FINANCIAL TIMES
El fútil intento de salvar a la eurozona de la crisis del euro

<STRONG>FINANCIAL TIMES<BR></STRONG>El fútil intento de salvar a la eurozona de la crisis del euro

Samuel Brittan
Para algunos que pasaron la infructuosa lucha que tuvo lugar desde el 1961 hasta el 1967 para evitar la devaluación de la libra esterlina, la seria crisis que rodea el euro resulta tristemente familiar. Primero hay una sorpresiva pérdida de confianza. Luego hay una serie de operaciones de rescate, usualmente toman la forma de garantías internacionales de un tipo o de otro.

Estas son respaldadas por medidas restrictivas locales que dirigen a una recesión local. Finalmente, las presiones financieras se alivian y cerca de la normalidad se ve que retornan nuevamente. Pero entonces, cuando pocos lo están buscando, hay otra crisis, otro conjunto de rescates internacionales y otro conjunto de restricciones locales. Y así sucesivamente. De manera eventual, la lucha es abandonada, y los líderes políticos y financieros trabajan en recoger las piezas.

A medida que los países en la eurozona han abandonado sus propias monedas nacionales, las presiones se han sentido en la ampliación de los mecanismos entre los valores gubernamentales alemanes y los de los países miembros periféricos. La serie de operaciones de rescate ya ha comenzado y el euro se dice que ha sido “salvado. Podemos adivinar el resto de la historia.

La desintegración es posible que sea un proceso de desorden y tomará tiempo aclarar si habrá una reversión a las divisas nacionales o si emergerán dos o tres zonas sucesoras. Verdaderamente, la insistencia del gobierno alemán sobre las increíblemente severas políticas fiscales hace que uno piense si este realmente desea que el euro continúe en su forma actual. Wolfgang Schäuble, el ministro financiero alemán, ha dicho: “En caso de que un miembro de la eurozona ultimamemente se vea incapaz de consolidar sus presupuestos o de restaurar su competitividad, este país podría como último recurso salir de la unión monetaria mientras es capaz de permanecer como miembro de la Unión Europea”. No es una previsión muy profunda de que si un país fuera a salir, el punto financiero cambiaría hasta el más vulnerable de los miembros restantes.

La inestabilidad fundamental de la actual eurozona ha sido exhaustivamente analizada por el economista Christopher Smallwood en un documento de Capital Economics. (“¿Por qué el euro necesita disolverse?””. Smallwood, quien fue por varios años director de política del Partido Social Demócrata Británico pro-UE, es improbable que tenga una influencia antieuropea. Él no tiene dificultad en mostrar cuán irrealistas son los recortes de gastos e incrementos de impuestos para los cuales los gobiernos mediterráneos se han comprometido en retorno para el apoyo de sus asociados del euro y el Fondo Monetario Internacional.

La contracción fiscal inmediata en Grecia asciende a un 7% del producto interno bruto del país y hace que George Osborne, Ministro de Hacienda de Gran Bretaña parezca una apacible paloma. El constreñimiento intentado sobre esta escala desalentaría la economía y arriesgaría a crear un círculo vicioso de deuda y deflación.

Pero, aunque las obligaciones de deuda y fiscales puedan ser negociadas, estamos lejos de salir de la maraña. Smallwood reprodujo algunas tablas elocuentes que muestran cómo aumentan los costos de unidad laboral en la década de la existencia del euro por alrededor de un 30% en relación a Alemania.

Podría ser que estos índices dan un peso excesivo a la manufactura, pero es demasiado fino el hilo sobre el cual basar un resultado optimista. Yo admito haber pensado que es posible que el mismo euro pueda haber prevenido estos mecanismos históricos de reafirmarse. Pero ellos están de regreso. Aún a los coroneles griegos, Franco, Mussolini o Salazar les hubiera sido difícil ponerse a reducir los salarios nominales a la escala requerida.

Los eurofederalistas lucharán con uñas y dientes para prevenir una desintegración de la eurozona. Ellos son poderosamente reforzados por los bancos con inversiones en los países periféricos. Pero, si algo es insostenible, no será sostenido.

Las divisas han dejado las uniones monetarias en el pasado, un reciente ejemplo es la salida de Irlanda de la unión monetaria de Reino Unido en el 1979. Smallwood discute un periodo de ínterin de altas tasas de interés para motivar los depósitos griegos a quedarse tal como están, reforzados por los créditos en drachma (moneda griega) de las instituciones financieras de último recurso del banco central griego.

Durante el periodo en que la devaluación de la libra esterlina fue conocida como “La gran innombrable”, una pequeña banda de oficiales de la Tesorería conservaron un “libro de guerra” sobre cómo lidiar con la innombrable en caso de que esta, sin embargo, sucediera. Harold Wilson, el primer ministro, ordenó que el “libro de guerra” fuera físicamente quemado, lo cual, por supuesto, no sucedió. Es difícil creer que dicho manual no existe en Atenas, Frankfurt o tal vez en otros centros europeos.

Muchos ciudadanos alemanes desearían tener el marco alemán (D-Mark) de vuelta. Los sureuropeos no dudan en compartir el deseo humano de tener su pastel y comerlo; pero al final, ellos seguramente le darán la bienvenida a la oportunidad de ganar el control de sus propios destinos antes que enfrentar un periodo indefinido de estancamiento y la decadencia de los estándares de vida.

 No puedo hablar por Francia. Pero seguramente un día hasta sus líderes considerarán que ninguno de los ingeniosos planes de las divisas que ellos han estado produciendo por las pasadas décadas les dará el control que ellos desean sobre Alemania.

La cifra

7 por ciento.  Del Producto Interno Bruto (PIB)  asciende la contracción fiscal inmediata en Grecia  y hace que George Osborne, ministro de Hacienda de Gran Bretaña parezca una apacible paloma. El constreñimiento intentado sobre esta escala desalentaría la economía y arriesgaría a crear un círculo vicioso de deuda y deflación.

Bernanke empuja sobre una corriente a largo plazo

Con la economía de E.U. arrastrándose lentamente para salir de la recesión, mientras tanto la Reserva Federal se ha esforzado en indicar que está lista para entrar en acción. El miércoles pasado actuó y en grande. Pero su bien asesorado retorno sobre el alivio cuantitativo, o QE2, amenaza más que todo con mostrar la impotencia de la Fed.

Los mercados ya habían demarcado el QE2: en todo caso, ellos ven el anuncio por el lado tímido. Los rendimientos a 10 años de la Tesorería cerraron a 2.58%, por encima del nivel que alcanzaron a finales de agosto, después que el presidente de la Fed, Ben Bernanke ha comenzado a comunicar la intención de reiniciar las ventas de activos. El rendimiento a 30 años está ahora medio punto porcentual más alto que en ese entonces, reflejando la opción de la Fed de instruir su capacidad de aumento en lo que respecta a las tasas a mediano plazo.

En contraste, los mercados de acciones están eufóricos: todos los índices mayores han aumentado por más de un 2%.

Los inversionistas en valores tienen buena razón para celebrar, ya que Bernanke parece haber hecho que Greenspan lo dejara por su cuenta. Evidentemente él da la bienvenida a precios más altos de las acciones, así como también a rendimientos de bonos más bajos.

Para que el movimiento de los precios de los activos de la Fed afecte más que la suerte relativa de los alcistas y bajistas, un financiamiento corporativo más barato debería estimular a que las empresas a inviertan más.

Pero E.U. está atrapado en la madre de las trampas de liquidez: las grandes compañías no financieras están ahogadas en efectivo. Nuevamente, los costos de los préstamos no están manteniendo la inversión; la incertidumbre sobre la demanda futura sí lo está. Las elecciones a mediano plazo no elevarán esa incertidumbre.

Los políticos obsesionados con el déficit pueden poner peor las cosas.

Bernanke espera que el QE2 pueda reactivar el consumo bajando así las tasas hipotecarias. Pero, es posible que este efecto sea nublado por los temores de los decadentes precios inmobiliarios y el número de propietarios ligados a hipotecas de tasa fija, por los valores negativos, y el estancamiento de la gran máquina de refinanciamiento.

Eso sin nombrar las exportaciones. Las entregas procedentes de $600 millardos de billetes verdes recién impresos están presionando el dólar en descenso, para beneficiar a los exportadores de E.U. Aunque ellos ascienden a un octavo de la producción, sin embargo, no se les puede solicitar que aceleren tanto la economía.

Aún en estas circunstancias el QE2 puede que no sea lo suficientemente radical. Está creciendo el número de solicitudes para que la Fed haga un compromiso más fuerte para recargar la economía, estableciendo su capacidad de disparar la inflación o de adoptar un nivel de precio que requeriría “ponerse al día” después de un periodo de baja inflación. 

VERSIÓN AL ESPAÑOL DE ROSANNA CAPELLA

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