FINANCIAL TIMES
A raíz del desastre, algunos siguen en busca del dinero

<STRONG>FINANCIAL TIMES<BR></STRONG>A raíz del desastre, algunos siguen en busca del dinero

JOHN AUTHERS
En pocas ocasiones ha habido un mejor momento para poner a prueba uno de los más antiguos dictámenes de la inversión: que usted debe comprar justo cuando hay sangre en las calles.

Hay una oportunidad de hacer precisamente eso justo después del terremoto, el tsunami y la emergencia nuclear de Japón, así como de todo un sinnúmero de tragedias. Pero ¿realmente será una buena idea invertir en el momento en que otros están sufriendo, y más específicamente, habrá una real oportunidad de compra en Japón en el presente?

Si el verdadero significado de lo que dicen es que hay comprar cuando los precios están más bajos, entonces es una posición común y deja abierto el cuestionamiento de cómo proceder cuando los precios realmente han tocado fondo.

No obstante, esto habla de una verdad más profunda, que como humanos somos afectados por un sufrimiento claramente humano, y que este nubla nuestro juicio. Por lo tanto es plausible que el mercado pueda reaccionar de una forma exageradamente predecible a los acontecimientos con un alto costo humano y asumir que el costo económico también es alto. Esa propuesta tiene algo de verdad en ella.

Garry Evanns, de HSBC, buscó las reacciones del mercado de acciones a las catástrofes que hasta cierto punto eran similares al desastre japonés de la semana pasada: el terremoto Kobe de 1995; los ataques terroristas del 2001; el terremoto chileno del año pasado; y el terremoto de Taiwán de 1999.

En cada caso, el mercado de acciones local bajó entre un 6 y un 8% en los días después del desastre y quedó débil y volátil por alrededor de un mes. Pero este recobró su nivel pre-catástrofe en un periodo de entre 23 y 78 días, después del cual se hicieron cargo los factores que habían preocupado al mercado antes del desastre. Cientos de días después del desastre, el afectado mercado estaba siempre alto, y en un caso por casi un tercio en relación a su nivel pre-desastre. Así que los desastres presentan oportunidades de compra, según parece.

Pero de eso se trata justamente el mercado de acciones. Este desastre también afecta el mercado de divisas, guiando, en el caso del último terremoto japonés, a la primera intervención coordinada de las divisas por parte de los bancos centrales en más de una década. Contraintuitivamente, el terremoto causó que el yen se fortaleciera contra el dólar mientras los comerciantes trabajaban en la suposición de que los ahorrantes japoneses (que mayormente tienen su dinero escondido en el extranjero) tendrían que traer el dinero a casa, mientras los grupos internacionales de seguros tendrían que hacer grandes pagos en Japón, lo cual significaría vender dólares y compran yenes.

Antes de que los bancos centrales intervinieran, el yen subió un 8% contra el dólar, salvando del dolor de la caída de las acciones japonesas a los inversionistas internacionales, pero también predispone a cualquier “cazador de gangas” a una desagradable pérdida cuando el yen retorne a los niveles precrisis.

La experiencia de Kobe, que también requirió grandes pagos de seguros, es instructiva. El mercado de acciones tuvo serias pérdidas en términos de yen, pero, como muestra la estadística, un aumento en el yen virtualmente las saca del alcance de los inversionistas internacionales por un periodo de tres meses. Esta vez, el mercado de monedas extranjeras parece estar por delante de sí mismo y trabajando en la suposición de que esos flujos de repatriación son una certeza.

Así que los inversionistas internacionales no deberían comprar cuando hay sangre en las calles sin pensar en el contrabalance que a menudo llega del intercambio de divisas.

Pero queda una pregunta final. Hay una respuesta psicológica inmediata a una catástrofe, pero los que buscan ingresos a largo plazo quieren comprar activos cuando estos están verdaderamente baratos. ¿Eso le aplica a Japón en el presente?

La letanía de problema de Japón es bien conocida. Su economía se ha estancado por dos décadas, no hay lugar para la estimulación de dinero, el gobierno tiene el más serio déficit del mundo desarrollado y su población está envejeciendo, indicando que las cosas están destinadas a ponerse peor. Si usted quiere vivir en un país que disfrute de un rápido crecimiento económico, usted puede hacer algo mejor que mudarse a Japón. Pero nada de esto se opone a la posibilidad de que el mercado está valorando demasiado baratas las acciones de Japón.

Si evaluamos el valor respecto a los demás países, Japón ha sido barato por años y absurdamente parece así. Juzgado como un múltiplo del valor contable (los activos menos los pasivos en sus balances generales), las compañías japonesas son la mitad de caras que las compañías de E.U.

Juzgados por los múltiplos cíclicos de precios/ganancias (comparando los precios de las acciones al promedio de ganancias en los pasados 10 años), Dylan Grice de Société Générale muestra que las acciones japonesas, en un múltiplo de 16 para el índice Topix, son tan baratas como lo habían sido desde finales de los años 60. (Ajustándose a la inflación, estuvieron ligeramente más baratas en 1978).

Sin duda que hay advertencias. Los desastres pueden tener efectos políticos. En la historia reciente, por ejemplo, el presidente George W. Bush nunca ganó su base política después del huracán Katrina. Así que hay un manto de incertidumbre ahí. El incidente nuclear se agrega a un manto tóxico de incertidumbre que no estuvo presente después de Kobe (aunque, por la misma razón, ni el accidente nuclear de la Isla Three Mile, ni el de Chernobyl, tuvieron ningún impacto discernible en los mercados de acciones). En este caso, no parece que el viejo dicho sea correcto. La predecible respuesta psicológica a un desastre ha convertido un mercado ya barato en una oportunidad de compra.

La manufactura está en todos lados en este siglo XXI

Gillian Tett

La semana pasada estuve en la tienda American Girl de Manhattan, el templo del consumo al por mayor de ropas y muñecas “americanas”. Mientras hacía la fila para comprar un disfraz de porrista de talla 6 y otro de jugador de fútbol, me tuve que reír, porque resulta que había una etiqueta rojo, blanco y azul que decía “Hecho en China”.

Es una metáfora que hay contar sobre un dilema mayor en los ámbitos económico, cultural y político, que está acechando al mundo occidental. Durante la década pasada, muchos procesos de manufactura que acostumbraban a ocurrir en E.U. y en la parte occidental de Europa, se han movido a otros lugares. En el 2010, China desplazó a Estados Unidos como   mayor fabricante del mundo, de acuerdo a un estudio emitido la semana por IHS Global Insight. Esta es la primera vez que E.U. ha perdido el primer lugar en 110 años.

La lista de productos envueltos en este cambio crece cada día más. De acuerdo a la revista Newsweek, una serie de artículos aparentemente americanos ya no son más producidos en E.U., incluyendo las muñecas Barbie, Hummers, máquinas de goma de mascar, máquinas de discos Wulitzer, jeans Levi’s y los zapatos deportivos de baloncesto Converse All Star. Incluso las pelotas de baloncesto Spalding, las pelotas oficiales de la NBA, ya no son americanas, por el hecho de que son cosidas en el extranjero.

Como era de esperar, muchos americanos están nerviosos. El presidente Barack Obama compara el crecimiento de China y de otros mercados emergentes con el lanzamiento del misil Sputnick de la Unión Soviética, un evento tan impactante que podría impulsar la nación.

Pero la historia real no es solamente que algunos productos ya no son enteramente “americanos”, en cambio, el mayor problema es que ahora son producidos en demasiados lugares, con tan complicadas cadenas de suministro, que es difícil decir dónde es que realmente son fabricados.

Un fascinante documento reciente del Banco de Desarrollo Asiático parece, por ejemplo, en donde un iPhone se fabrica. La compañía Apple, es americana; sin embargo, los componentes son diversamente ensamblados en China, Corea, Taipei, Alemania y E.U., involucrando casi una docena de compañías que son difíciles de encasillar en una etiqueta étnica.

No es solamente en los efectos electrónicos que estas etiquetas se hacen dudosas, en la ropa italiana, que son confeccionadas en China, ya no podrá decir la etiqueta “Hecho en Italia” que lleva prestigio entre los consumidores.

VERSIÓN AL ESPAÑOL DE ROSANNA CAPELLA

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