje forma parte de una gira agotadora que los ha llevado por más de 25 ciudades desde que se inició el año, pero ahora están en lo que tradicionalmente se consideraría la profundidad del territorio enemigo.

El estado textil de Carolina del norte ha visto caer el empleo en su industria principal de más a 250,000 puestos de trabajo a unos 100,000, desde que se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en 1992. Para muchos, el TLCAN es una mala palabra, y los congresistas del estado están escépticos de que les vaya a ir mejor con tratados futuros de libre comercio.

Las apuestas son altas, tanto para la administración Bush, como para las cinco naciones centroamericanas -Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua-, además de República Dominicana  Aunque las economías del TLCAC son pequeñas, cerca de 0.5% del producto interno bruto de EEUU, el destino del acuerdo comercial pudiera terminar dando forma a la orden del día comercial del segundo periodo del presidente George W. Bush.

Los miembros de la administración temen que si el TLCAC se traba en el Congreso este año, EEUU perderá credibilidad para negociar un acuerdo más amplio con economías en desarrollo en la ronda de Doha de conversaciones de comercio mundial. Las perspectivas no son estimulantes. Pocos demócratas votarán a favor del acuerdo, y Phil English, un republicano influyente del Comité de Formas y Medios de la Cámara, lo calificó de “enormemente controvertido” la semana pasada, y dijo que muchos republicanos también se verían presionados para respaldar el pacto. El embajador espera que sus esfuerzos en los estados centrales de EEUU puedan darle un vuelco a ese sentimiento.

“Estamos dedicando todo el tiempo posible a esto: es nuestra primera prioridad”, dice René León, el embajador de El Salvador. “Hay muchos mitos sobre el libre comercio y nuestro objetivo es eliminar todos los que podamos”.

La primera batalla es tratar de distinguir el TLCAC del muy envilecido TLCAN, del que muchos norteamericanos creen que provocó a una pérdida de empleos en EEUU.

La diferencia principal, dicen, es que mientras que el TLCAN eliminó la mayoría de las barreras a las importaciones de México y Canadá, el TLCAC en gran medida vuelve permanente el acceso que ya América Central tiene al mercado estadounidense.

Durante los últimos 15 años, los productos de estos países han entrado a EEUU libres de impuestos, bajo la Iniciativa para la Cuenca del Caribe.

La base para el acuerdo del TLCAC es que EEUU haría permanente esta situación a cambio de un acceso significativamente mayor al mercado centroamericano.

En Carolina del Norte, insiste el embajador, el acuerdo no sería en una sola vía. EEUU y América Central han establecido una relación simbiótica en textiles con la exportación de hilaza hacia América Central, que se embarcaría de vuelta a EEUU como vestimenta. El acuerdo ha ayudado a convertir a América Central en el segundo mercado de exportación de Carolina del Norte.

Los países centroamericanos, a su vez, creen que un acuerdo es vital para evitar que sus compañías productores de ropa sean aplastadas por la competencia de China. Si esta relación continuara, argumenta el embajador, las compañías necesitan saber que su acceso libre de impuestos es permanente, o bien ellos llevarían su dinero a otra parte.

 “Un voto contra el TLCAC es un voto a favor de China”, dice Tomás Dueñas, de costa Rica, a un auditorio congelado en la escuela de textiles de la Universidad de Carolina del Norte. “Estamos en el mismo bando”. Los embajadores están deseosos de hacer ver sus credenciales como las de nuevos capitalitas al estilo norteamericano. José Guillermo Castillo, el representante de Guatemala, cuya familia posee la mayor cervecería del país, está repleto de anécdotas sobre los capitalistas de su país que están deseosos de exportar cualquier cosa, desde ataúdes revestidos de seda hasta iguanas congeladas. Rechaza las acusaciones de algunos grupos de presión de que los campesinos de su país sufrirían cuando el mercado guatemalteco se abriera a los productos agrícolas altamente subsidiados de EEUU.

 “Queremos salir de la agricultura de subsistencia que mantiene a tantos en la pobreza”, dice. “Con el acuerdo del TLCAC las restricciones se reducen gradualmente entre 15 y 20 años, lo que nos daría mucho tiempo para ajustarnos”.

Los embajadores, la mayoría de los cuales tienen títulos avanzados en universidades norteamericanas, lograron ablandar poco a poco el auditorio inicialmente escéptico de Carolina del Norte, en su viaje de dos días. Sin embargo, el viaje al estado todavía subraya los desafíos que la administración enfrenta para hacer valer el tratado.

El único aplauso espontáneo es para el jefe de National Spinning Company, Jim Chestnutt, el único que intervino en la reunión, que aportó un recordatorio de la pérdida de empleos como consecuencia del TLCAN:

 “Supongamos que usted está en una de las compañías textiles que está perdiendo. ¿Pudiera mirar a los ojos de sus trabajadores y decirles que se van a quedar sin trabajo porque usted apoyó el acuerdo de comercio?”, dice. Y se siente un murmullo de “Amén” entre los presentes.

Los más preocupante para los partidarios del acuerdo, es que el señor Chestnutt se cuenta entre los que los que respaldan el tratado.

VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION

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