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Privatizaciones dejan a México con una fuerte jaqueca

FINANCIAL TIMES <BR>Privatizaciones dejan a México con una fuerte jaqueca

POR JOHN AUTHERS
Casi veinte años desde que iniciara su abarcador programa de privatización, México sigue intentando deshacer sus desastrosos efectos. El gobierno está planeando una nueva liquidación de las dos grandes líneas aéreas nacionales, devueltas a manos estatales después que quebraron a mediados de los años 90, poco después de ser privatizadas.

Mientras tanto, un grupo de senadores de varios partidos ha iniciado una campaña para modificar las regulaciones de televisión que requieren la creación de una tercera red nacional, en sustitución del sistema de dos redes, que fue resultado de la privatización en 1993.

«Todas las reformas iniciadas e mediados de la década de 1980 se realizaron solo siempre que, y hasta donde y con la profundidad de que no alteraran el orden político de México», dice Luis Rubio, jefe del centro de análisis CIDAC, en México. Esto quiere decir que las reglas se «doblaron» para hacer favores, por contactos amables de negocios, mientras el gobierno mantenía el control sobre las industrias más estratégicas.

En algunos casos, principalmente en la manufactura competitiva, la privación fue todo un éxito. Sine embargo, otras ventas dejaron problemas duraderos.

El sistema bancario quebró y se vendió a extranjeros, después de un rescate de US$65 millardos. La radiodifusión y las aerolíneas están controladas por «duopolios», mientras que México padece uno de los servicios de telecomunicaciones más caros.

El desafío de la re-privatización de la industria de las aerolíneas ilustra las dificultades de deshacer los errores en el momento de la venta. Mexicana y Aeroméxico dominan las rutas internas principales de México, con la excepción de los vuelos a algunos sitios turísticos costeros, donde los transportadores estatales más pequeños, incluyendo AeroCaribe y Aerolitoral, desempeñan su papel.

Cintra, la casa matriz controlada por el gobierno que opera las cuatro líneas aéreas, se ha retirado de los planes de vender Mexicana y Aeroméxico, como una unidad fusionada.

La Comisión Estatal de Competencia de México había aceptado esto provisionalmente, siempre que a una fusión de Aerolitoral y AeroCaribe, también en la lista para su privatización, se les diera rutas suficientes y recursos para competir.

La razón que se dio para el cambio de criterio fue que una fusión de estas líneas tomaría años de preparación para competir con un rival mayor.

El incidente tenía paralelos con el dilema que México enfrentó cuando privatizó Telmex, el monopolio de las telecomunicaciones, más de una década antes.

Roger Noll, un economista de la Universidad de Stanford que asesoró a México con la venta de Telmex en 1990, no se tuvo en cuenta cuando propuso privatizar los servicios locales y de larga distancia por separado, después de establecer un regulador independiente.

La opción elegida por el gobierno generó mucho más dinero para el Tesoro, pero su efecto a largo plazo ha sido crear una «vaca» de efectivo para los inversionistas que la compraron. Carlos Slim, quien encabezó el grupo de inversionistas que compró Telmex, es ahora el cuarto hombre más rico del mundo.

En el centro del dilema, dice el señor Noll, está la necesidad de decidir si el objetivo principal de la privatización es generar mucho dinero para el gobierno, o mejorar los resultados de la industria».

«La forma de generar el máximo de dinero es privatizar el monopolio con regulaciones mínimas. Si el objetivo es mejorar los resultados, entonces usted crea un aparato regulador primero, después los competidores, y entonces usted privatiza la competencia».

Aparte de un sistema regulador descrito por el señor Noll como «dañada desde el inicio», México sufrió por un consejo contradictorio, con la recomendación del Banco Mundial de que vendiera Telmex como un monopolio. «Mientras la privatización tenía lugar en México, había personas en el Banco Mundial que decían que esta era una industria muy frágil y que no habría incentivos para la inversión. Esto fue algo totalmente erróneo», dice el señor Noll.

Otro nudo enredado es la privatización de TV Azteca, la segunda empresa de radiodifusión nacional de México, creada mediante la venta de estaciones en 1993 para hacerle competencia a Televisa, un viejo monopolio.

Después de la privatización, se conoció que Ricardo Salinas Pliego, quien compró la compañía, había tomado un préstamo de US$30.0 millones de Raúl Salinas de Gortari. La adquisición ayudó a transformarlo en un de los hombres de negocios más importantes de América Latina.

«Ante la ausencia de un mercado abierto, transparente y competitivo, la burocracia se salió del camino para encontrar la mejor vía para transferir la compañía a sus empresarios favoritos», dijo el señor Rubio, de CIDAC.

Los senadores, que están pujando por reformar al sector, alegan que Azteca y Televisa funcionan como un «duopolio», y que las dos redes han peleado duro contra la ley que crearía una tercera red.

La cobertura negativa de ambas redes nacionales es una amenaza terrible para cualquier político ­que no existiría con más competencia. Pero como demuestra la dolorosa experiencia de la privatización mexicana, una vez que una industria ha sido privatizada sin competencia, es casi imposible introducirla después.

VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION

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