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Washington y la cuestión Chávez

FINANCIAL TIMES <BR>Washington y la cuestión Chávez

POR PATRICK ESTERUELAS
Aprovechando el arribo de una nueva generación de líderes de izquierda en Brasil, Argentina, Uruguay, y otros países de América Latina, el presidente venezolano Hugo Chávez ha desplegado todos los esfuerzos posibles por promover una alianza de gobiernos modelados a partir de su llamada «Revolución Bolivariana», una mezcla de militarismo de izquierda, populismo y centrismo estatal para elevar el perfil de Venezuela en el extranjero, y forzar un retroceso de la influencia de Washington en la región. Cuando los peligros de inestabilidad social y política brotan en Ecuador y Bolivia, y se incrementa la presión por aumentar el gasto social, abundan los temores en Washington de que la fórmula semi-autoritaria del presidente y de gastar libremente ganen potencial dentro y fuera de la región andina, y forme las bases para un bloque de izquierda radical anti-norteamericano. ¿Cuán probable es que Chávez tenga éxito, y cuán preocupado debería estar Washington?

Se considera ampliamente que el gobierno de Chávez ha efectuado pequeñas donaciones y consejos estratégicos a líderes y grupos radicales de América Latina, incluyendo el campeón de los cultivadores de coca y aspirante a la presidencia de Bolivia, Evo Morales: al líder del Movimiento Sandinista, Daniel Ortega, de Nicaragua, y al Frente Farabundo Martí de Liberación nacional (FMN), de El Salvador, un ex-movimiento rebelde que se convirtió en una fuerza política legítima. Mientras que el patrocinio de Venezuela ha sido modesto, Chávez ha desempeñado un papel más directo en aconsejar a estos movimientos y fortalecer sus plataformas políticas y ambiciones de liderazgo. Otros bisoños líderes radicales de la región han encontrado en Chávez, de manera similar, una inspiración y un ejemplo a seguir, y utilizan su asociación con el señor Chávez como un medio para solidificar sus propias credenciales revolucionarias.

Sin embargo, ninguno de estos movimientos ha ganado potencial de importancia alguna dentro de sus países, y con la posible excepción de Ortega, sus aspiraciones presidenciales son bastante limitadas. Morales se convirtió en una de las figuras políticas más influyentes y visibles a través de su papel central en la destitución del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, en octubre de 2003. Sin embargo, obtuvo un decepcionante 18% de la votación en las elecciones municipales de 2004, y todavía tiene que hacer llegar su atractivo más allá de las comunidades rurales donde se cosecha la coca de Bolivia. En El Salvador, el FMLN sufrió una derrota dolorosa a manos del candidato de centro-derecha, Tony Saca, el año pasado, mientras que el movimiento político Sandinista de Nicaragua amenaza con disolverse bajo el peso de una batalla por el liderazgo entre el líder del partido, Ortega, y el alcalde de Managua, más moderado, Henry Lewittes, con miras a las elecciones presidenciales de noviembre de 2006.

La riqueza petrolera de Venezuela ha resultado ser una herramienta diplomática mucho más efectiva, al asegurar alianzas estratégicas con Brasil y Argentina, mientras compra el apoyo de sus clientes dependientes del crudo de América Central y el Caribe. Acuerdos conjuntos recientes para la infraestructura entre la compañía petrolera estatal venezolana Petróleos de Venezuela (PDVSA) y PETROBRAS, propiedad del Estado brasileño, han ayudado a apoyar la estrategia de diversificación de la producción de esta última, mientras que la recién creada compañía estatal Energía Argentina (ENARSA) ha llegado a depender casi exclusivamente de PDVSA en la ayuda para construir las futuras redes de producción y distribución. A Venezuela le gustaría llevar estas alianzas más lejos, y ha propuesto integrar estas tres compañías petroleras estatales para constituir las bases de una compañía petrolera regional (PETROAMERICA), que controlaría más de 11% de las reservas mundiales de petróleo, y elevar así el potencial diplomático y comercial de Venezuela. No obstante, las complicaciones legales de Brasil y su negativa para respaldar el proyecto, evitarán que el ambicioso proyecto del señor Chávez cobre mucha fuerza.

Aparte de los beneficios comerciales directos que es probable que Brasil y Argentina deriven de su asociación con Venezuela, es poco probable que los líderes del Cono Sur de América Latina faciliten su apoyo a la agenda radical de Chávez. A diferencia de una Venezuela rica en petróleo, la exposición de Brasil y Argentina al mercado de capital internacional y sus pesadas deudas estimularán la adopción de una política económica cautelosa, y fiscalmente conservadora. Ambos países, fundamentalmente, combinarán un compromiso con el cambio social con un incremento en la responsabilidad fiscal, con el fin de generar la estabilidad y garantizarse el capital que necesitan para financiar sus proyectos sociales.

Por eso, en lugar de ver a Chávez como un faro de la izquierda en la región, el presidente brasileño Luis Ignacio «Lula» da Silva y su homólogo argentino, Néstor Kirchner, es probable que actúen como una influencia moderadora, y que pongan todos sus esfuerzos para estabilizar las relaciones regionales con EEUU a corto y mediano plazo. La secretaria de Estado, Condoleeza Rice, y el secretario de Estado ayudante para el Hemisferio Occidental, Roger Noriega, están contando con Lula y otros líderes regionales moderados para que ayuden a impedir un comportamiento más radical en Venezuela, mientras evitan confrontaciones diplomáticas más directas con Chávez.

En contraste, las ventas de petróleo han resultado ser una herramienta de potencial mucho más eficaz en América Central y el Caribe, donde las ventas de crudo con descuento de Venezuela constituyen un porcentaje más importante de las importaciones de petróleo. El gobierno de Chávez suministra más de 160,000 barriles diarios (bd) a 11 países de América Central y el Caribe, bajo los términos del Acuerdo de San José de 1980 y el Acuerdo de Energía de Caracas de 2000, y más de 100,000 bd como promedio a Cuba. Venezuela ha utilizado regularmente la amenaza de una congelación de las ventas de petróleo como un medio para presionar a sus socios comerciales, incluyendo a República Dominicana, cuando no investigó las acusaciones de que el ex presidente Carlos Andrés Pérez estaba conspirando contra el señor Chávez en Santo Domingo.

No es muy probable que los socios comerciales de Venezuela importen los ideales de Chávez y apoyen la creación de una coalición anti-EEUU y anti-mercado, pero lo acuerdos actuales de exportación de petróleo e inversiones, unidos a la popularidad del señor Chávez entre los electorados izquierdistas radicales en la región, harán que los socios de Chávez hagan una pausa antes de condenar sus prácticas cada vez más anti-democráticas, o ponerse del lado de Washington en sus esfuerzos por aislar a Venezuela en la región.

Como resultado, las asociaciones petroleras de Chávez en la región deberán proteger a Venezuela de cualquier atraque diplomático a corto plazo, siempre que los precios del petróleo se mantengan suficientemente elevados para satisfacer las demandas fiscales internas y los compromisos de exportación de Venezuela. Una fuerte caída en los precios del crudo, por otra parte, pudiera dejar a Chávez sustancialmente con menos espacio para maniobrar, en la medida que su gobierno se viera ante la opción de respaldar la amplia gama de proyectos sociales de Venezuela, o a los aliados de Chávez, mediante las ventas con descuento. Y mientras la retórica de Chávez oculte parte de estas debilidades, o todas, el espacio limitado para la acción de su gobierno pudiera ayudar a apaciguar algunos de los miedos más profundos de Washington.

VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION

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