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El ingreso al club europeo no es una recompensa

FINANCIAL TIMES<BR>El ingreso al club europeo no es una recompensa

POR JOHN KAY
Las multitudes en las calles y una afirmación de independencia del parlamento y el sistema judicial, parecen haber restablecido la democracia en Ucrania. Estos sucesos halan al país hacia Europa Occidental y lo alejan de Rusia. Esta semana, la Unión Europea decidirá si empezarán las discusiones sobre el ingreso de Turquía. ¿Será Ucrania otro candidato?

Una medida del éxito de la UE es que todo el mundo desea incorporarse. En las elecciones presidenciales de Rumania, el fin de semana pasado, cada partido proclamaba estar más deseoso que cualquier otro por el acceso inminente del país a la UE. Los marroquíes quisieran que el Estrecho de Gibraltar se cerrara para calificar como europeos. Y hay algo raro con relación al “club” que despierta más entusiasmo entre los que están afuera, que los que están dentro.

El apoyo mutuo a la libertad y la democracia es uno de los propósitos, quizás el objetivo central, de la UE. Pero ese apoyo mutuo es un proceso en el cual los débiles ganan más que los más fuertes. La integridad de las instituciones, como la integridad personal, se realza o disminuye por la integridad de aquellos con quienes uno se asocia.

Solo tres países europeos han sido verdaderamente estados soberanos democráticas durante el último siglo. Los dos que son miembros de la UE, Gran Bretaña y Suecia, están entre los más escépticos. El otro, Suiza, eligió no incorporarse. Mientras más fuerte sean las propias instituciones de un país, menos necesidad siente por los países de la UE. 

La promoción de la UE a favor de instituciones libres, hasta el momento, ha sido un triunfo. Una Alemania rehabilitada regresó a la comunidad internacional. La expansión mediterránea de los años 80 fue una apuesta porque los países del Sur serían capaces de integrarse con Europa occidental, y por tanto, garantizar la democracia y promover el desarrollo económico. En España y Portugal, el resultado ha sido un éxito mucho más allá de las expectativas razonables. El registro de Grecia es inferior, pero aún así, bueno.

La admisión simultánea este año de 10 nuevos estados es una apuesta mayor aún. Aunque su población en conjunto no es mucho mayor que el grupo de países mediterráneos, la brecha en el nivel de vida sí es mucho mayor. Hay una gran probabilidad de que al menos uno de ellos encuentre serias dificultades económicas, o una crisis de legitimidad democrática en los próximos 10 años.

La UE no es suficientemente fuerte para lidiar fácilmente con esos problemas. Tanto el establecimiento del euro como la admisión de los estados candidatos demostraron que era mucho más fácil imponer reglas a las personas que querían incorporarse que a las que ya eran miembros. Si fuera factible, la mejor forma de imponer la disciplina económica y una reforma democrática liberal, sería mantener a países como Turquía y Ucrania perpetuamente en el umbral de la UE, pero jamás dejarlas entrar.

No obstante, la UE no es un mecanismo pare recompensar el buen comportamiento. Hay muchos puntos de vista diferentes sobre su futuro. Algunos la ven como una asociación puramente económica; otros quieren que sea el embrión de un estado federal. Pero hasta una visión minimalista de la unión implica una integración económica sustancial.

Productos y servicios pueden atravesar las fronteras sin formalidades; el capital se puede transferir libremente; las compañías pueden elegir invertir en un área u otras, sin tomar mucho en cuenta los límites nacionales; la gente puede ir a trabajar en otros estados miembros si se presenta la oportunidad. 

Todas estas medidas de integración requieren fé en la cualidad de los procesos de otros estados. Los productos tienen que ser lo que ellos dicen que son y tienen que ser de las personas que dicen que los poseen; las demandas de inversiones garantizan los derechos de propiedad. El acceso a los servicios públicos, ya sean de salud o de justicia, tienen que estar disponibles en todas partes sobre una base no demasiado diferente de la experiencia de la gente en su propio país.

Hasta un ligero grado de extrañamiento impide la integración económica. Pocos países contiguos son tan similares como Canadá y Estados Unidos, pero hay mucho más comercio entre estados vecinos que a través de la frontera canadiense. Sin similitud suficiente entre las instituciones, la integración económica es una farsa y la integración política un castillo en el aire.

La membresía en la UE no constituye un premio. La mayoría de los americanos pudieran considerar lúdrico e impertinente sugerir que Costa Rica debería ser recompensada por su admirable historial de democracia, coexistencia pacífica y desarrollo económico, convirtiéndose en el estado número 51. Sin embargo, los comentarios sobre la expansión europea son en esencia en esos términos.

TRADUCCION: IVAN PEREZ CARRION

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