FINANCIAL TIMES
¿Se acuerdan de África?

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COMENTARIO EDITORIAL
Es más que suficiente. La competencia entre los gobierno del mundo rico por ganarle al otro en las promesas de ayuda al Asia afectada por los maremotos se está haciendo grotesca. No importa si Estados Unidos, Japón, Alemania o Australia terminan como el donante oficial número uno. Lo que importa es que las promesas que se hagan se cumplan y que los US$1,000 000,000 que se necesitan para la ayuda humanitaria inmediata se entreguen sin demora, con apoyo logístico.

Los miles de millones que ya están prometidos -antes de contar con valoración rigurosa alguna de las necesidades económicas- exceden ampliamente la ayuda básica per cápita puesta a disposición de otros desastres en África y otras partes del mundo. En lugar de prodigar favores especiales a la zona de desastre de los maremotos, los líderes globales deberían aprovechar el momento para ampliar el debate sobre qué hay que hacer para aliviar el sufrimiento humano en el mundo. La ola global de compasión podría aprovecharse para un propósito duradero.

Este fue el tema central de un discurso del señor Gordon Brown el jueves pasado, y de comentarios de Tony Blair, programados absurdamente para que chocaran entre sí en la última ronda del juego político entre el canciller y el primer ministro del Reino Unido. Como observaron ambos, no debe permitirse que el “tsunami” desvíe la ayuda y la atención del África Sub-Sahariana, una región que ya se ve terriblemente condenada a perderse los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

El “Plan Marshall para el tercer mundo” del señor Brown establece tres vías con las que el mundo desarrollado puede ayudar: un mayor alivio de la deuda, liberalización del comercio a favor de los pobres e incrementos en los flujos de ayuda. Dista mucho de ser la última palabra sobre una estrategia para el desarrollo. Pero echa a andar un debate importante.

El alivio de la deuda no tiene que ser la prioridad principal. Lo que importa es el flujo neto de recursos hacia los países pobres. Sin embargo, la ayuda es bienvenida donde constituye ayuda adicional, y donde los países receptores pueden emplear el dinero inteligentemente. El señor Brown tiene razón al mirar más allá del programa para los países altamente endeudados (HIPC, por sus siglas en inglés) y al insistir en que las cancelaciones  del Banco Mundial sean financiadas por los gobiernos. Si serán suficientes los que se ofrezcan a hacerlo así, es otro asunto. La revaluación del oro del Fondo Monetario internacional, es algo mucho más complejo que lo que sugiere el Reino Unido.

Sobre comercio, el señor Brown también está en lo correcto de que aún la extensa liberalización hará poco por ayudar a los países muy, muy pobres, a menos que ehaya también esfuerzos por generar capacidades. Esto nos trae de vuelta a la ayuda. El Reino Unido merece el crédito por comprometerse a recaudar un gasto para la ayuda de 0.75 del ingreso nacional hasta 2013. Sin embargo, el señor Brown insiste en promover su plan para recaudar una suma adicional de US$50 millardos al año, mediante la titularización de flujos globales futuros de ayuda, su International Financie Facility (IFF).  

Esto se parece a una fantasía monumental. El tratamiento contable le encaja Gran Bretaña, pero no a otros muchos donantes. Lo más probable es que el Reino Unido persuada a unos pocos socios para que se unan a un mini-IFF, probablemente para financiar vacunaciones, para lo cual la defensa del adelanto es particularmente fuerte. Esto vale la pena. Pero lo que importa al final es cuántos recursos más se van a reunir y de qué forma se van a emplear; no la forma en que se van a recaudar.

TRADUCCION: IVAN PEREZ CARRION

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