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Cómo lidiar con la guerra de divisas con una China rebelde

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MARTIN WOLF
¿Ha llegado el momento de una guerra de divisas con China? La respuesta parece cada vez más afirmativa. La política y la economía del asalto sobre la política de la tasa de cambio china es cada vez más convincente. La idea es, por supuesto, profundamente inquietante. Pero yo ya no creo que haya una alternativa.

Debemos hacer cuatro preguntas. ¿Es China un “manipulador de monedas”? Si lo es, eso importa?  ¿Razonablemente, qué puede se le puede pedir que haga? Finalmente, ¿Podrían otros países cambiar las políticas de China, con daño colateral limitado?

La primera pregunta es la más fácil. Si la decisión de invertir la mitad del producto interno bruto del país en las monedas de reservas no es manipulación de tasa de cambio, ¿entonces qué es? Además, esterilizando los efectos monetarios, el gobierno chino también ha reducido el mecanismo de ajuste en el régimen de tasa fija, explicado por el gran filósofo escocés, Davide Hume, en el siglo 18.

Ahora, cambie a la segunda pregunta: ¿Eso realmente importa? Una respuesta sería, que esto es una política proteccionista. Mantener baja su tasa de cambio real, la producción de subsidios de China de sus exportaciones y los sustitutos de importación. Desde que China en la actualidad es el mayor exportador del mundo, esto tiene que ser una distorsión significativa del comercio mundial.

La cuenta actual de superávits de los chinos está lejos de ser la única explicación para la cuenta actual de déficit de Estados Unidos. Todavía, también es cierto que las políticas de divisas de China han conducido las de otros países; esos países de altos ingresos de importación de capital son incapaces de hacer un uso productivo del ahorro de superávit de los países emergentes; y que el flujo neto de fondos de los pobres hacia los ricos es conjuntamente perverso.

Además, si los países de altos ingresos como E.U. están por tener sectores más prudentes y más disciplina fiscal, entonces ellos deben disfrutar de un gran aumento de inversión o un cambio en la cuenta actual de superávit. Más plausiblemente, ellos necesitan ambas cosas.

En adición, dados los continuos ahorros de superávits de Alemania, Japón y un número de países de altos ingresos, el retorno a un crecimiento estable en la economía mundial requiere que los países de altos ingresos afectados, como cierto grupo, se mueva en una cuenta actual de superávit considerable. China es el país emergente más dinámico y solvente. Este también maneja la cuenta de superávit actual más grande del mundo. Si todo el cambio compensatorio hacia el déficit es en las economías emergentes mucho más débiles, el último resultado es posible que sea otra ronda de crisis financieras. Todavía China podría mover la cuenta de superávit actual de hoy hacia un déficit, por $300 millardos al año, a un riesgo insignificante.

Esto nos dirige a una tercera pregunta: ¿Razonablemente, qué se le puede pedir a China que haga? Un ajuste en la tasa de cambio nominal no es ni siquiera necesario, ni es una condición suficiente para reequilibrar la economía mundial: no necesariamente, debido a que una inflación más alta podría conllevar cambios relativos en los precios, en cambio;  no es suficiente, ya que ésta todavía requeriría un incremento en el gasto local relativo a la producción. A lo sumo, por lo tanto, un ajuste en la tasa de cambio nominal es un facilitador de un conjunto más amplio de los ajustes deseados.

De ese modo el menú de posibles opciones para las autoridades chinas podría incluir un límite sobre la intervención, un fin para esterilización de las consecuencias monetarias y los objetivos para la demanda local real, el consumo familiar y la cuenta actual. Mientras tanto, China podría demandar acciones complementarias en otros lugares, notablemente en E.U.

En cualquiera de estas discusiones, uno tendría que dirigir las preocupaciones de los chinos a que permitan que la tasa de cambio se aprecie significativamente, lo que no solamente perjudicaría la industria de exportaciones, sino que arriesgaría a una “década perdida” similar a la de Japón en los años 90. Lo que le sucedió a Japón fue grandemente el resultado de usar la política monetaria después de 1985 para poder compensar el impacto negativo del aumento de la tasa de cambio sobre las exportaciones netas. Naturalmente, China no desea entrar a la misma trampa.

 Pero, como argumenta Gabriel Stein de Lombard Street Research en un informe emitido en junio, las dos situaciones son muy diferentes: China tiene un potencial mucho mayor para el rápido crecimiento que tuvo Japón a finales de los 80, debido a que el producto interno bruto de Japón por cabeza (en la paridad del poder de compra) ya estaba cerca al de E.U., mientras que el de China es menos de una quinta parte; y China, por encima de todo, tiene un enorme potencial para tasas de consumo más altas.

La agresiva expansión de crédito es una forma peligrosa de lograr un aumento permanente en el gasto local en relación a la producción. Eso también requerirá cambios estructurales en la economía. Pero estos son demasiados para el interés de los chinos.

Esto dirige a la pregunta final: ¿Cómo se podría convencer o forzar a China de que cambie sus políticas? La negociación sigue siendo una esperanza. El resto del Grupo de 20 países principales puede unirse para solicitar estos cambios. Pero si la negociación continúa por fracasar, deben considerarse las alternativas.

Los recargos de importación son todavía una posibilidad. Fred Bergsten del Instituto Peterson de Washington solicitó una intervención compensatoria de la divisa; y Daniel Gros del Centro de Estudios de Políticas Europeas en Bruselas recomienda la reciprocidad de la cuenta capital: los países afectados pueden prevenir al mismo tiempo a otros países de comprar sus instrumentos financieros, a menos que los últimos ofrezcan acceso recíproco a sus mercados financieros. Esta idea también haría que el plan de Bergsten sea más efectivo.

Yo encuentro ideas mucho más atractivas para la intervención en mercados de capital que aquellas que involucran una acción contra el comercio, como propuso la Cámara de Representantes de E.U. la semana pasada. Primero, la acción sobre el comercio tiene que ser discriminativa: no hay razón para atacar las importaciones, es simplemente cambiar el comportamiento chino.

Pero, casi ciertamente, esto sería una violación de las normativas de la Organización Mundial de Comercio. Una guerra comercial sería muy peligrosa. Insistir en que China detenga la compra de pasivos de otros países hasta que opere estrictos controles sobre ingresos de capital es, en cambio, directo y proporcionado y, por encima de todo, movería al mundo hacia la apertura del mercado.

Algunos temen que la cesación de las compras chinas de bonos del gobierno de E.U. dirigiría a un colapso. Nada es menos posible, dado los masivos superávits financieros de los sectores privados del mundo y el continuo rol del dólar. Si esto debilita el dólar, no obstante, eso sería útil, no perjudicial.

La economía mundial post crisis no funcionará hasta que su economía más dinámica sea también su mayor exportador de capital. Además, China se ha asegurado a una extensión mucho más adecuada. Adoptar un conjunto de políticas que tornen a China como un importador neto beneficiaría tanto a su propia gente como al resto del mundo. El momento ha llegado de moverse más allá de la retórica. La acción es urgente.

Las claves

1.  Política proteccionista

Expertos dicen que en China se aplica una política proteccionista, pues esta mantiene baja su tasa de cambio real, la producción de subsidios de China de sus exportaciones y los sustitutos de importación. Desde que China en la actualidad es el mayor exportador del mundo, esto tiene una distorsión del comercio mundial.

2.  Guerra peligrosa

Una guerra comercial sería muy peligrosa. Insistir en que China detenga la compra de pasivos de otros países hasta que opere estrictos controles sobre ingresos de capital es, en cambio, directo y proporcionado y, por encima de todo, movería al mundo hacia la apertura del mercado.

3.  Economía mundial

La economía mundial post crisis no funcionará hasta que su economía más dinámica sea también su mayor exportador de capital.  Además, China se ha asegurado a una extensión mucho más adecuada.

VERSIÓN AL ESPAÑOL DE ROSANNA CAPELLA

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