FINANCIAL TIMES
El desastroso fracaso de la cumbre de líderes de la eurozona

FINANCIAL TIMES<BR>El desastroso fracaso de la cumbre de líderes de la eurozona

MARTIN WOLF
A quienes los dioses desean destruir primero se vuelven locos. Esa fue mi reacción en relación al resultado de la reunión de la semana pasada del Consejo de la Unión Europea.

Muchos enfocaron su atención, lo que es comprensible, en la decisión de David Cameron, el primer ministro de Reino Unido, de vetar un nuevo tratado.

Pero el comportamiento de Reino Unido se llevó la atención del fracaso de los líderes de la eurozona en diseñar un remedio creíble para las enfermedades de la unión monetaria. En cambio, ellos proponen apretar los tornillos de los que se mantienen apartados de las normas fiscales. Esto puede verse bien, pero no funcionará.

Cameron presentó a sus colegas con una lista de demandas diseñadas para proteger tanto a City como la habilidad del gobierno de Reino Unido para regularlo, lo cual transcurrió en gran medida sin obstáculos por parte de los reguladores europeos.

En cambio, Cameron podría haber establecido que él aceptaría un tratado que se aplicara solamente a los miembros y candidatos a miembro de la eurozona.

Él podría haber dado a entender que apuntaría a un tratado que hiciera más que esto al referéndum de R.U. (el cual seguramente se hubiera perdido). Pero por el contrario, él terminó sin garantías adicionales para City y un estatus semi-independiente dentro de la Unión Europea, sobre el que él ha insistido que quiere que R.U. siga siendo miembro.

Eso no es un éxito.  Él no ha logrado nada positivo, sino que está socavando la credibilidad de la membresía de R.U. en la U.E. Eso genera costos sustanciales.

Sin embargo, mucho más importante que esta pieza del teatro político británico es lo que pueda suceder ahora dentro de la eurozona. En relación a esto yo soy pesimista. Alemania y Francia han coincidido en que no tiene que haber ninguna unión, ni fiscal, ni financiera, ni política. El hecho de no superar los defectos de la construcción original es predecible, pero grave.

La decisión central era fortalecer la disciplina fiscal, construyendo así lo que Angela Merkel, canciller de Alemania, y Nicolás Sarkozy, presidente francés, llamaron la semana pasada “la unión de estabilidad y crecimiento”, o, como yo creo que debe ser, una “unión de inestabilidad y estancamiento”. Incluso bajo un tratado intergubernamental, todavía esta disciplina reforzada podría probablemente ocurrir por vía de instituciones de la U.E., como ahora afirma Olli Rehn, comisionado europeo para asuntos monetarios y económicos.

¿Cuáles son los detalles principales? Primero, como declararon los jefes de gobierno de la eurozona: “los déficits generales del presupuesto del gobierno deben ser balanceados o de igual forma los superávits: este principio se considerará respetado, si, como una norma, el déficit estructural anual no excede un 0.5% del producto interno bruto”. Segundo, “dicha norma también será introducida en los sistemas legales de los países miembros”. La norma contendrá un mecanismo de corrección automático que debe ser impulsado en caso de desviación”.

Una simple objeción a estas ideas debe ser que estas son sorprendentemente difíciles, como denota FT Alphaville.

El Consejo establece que “los pasos y sanciones propuestas o recomendadas por la Comisión serán adoptados a menos que una mayoría calificada de los estados miembros del área del euro se opongan”. Aún así, yo sigo sin convencerme de que los pavos vayan a votar por la navidad.

Sin embargo, supongan que lo hagan. Esto significaría sobre estimaciones profundamente inciertas respecto a los déficits estructurales, la Comisión, un organismo de burócratas no electos, impondrían sanciones sobre los gobiernos electos, en un momento en que los últimos están bajo gran presión. ¿Qué hará la Comisión si todavía ellos fallan en cumplir? ¿Los absorbería? La respuesta, que ahora sabemos, es que sí. Esta es una monstruosidad constitucional.

Todavía más importante, según los argumentos del profesor Kevin O´Rourke, de la Universidad de Oxford, sobre el Proyecto Sindicato, es que se trata también de una monstruosidad económica. Hago esta aclaración, cambiando el análisis del balance de pagos de la semana pasada por un balance financiero extranjero, privado y gubernamental en los miembros de la eurozona. Les recuerdo a los lectores, que por definición, estos tienen que sumar cero. Pero es muy reveladora en cómo van las sumas.

Como expresé la semana pasada, los desequilibrios fiscales fueron modestos frente a la crisis, pero los desequilibrios de cuentas corrientes actuales fueron enormes.

Los fondos privados de superávits en algunos países (notablemente Alemania y los Países Bajos) fueron intermediados por el sistema financiero para financiar los déficits privados en otros (notablemente Grecia, Irlanda, Portugal y España).

Cuando la crisis sacudió, estos flujos cesaron. Los déficits de los sectores privados colapsaron (la mayoría cambiando a superávits), mientras los déficits fiscales explotaron. Ahora, dice Alemania, estos últimos deben ser reducidos.

Por definición, la suma de déficits de cuenta corriente y privados debe también bajar hasta cero. Los sectores privados de los antiguos países importadores de capital se han movido hacia los superávits por una buena razón y es que ellos están tratando de reducir sus deudas, entre otras cosas debido a que sus activos están cayendo en valor. De ese modo los déficits externos necesitan bajar. Eso puede ocurrir en una buena o mala manera.

La buena sería por vía de una mayor producción de exportaciones y sustitutos de importación; la mala sería por vía de una recesión más profunda. La buena forma requiere de mucho más importaciones en el centro de la eurozona o mucha mayor competitividad para la eurozona en general. Pero hay poca oportunidad de que esto ni siquiera exista, bajo las plausibles expectativas para la demanda y la actividad.

Eso termina dejando la mala forma: profundas recesiones, en las que el gobierno reduce su déficit mediante una deflación aún mayor al sector privado.

En pocas palabras, es extremadamente difícil eliminar los déficits fiscales en los países importadores de capital, sin confrontar prolongadas recesiones o enormes mejoras en su competitividad externa; pero esto último es relativo; así que las necesitadas mejoras en el rendimiento externo de los débiles países de la eurozona implican un deterioro en el rendimiento de los exportadores de capital de la eurozona, o un rendimiento externo radicalmente mejorado para la eurozona en general.

Lo primero significa que Alemania se vuelva menos alemana. Lo segundo implica que la eurozona se vuelva una mega-Alemania. ¿Quién puede creer que cualquiera de estos resultados puede ser posible?

Esto deja en gran parte el más plausible resultado de la orgía de austeridad fiscal: las recesiones estructurales a largo plazo en los países vulnerables. Para ponerlo sin rodeos, la moneda única llegará a presentar bajas salariales, deflación de deuda y prolongados desplomes económicos. ¿Puede esto; no obstante, representar mayores costos de una ruptura?

La eurozona no tiene un plan creíble para arreglar sus propias fallas, aparte de una mayor austeridad fiscal: no tiene que haber una unión fiscal, financiera o política; y no tiene que haber un mecanismo balanceado para el ajuste económico en ambos lados de la brecha entre acreedor-deudor.

En cambio, la decisión es tratar aún más duro con un pacto de estabilidad y crecimiento cuyos fallos hayan sido tanto predecibles como persistentes. Sí, el señor Cameron cometió un error la semana pasada, pero el de la eurozona parece mucho más grande.

Las claves

1.  Reunión

A quienes los dioses desean destruir primero se vuelven locos. Esa fue mi reacción en relación al resultado de la reunión de la semana pasada del Consejo de la Unión Europea.

2.  Reino Unido

 El comportamiento de Reino Unido se llevó la atención del fracaso de los líderes de la eurozona en diseñar un remedio creíble para las enfermedades de la unión monetaria.

3.  Decisión central

La decisión central era fortalecer la disciplina fiscal, construyendo así lo que sugirieron Angela Merkel, canciller de Alemania, y Nicolás Sarkozy, presidente de Francia, llamaron la semana pasada “la unión de estabilidad y crecimiento”, o, como yo creo que debe ser, una “unión de inestabilidad y estancamiento”.

 VERSIÓN AL ESPAÑOL DE ROSANNA CAPELLA

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