FINANCIAL TIMES
¿Puede EEUU recobrar la confianza y el liderazgo en una región con problemas?

FINANCIAL TIMES <BR>¿Puede EEUU recobrar la confianza y el liderazgo en una región con problemas?

POR RICHARD LAPPER
A solo tres meses de ostentar Condoleeza Rice el cargo de secretaria de Estado de Estados Unidos, el hecho de que ya haya realizado un recorrido de seis días por cuatro países de América Latina es ampliamente bien acogido por aquellos que temen que el presidente George W. Bush haya olvidado su promesa de prestar una mayor atención a la región.

Cuando los presidentes del hemisferio, incluyendo a Bill Clinton, sostuvieron la primera Cumbre de las Américas, hace más de una década, el optimismo extendido se debía a que se había establecido una relación más cálida. Pero desde entonces, las relaciones entre EEUU y sus vecinos han estado marcadas por una división creciente. “Ha habido un cambio en la forma”, dice Peter Hakim, presidente de Diálogo Interamericano, un foro político con sede en Washington.

Ni el resurgimiento en el crecimiento económico durante los últimos dos años –la expansión de 5.8% en 2004 en América Latina y el Caribe fue la más rápida en un cuarto de siglo–, ha evitado crisis institucionales y el resurgimiento del anti-norteamericanismo. “Este es un vecindario muy problemático. El nuevo brote de crecimiento no está haciendo más que enmascarar los problemas”, dice un alto funcionario de una institución multilateral en Washington.

Los problemas en los países  más pequeños y vulnerables que dependen del apoyo de EEUU han engrosado y se han producido rápidamente. Cuando Lucio Gutiérrez, el presidente pro-norteamericano de Ecuador fue derrocado el mes pasado por el Congreso de su país, fue la séptima ocasión en igual número de años en que un gobierno latinoamericano electo no logra completar su periodo. Carlos Mesa, el presidente moderado de Bolivia, quien ya trató de renunciar una vez este año, en cualquier momento pudiera ser sacado del cargo en medio del descontento por sus políticas sobre la energía. El presidente Enrique Bolaños, de Nicaragua, ha sido despojado de muchos poderes por un Congreso y una Judicatura controlados conjuntamente por los izquierdistas sandinistas y Arnoldo Alemán, un ex presidente de derecha, sentenciado a 20 años de prisión por corrupción.

Aunque a algunos de los países más grandes les está yendo mejor –los gobiernos de centro-izquierda en Chile y Brasil, y una administración de centro-derecha en Colombia han fortalecido sus instituciones–, la mejoría no es uniforme. En Venezuela, que suministra a EEUU entre 13% y 15% de su petróleo, el presidente Hugo Chávez rige el experimento político anti-norteamericano más radical en América Latina, desde que los sandinistas ganaron las elecciones hace 15 años. Washington está preocupado por el aumento de su armamentismo –protestó contra la compra de armas de Venezuela a Rusia de 100,000 fusiles automáticos– y por los supuestos vínculos entre el señor Chávez y las guerrillas de izquierda  colombianas (FARC).

Algunos de los ejemplos más claros de la crisis de Washington en su relación con América Latina se han producido con los vecinos más cercanos de EEUU. Las relaciones con México, que mejoraron como resultado de una integración económica más estrecha después del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, se han visto seriamente dañadas por un diferendo sobre migración. Bajo presión para controlar la porosa frontera entre ambos países, EEUU aprobó la semana pasada una legislación que le hará la vida más dura a millones de latinoamericanos que viven y trabajan en EEUU sin documentos oficiales. En algunas áreas de la frontera se construirá una barrera física para facilitarle el trabajo a la policía. Santiago Creel, el ministro de Interior de México, calificó la legislación de “negativa, inconveniente y obstruccionista”.

Quizás nada destaque más los problemas del señor Bush en América Latina que las dificultades que enfrenta el Acuerdo de Libre Comercio de América Central (CAFTA), un pacto destinado a consolidar las concesiones del comercio con República Dominicana, Nicaragua y otros cuatro países de América Central.

La creciente oposición de los grupos de cabildeo proteccionistas de los sectores textil y azucarero, además de los sindicatos, amenazan la aprobación del CAFTA por el Congreso. Los costos de la pérdida del acuerdo pudieran ser muy altos. Los países del CAFTA son vulnerables económicamente, altamente dependientes del acceso al comercio de EEUU para mantener industrias textiles importantes. Y los presidentes de la región, en su mayoría, son líderes voluntariosos, de centro-derecha y favorables al comercio, que estuvieron entre los aliados del señor Bush en la guerra en Irak. Un fracaso para recompensar esa lealtad sería un golpe sumamente decepcionante.

La aprobación del CAFTA también es decisiva para la agenda de comercio de la administración. El comercio constituyó el único logro real del señor Bush en la región durante su primer periodo: su administración selló un pacto de libre comercio con un país sudamericano, Chile, por primera vez, en 2003. Si la oposición al CAFTA tiene éxito, podría ser un mal augurio para cualquier acuerdo de comercio más abarcador en América Latina, que incluyera Brasil, Argentina y otros países latinoamericanos productores eficientes de alimentos. “La credibilidad y compromiso de un acuerdo de libre comercio está en juego con el voto del CAFTA”, añade Peter DeShazo, director para las América en el Consejo de Estudios Estratégicos e Internacionales, en Washington.

¿Por qué se han agriado tanto las relaciones? La economía es parte del por qué. Durante los años finales de los 80 y los 90, América Latina acogió las políticas de libre mercado y se desplazó entusiásticamente hacia la órbita de EEUU. Pero cuando la reforma, con frecuencia dejó de generar crecimiento, la situación empezó a cambiar y muchos países latinoamericanos culparon a EEUU de sus problemas.

El fracaso de la administración Bush en la ayuda a Argentina, cuando el país sudamericano incurrió en la desastrosa crisis de deuda a finales de 2001, fue particularmente dañina para su imagen en la región. “Tenga Washington o Wall Street realmente la culpa o no, muchos latinoamericanos creen que EEUU los condujo por el camino florido un tiempo, pero sencillamente no les interesó continuar cuando las cosas se pusieron difíciles”, dice Julia Sweig, una especialista en América Latina del Consejo de Relaciones Internacionales, con sede en Nueva York.

Irónicamente, la recuperación económica de los dos últimos años no ha ayudado a restablecer el apoyo a las políticas pro mercado, puesto que parte del crecimiento no ha sido resultado de la liberalización, sino del auge en la demanda de materias primas. La demanda china ha subido para tres rubros –soya, cobre y mena de hierro – que Brasil, Argentina, Chile y Perú poseen en abundancia -, mientras que la subida en los precios del petróleo, también en parte debido a la demanda china, ha ayudado a los exportadores latinoamericanos. La mejoría del panorama del comercio también redujo la dependencia brasileña y argentina de los mercados financieros internacionales.

Por otra parte, una serie de líderes de centro-izquierda –en Argentina, Brasil y Uruguay, por ejemplo– deben su elección a la inquietud popular sobre las políticas que funcionan  gracias al mercado, han respondido a esto, y a la hostilidad de la política norteamericana en Irak, mediante la re-orientación de su política exterior. Brasil ha forjado vínculos más estrechos con países como Rusia, India, África del Sur y China, además de formar foros regionales como la Unión Sudamericana, que excluye a EEUU.

El experimento populista del señor Chávez también aportó una visión de un modelo alternativo –si bien, uno que es, casi con certeza, insostenible, y que la mayoría de los países en la región han rechazado–. El señor Chávez ha canalizado la bonanza proveniente del petróleo de su país hacia escuelas, clínicas y un sistema básico de salud: la popularidad de estas políticas ayudó al líder venezolano a ganar el referendo revocatorio del año pasado, así como las elecciones regionales. Hay señales de que este tipo de receta pudiera ser atractivo para los electores en lugares como Ecuador, rico en petróleo, y Bolivia, que se ufana de tener las segundas mayores reservas de gas natural de América del Sur.

Las relaciones de EEUU con América Latina también han sido distorsionadas por las preocupaciones de Washington con el comercio ilegal de drogas –lo que significa que Colombia, el mayor suplidor mundial de cocaína, reciba la vasta mayoría de la ayuda económica y militar que EEUU le ofrece a América Latina–, y por poderosos grupos de cabildeo, como el cubano-americano derechista hostil a Fidel Castro.

Reflejando los vínculos del señor Bush con los políticos de La Florida, los cubano-americanos, cuya absoluta prioridad es el mantenimiento del embargo económico contra Cuba, han tendido a dominar las instituciones responsables de la política hacia América Latina.

Otto Reich, el primer nominado del presidente como secretario de Estado asistente para el hemisferio occidental, es un cubano-americano que estuvo estrechamente asociado con las políticas anticomunistas de Ronald Reagan en América Central y el Caribe durante la década de 1980. La designación del señor Reich nunca fue aprobada por el Congreso. Roger Noriega, el actual titular del cargo, trabajó con Jesse Helms, el senador por Carolina del Norte conocido por su ferviente anticomunismo.

Dicen los críticos que esta inclinación ideológica ha conducido directamente a errores políticos. Hace tres años, EEUU dio la impresión de que había reconocido a un gobierno de derechas que asumió brevemente el poder, después de lo que resultó al final un fallido intento de golpe contra el señor Chávez. Ese mismo año, el embajador de EEUU en La Paz aconsejó públicamente a los bolivianos a que no votaran por Evo Morales, quien como líder de los cosechadores de coca del país –la materia prima de la cocaína–, es una “bête noir” para Washington. El consejo atizó el antinorteamericanismo y contribuyó a una fuerte demostración del señor Morales en las urnas.

Más recientemente, la administración Bush no logró que sus candidatos fueran elegidos para el cargo de secretario general de la Organización de Estados Americanos. El señor Noriega respaldó la candidatura de Francisco Flores, un ex presidente de El Salvador, y después a Luis Derbez, el ministro de Relaciones Exteriores conservador de México, frente a José Miguel Insulza, el socialista moderado pro-norteamericano de Chile, respaldado por Brasil, Argentina y Venezuela. Solo después de unas elecciones muy disputadas y la intervención de la señorita Rice, fue que EEUU apoyó al señor Insulza.

Ahora, cuando las tensiones en la región son más aparentes, hay algunas señales de un cambio. La señorita Rice designó como su segunda a Robert Zoellick, el ex representante de Comercio de EEUU, quien tiene fuertes vínculos con Brasil y otros países de América del Sur. El secretario de Estado se ha mantenido en en contacto regular con Enrique Iglesias, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, y defensor de un mayor compromiso multilateral en la región. Y cuando EEUU finalmente respaldó al señor Insulza en la elección de la OEA, la señorita Rice aseguró su acuerdo de presionar más al señor Chávez. Según el señor Hakim, este punto de vista más realista será esencial para lidiar con Venezuela.

“El problema está en que EEUU se ha llegado a ver como un país monotemático. Con el fin de relacionarnos de manera efectiva con Venezuela, tenemos que movilizar el apoyo de otros países, pero para hacerlo tenemos que pensar en la región de manera más amplia, y reconocer sus interconexiones”, dice.

Sin embargo, nada de esto rendirá frutos si EEUU es incapaz de ayudar a sus aliados más cercanos, particularmente los más débiles y vulnerables países del CAFTA. Esa es la razón de por qué la aprobación del CAFTA, que será presentado al Congreso en las próximas semanas, será un momento tan crítico. 

De no lograrse la aprobación, como lo expresa el señor Bolaños, presidente de Nicaragua, se le demostrará a América Latina que EEUU puede “firmar cualquier cosa, pero no cumplirla”, una falta de confianza que debilitará más aún su estatus e influencia en toda la región.

El señor Hakim comentó: “La impresión en América Latina no va a ser que Bush tiene problemas con el Congreso, sino que, sencillamente, a la administración no le importa lo suficiente”.

VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION

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