FINANCIAL TIMES
Un mapa norteamericano que Bush no podría ignorar

FINANCIAL TIMES <BR>Un mapa norteamericano que Bush no podría ignorar

POR PHILIP STEPHENS
La falla en la declaración de guerra al terrorismo de George W. Bush radica en su principio de organización; que esta es una campaña contra un enemigo finito, y de una duración finita, si bien indeterminada.

Todo combatiente islámico muerto en las montañas de Afganistán o extraído de los escombros de Faluya, fue un elemento borrado de la lista de los que amenazan el territorio nacional norteamericano. Puesto que solo podría haber una cantidad determinada dispuesta a morir por su odio a la libertad, tarde o temprano EEUU podría llegar a proclamar la victoria.

La insurgencia en Irak ha impuesto una realidad sombría a esta incomprensión de la naturaleza del terrorismo inspirado por al-Qaeda. Los enemigos de Estados Unidos se han multiplicado en respuesta a sus esfuerzos por destruirlos. El anti-norteamericanismo se ha esparcido por todo el mundo musulmán, y más allá. Irak sustituyó a Afganistán como la incubadora de una generación de combatientes de la «yijad».

Osama bin Laden puede que esté escondido. Pero la decapitación de al-Qaeda ha visto el surgimiento de redes más sueltas de extremistas islámicos en el arco de estados inestables y movidos por los conflictos que va desde el Oriente Medio hacia el este, hasta el extremo más distante de Asia. Y aún ahora, la disposición del señor Bush de confiarle al Pentágono de Ronald Rumsfeld su política anti-terrorista, destaca la imposibilidad de ver más allá de su dimensión militar.

El futuro alberga poca tranquilidad. El Consejo Nacional de Inteligencia (NIC), un descendiente de la Agencia Central de Inteligencia, acaba de completar su último ejercicio de lectura en la bola de cristal. Al hacer un mapa del paisaje geopolítico en el período hasta el año 2020, se presenta un cuadro depresivamente convincente de la evolución del terrorismo internacional.

Los factores claves que engendraron al-Qaeda y sus asociados, concluye NIC, no muestran señales de disminuir durante los próximos 15 años. Por el contrario, dice el informe, la diseminación de la ideología de los musulmanes radicales dentro y fuera del Oriente Cercano, la frustración con los regímenes autoritarios, las «bolsas» demográficas de jóvenes musulmanes desencantados y desvinculados; la distribución desigual de los frutos de la globalización, estados fracasados y la rápida difusión de la tecnología, así como la proliferación de armas de destrucción masiva, amenazan con una «tormenta perfecta». El terrorismo se hará más descentralizado, pero más peligroso. Grupos extremistas pudieran adquirir armas no convencionales, agentes biológicos, si no artefactos nucleares. Estos grupos bien pudieran conectarse más directamente con las luchas regionales y separatistas -hay que pensar en Chechenia y Cachemira, Mindanao y el sur de Tailandia, así como en Palestina e Irak.

Estas son advertencias. El informe del NIC, una valoración tan inteligente de la dirección que el mundo está tomando como se pueda ver, está en el interés de iluminar lo probable y lo posible, más que en hacer predicciones firmes. Intenta informar sobre la política, más que hacerla. Pero como quiera que se le mire, las tendencias señalan la miopía de enfoque de EEUU sobre el terrorismo internacional. Esta no es una lucha que se pueda ganar por las fuerzas clandestinas especiales y los comandos encubiertos, tan reiteradamente ensamblados por el señor Rumsfeld.

La visión estática del mundo empotrada en la guerra contra el terrorismo del señor Bush, sin embargo, no es única. Forma parte de una nostalgia más amplia de certezas pasadas. Los políticos y politólogos de Europa, al igual que los de EEUU han invertido demasiado tiempo en los últimos años preguntándose cómo restituir el viejo orden de cosas en lugar de enfrentar los cambios irreversibles en el paisaje geopolítico.

Aquí el informe del NIC, que explora las nuevas inseguridades que vendrán con el surgimiento de políticas de identidad y el extremismo político, así como el cambio de distribución del poder entre los estados, es un antídoto poderoso: algo que hay que leer no solo por parte de los políticos norteamericanos, para quienes se escribió, sino por los amigos y aliados de EEUU.

Hay que decir que el cuadro que pinta no es irremediablemente sombrío. Es, al contrario, la imagen de un mundo que es próspero al igual que inseguro, más conectado y fragmentado, más democrático en algunas partes y más autoritario en otras. La globalización, que se tiene como un agente poderoso de cambio geopolítico, y a la vez una forma de desarrollo económico, promete los mejores tiempos, y posiblemente los peores.

La buena nueva incluye la perspectiva de que la economía mundial sea 80% mayor en 2020 que al inicio del siglo. Los ingresos promedio subirán 50%, y el mayor crecimiento será en las regiones más pobres.

Y aunque pronostica que aumentarán los desafíos a la primacía norteamericana, el NIC también expone que EEUU será con mucho el poder preponderante, reteniendo el liderazgo significativo en la producción económica, en los logros tecnológicos y educacionales y la capacidad militar. La posibilidad de un gran conflicto armado, semejante a las conflagraciones globales que lastraron la primera mitad del siglo XX, parece ser, por tanto, relativamente remota.

Sin embargo, el hilo que encuaderna el informe es la conclusión de que el orden internacional que sostuvo la paz durante la segunda mitad del siglo, corre el riesgo de hacerse cada vez menos importante en las próximas décadas. El resurgir de China y la India, y posiblemente Brasil e Indonesia como grandes potencias, cambiará el propio concepto de «Occidente» como una entidad coherente. Otros ejes familiares de relaciones internacionales -Norte/Sur, desarrollados y en desarrollo- parecerán mucho menos significativos en un mundo en el cual China es la segunda gran potencia económica, y la producción de Brasil iguala la de Alemania.

Nadie sabe todavía cómo las nuevas potencias se van a incorporar al sistema internacional y, por lo mismo, si lo que hemos llegado a ver como un sistema de colaboración dará paso a algo más cercano a la competencia entre poderes que definieron la geopolítica, y los conflictos, de finales del siglo XIX y principios del XX. Los políticos anhelan hacer pronósticos, por las líneas rectas que les permite a ellos llevar mensajes simples a sus electores. El futuro de ahora tiene esquinas ciegas y encrucijadas sin señales de camino.

Lo que falta, por supuesto, en medio de esta cacofonía de desconocimiento conocido, es un sentido de si o cómo los líderes políticos de hoy deberían intentar darle forma a los acontecimientos. El informe del NIC insinúa que solo EEUU tiene la oportunidad de darle forma a un nuevo arreglo global comparable en profundidad y alcance al orden edificado por Roosevelt y Truman después de la Segunda Guerra Mundial. Consciente, sin embargo, su neutralidad política, rehuye las recetas políticas. Qué lástima.

VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION

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