FINANCIAL TIMES
En los momentos más duros se puede recurrir al gaullismo

<STRONG>FINANCIAL TIMES<BR></STRONG>En los momentos más duros se puede recurrir al gaullismo

Hace 70 años, un pronóstico histórico de la BBC que pedía a Francia no aceptar la derrota en manos de los alemanes, aseguró que Charles de Gaulle cayera como “el hombre que dijo no”.

No a la rendición en 1940; no a la presión de Winston Churchill y Franklin Roosevelt en tiempos de guerra; no a la restauración del sistema preguerra del gobierno parlamentario de Francia; no al deterioro del Estado frente al conflicto de Argelia; no a la entrada de Gran Bretaña en lo que era entonces el Mercado Común, y no a la hegemonía americana aunque fuera en Vietnam o en la estructura militar  de la OTAN.

Con un catálogo como ese, no es sorpresa que De Gaulle sea apreciado, particularmente en el folklore americano y   británico, como una figura esencialmente negativa, un terco chovinista cuya resuelta persecución de intereses franceses y personal identificación con su nación lo condujeron al borde  de la irracionalidad, “un aliado casi imposible” según lo puso la Oficina de Asuntos Exteriores después que él rechazó la propuesta de entrada europea en 1963 del primer ministro Harold Macmillan.

Pero, para sus sucesores, la herencia gaullista ha sido ineludible, caracterizado por una fe casi religiosa en la santidad del estado, una monarquía electa en el Palacio Eliseo y la insistencia sobre la independencia en las relaciones exteriores. Aun Francois Mitterrand, su adversario de mucho tiempo, reconoció que él estaba cómodo en la ropa presidencial ideada por de Gaulle; mientras el anterior presidente Jacques Chirac y anterior primer ministro Dominique de Villepin recordaron la postura crítica del General hacia E.U. en oponerse a la guerra en Irak.

El viernes, el vínculo con el soldado poco conocido que cruzó el escenario mundial con su pronóstico BBC el 18 de junio de 1940, será subrayado cuando el Presidente Nicolas Sarkozy visite Londres para las ceremonias de conmemoración cuando él hace malabares con las clásicas bases gaullistas buscando ofrecer el liderazgo político de Europa mientras mantiene una relación con Alemania, la cual fue forjada por de Gaulle y Konrad Adenauer, el primer canciller de Alemania del Oeste.

El estilo gaullista funcionó grandemente hasta que el General fue forzado a una votación de desempate en la elección presidencial de 1965, este se volvió cada vez más terco e ineficaz a finales de los años setenta. Hasta este declive, sus “no” fueron usualmente desplegados en la persecución de un final positivo basado en una visión a largo plazo. En 1940, él no sólo quiso retener el honor de Francia, sino también, vitalmente asegurar que su país saliera del lado victorioso como un estado independiente antes que ser sujetado a la ocupación militar según Roosevelt previó.

La gran campaña en contra de la Cuarta República en Francia, la cual culminó en reemplazo por de Gaulle de un gobierno parlamentario con el sistema presidencial de hoy, fue basado en el entendimiento de la inhabilidad del régimen para arreglársela con desafíos fundamentales, desde la economía hasta Algeria.

El veto de la entrada británica en el Mercado Común tenía eminente sentido si, como el General, uno veía la estructura europea como un proyecto mejor conducido por un grupo central aparte de E.U. y basándose en la cooperación franco-alemana (por supuesto, con París en el asiento del conductor). Dada la elaborada madeja que ha sido hilada para mantener la empresa unida desde su muerte en 1970 y las presentes amenazas de implosión, ¿quién dice que él estaba equivocado?

La disposición del General a rechazar soluciones aparentemente seductivas no encajan con la convención diplomática en la que hombres de buena voluntad siempre deben poder desarrollar una mayor comprensión.Ni hace su reverencia por un estado nación acorde con un mundo en el que la cooperación se suponía que había reemplazado la confrontación.

Pero puede ser que, el gaullismo, según fue practicado por su creador en los últimos años de su presidencia, antes de su caída, ofrece lecciones para afrontar un escenario tan difícil como el que confrontamos hoy, cuando las obligaciones cómodas se vuelven disfuncionales. Igualmente, su insistencia sobre la primacía del estado nación asume una nueva resonancia en un mundo recién fragmentado. El rechazo total es de limitado propósito, aunque este sea entre los entusiastas del Partido Conservador de E.U. o los toscos euro-escépticos del Partido Conservador Británico.

Pero en las manos de un jugador maestro, un “no” puede servir para un final a largo plazo. Naturalmente, como de Charles de Gaulle reconoció durante sus años de tiempos de guerra en Londres, esto ofenderá a los bien-educados. Pero, en un clima tan difícil como el que nos espera, un toque de duro amor gaullista estaría bien. 

Las claves

1.  Caudillismo

El  gaullismo, según fue practicado por su creador en los últimos años de su presidencia, antes de su caída, ofrece lecciones para afrontar un escenario tan difícil como el que confrontamos hoy  en el mundo.

2.  Disposiciones

La disposición del General a rechazar soluciones aparentemente seductivas no encajan con la convención diplomática en la que hombres de buena voluntad siempre deben poder desarrollar una mayor comprensión.

3.  Amor gaullista

En un clima tan difícil como el que nos espera, un toque de duro amor gaullista estaría bien.

Ven discurso Obama sobre derrame no llenó expectativas

La transmisión de Barack Obama sobre la crisis del Golfo de México, su primer discurso desde la Oficina Oval, no fue un éxito. El presidente ha enfrentado creciente crítica sobre su manejo del derrame de petróleo en aguas profundas, y había esperado recuperar iniciativa política con ésta muy prematura entrevista.

Él creó las expectativas, pero luego fracasó en impresionar. Según Estados Unidos refleja el rendimiento de Obama, lo que él dijo o dejó de decir podría debilitarlo adicionalmente.

Habiendo demandado la atención de la nación y decretado un momento de alto drama, él fue obligado, de una vez y por todas, a tomar el mando.

Él fracasó en hacerlo. Con el petróleo todavía brotando del escape el día de su discurso, cuando todavía el flujo se estimaba en ascenso y otra vez era fuertemente inspeccionado.

Al menos su audiencia quería detalles de lo que se haría, específicamente de lo que se le requeriría a BP, y precisamente de quién le reporta a quién.

El presidente fue vago en todas sus consideraciones. Le habría sido más fácil ser específico si sus palabras hubieran tenido lugar después de su reunión con BP, y no antes como ha sido el caso. Poniendo las cosas peor, él también habló extensamente acerca de la necesidad de una política nueva de energía renovable. Atractivo como esto puede ser, su audiencia sabe que a él le faltan los votos en el Congreso para poder pasar tal medida. De cualquier modo, su conexión a la emergencia en el golfo es indirecta.

Más adelante habrá tiempo para discutir la política energética a largo plazo, y más calmadamente, cuando termine esta emergencia. Por ahora, el país tiene más preocupaciones inmediatas. El esfuerzo de Obama en ampliar el contexto se refirió en gran medida a que “nunca se debe dejar que una crisis lleve al desgaste”. Fue el momento equivocado para comentar inapropiadamente sobre tales políticas partidistas, y dejar a la gente preguntándose acerca de los instintos políticos del presidente.

Hasta ahora, mucha de la crítica dirigida al presidente ha sido injusta. Primero él fue acusado de estar muy calmado, como si la mera agitación pararía el flujo del petróleo. Entonces el ataque fue que él estaba haciendo muy poco, aunque los críticos no pueden decir las medidas que él debería estar tomando. A juzgar por las encuestas de opinión, estos ataques prematuros de los excitados medios de comunicación fallaron en resonar con los americanos ordinarios. Pero la línea de crítica más nueva tiene más verdad para este, y puede afectar: alrededor de dos meses en esta crisis, la red de mando todavía parece terriblemente desordenada.

Numerosas agencias y jurisdicciones se mantienen cayendo una atrás de la otra. Nadie sabe quién está a cargo. Recae sobre la Casa Blanca organizar esto. Lejos de corregir la impresión de débil liderazgo con su discurso de esta semana, Obama lo reforzó. 

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