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El mundo ha tenido la Alemania que siempre quiso tener

FINANCIAL TIMES<BR>El mundo ha tenido la Alemania que siempre quiso tener

Érase una vez una pregunta que frecuentemente se hacía sobre si Alemania era, o que si esta podría llegar a ser, un país “normal”. Alemania fue condenada a ser diferente de otras democracias liberales económicamente avanzadas debido a su nacimiento relativamente tardío en 1871 como un Estado nación y la violenta trayectoria de su historia del siglo XX.

Es un tributo para los líderes políticos de Alemania, y para la sociedad alemana en general, que dichas preguntas hubieran sido grandemente olvidadas en el momento en que la república federal fue a las votaciones del domingo para sus 18va elecciones parlamentarias desde 1949. Ciertamente, uno escucha las críticas provenientes de dentro de Alemania y desde afuera, en el sentido que los alemanes modernos, especialmente en el contexto de la crisis de la eurozona, estén demasiado plácidos, muy prudentes y muy contentos de quedarse en su zona de confort. Pero la noción de un país de irresponsables pensadores políticos y agresivos gobernadores, imbuidos con la única tendencia de infligir destrucción a su nación y a otras, pertenece al pasado.

No obstante, es un caso especial, aunque por razones diferentes de las identificadas una vez por historiadores tales como Fritz Fischer, AJP Taylor y Hans-Ulrich Wehler. Entre la década de los 50 y los 80, ellos describieron una Alemania en la que se había extendido el caos debido a un retorcido proceso de modernización industrial, política y social, a diferencia de todo lo experimentado por Gran Bretaña, Francia o EEUU.

La Alemania de hoy es especial por la madurez y moderación de sus políticas, la estabilidad de su descentralizado sistema de gobierno, la fortaleza de sus instituciones demócratas fundamentadas en la ley y el poder de su economía.

Yo coloco deliberadamente a la economía de último en esta lista de virtudes. Se dijo de la Alemania Occidental antes de la reunificación en 1990, que la prosperidad económica y la moneda sólida como roca eran sus más importantes logros. Después de todo, fue un actor virtualmente invisible dentro de la postura geopolítica del mundo, y aún era una joven democracia. Con la Alemania de hoy, sin embargo, debemos alterar nuestra perspectiva para poder apreciar las reales fortalezas del país.

Innegablemente, es la economía más poderosa de Europa. Su experticio industrial y desempeño en la exportación son de lo mejor, y cuenta con una tasa de desempleo de 5.3%, la más baja después de Austria en la eurozona de 17 naciones.

Pero quien fuera que formara parte del gobierno después de las elecciones del domingo enfrentaría serios desafíos económicos. Años de baja inversión en la infraestructura pública, tales como carreteras y ferrocarriles, y en el sector privado la reserva de capital, ayudan a explicar la tasa de crecimiento a largo plazo de un simple 1.25%.

Se necesita más competencia para poder energizar lo que es un sector de servicios sorprendentemente ineficiente. Las empresas enfrentarán una creciente escasez laboral en el momento en que  la generación de niños de la guerra (babyboomers) se retire y se observen números insuficientes de alemanes e inmigrantes entrando a la fuerza laboral.

Por contraste, Alemania ha crecido desde su reunificación en un modelo de responsables políticos demócratas y gobierno equilibrado. Es una apuesta justa decir que en las elecciones del próximo mayo para el Parlamento europeo, los votantes del continente elijan partidos populistas, anti-UE y anti-inmigrantes en mayor número que en cualquier otro momento desde la primera votación en 1979.

Esta tendencia será notable en Francia, Grecia, Hungría, Italia, Países Bajos y Reino Unido, pero no en Alemania. No tiene movimientos radicales derechista o antieuropeo de tamaño significativo. Sus principales partidos no-convenciones, los piratas libertarios y los alternativos euroescépticos para Alemania son pequeños peces para los estándares europeos (aunque un complicado sistema nacional de votación implique que sus resultados del domingo puedan influenciar la formación del próximo gobierno nacional).

La ausencia de extremismo se complementa por un sistema de gobierno federal al estilo EEUU – en el cual los 16 estados retienen mucho poder – y por la prominencia de otras instituciones tales como las dos casas de Parlamento y la Corte Constitucional, que actúan como un freno sobre la autoridad ejecutiva. Desde un punto de vista general, esto tiende a implicar que los líderes alemanes no pueden actuar rápidamente en una crisis y deben siempre tener en cuenta los límites que el Parlamento, la opinión pública y las cortes les permitirán.

No obstante, los que acusan a Angela Merkel, la canciller demócrata cristiana, de tocar el violín mientras la eurozona arde, están en peligro de olvidar algo. Fueron los ocupantes estadounidenses y británicos en Alemania que, después de 1945, insistieron sobre un sistema cuidadosamente diseñado de pesos y contrapesos para prevenir la reaparición del centralizado autoritarismo de “Prusia”. ¿Estuvieron equivocados al hacerlo? Seguramente no.  Bajo cualquier definición, la república de hoy es la más exitosa, más libre y más estable y menos amenazante Alemania que haya sido jamás, y gran parte de la explicación radica en ese sistema impuesto por los aliados. Sesenta o setenta años atrás, el mundo se hubiera arrodillado y orado por la clase de Alemania que tenemos hoy.

Los socios de la eurozona de Berlín saben esto, pero todavía dan voz de alarma por  las restricciones políticas y legales sobre la habilidad de Alemania para actuar con prontitud. A un ex Ministro de Finanzas de la parte sur de Europa le inquieta que la “continua inactividad pueda perpetuar el estancamiento y que eventualmente dirija a una división de la eurozona, ya sea a través de un desgaste gradual, con el incumplimiento de los países más débiles, o a través de que Alemania deje de desarrollar una política de estrecha ventaja fiscal”.

Finalmente, hay que considerar el futuro de Merkel. Siendo Canciller desde el 2005, es probable que ella se dirija al próximo gobierno. Pero, ¿querrá ella quedarse en el puesto hasta las elecciones del 2017? Probablemente, ella puede que renuncie más pronto. De una u otra forma, no puede ser antes de que un régimen estabilizador descienda sobre Berlín. Esto no excluirá una nueva iniciativa de Merkel para rediseñar y fortalecer la eurozona, especialmente si las emergencias financieras fueran a estallar en Francia, Italia o España. Pero está comenzando a parecer como si el mundo tuviera que esperar que su sucesor encuentre qué tan lejos llegará Alemania en nombre de la unidad europea. 

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