FINANCIAL TIMES
¿Funcionará realmente el tratado de estabilidad de la eurozona?

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MARTIN WOLF
Una definición de locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar diferentes resultados. La determinación de Alemania de imponer una penitencia fiscal sobre sus socios de la eurozona no funcionó en el “pacto de estabilidad y crecimiento”.

 ¿Realmente, funcionará en el “tratado de estabilidad, coordinación y gobernabilidad de la semana pasada? Lo dudo. El tratado refleja la opinión de que la crisis se debió a la indisciplina fiscal y que la solución es simplemente imponer más disciplina. Esto está lejos de la verdad total. La rigurosa aplicación de una idea tan errada es peligrosa.

Tales preocupaciones podrían actualmente parecer remotas. Las operaciones de refinanciamiento a largo plazo del Banco Central Europeo han aliviado la presión tanto sobre los bancos como sobre los mercados financieros, incluyendo los mercados para la deuda soberana.

En los dos tramos de esta operación completada, los bancos han tomado prestado más de un trillón de euros por tres años a sólo un 1%. Los rendimientos de los bonos gubernamentales italianos y españoles a diez años han decaído por debajo de un 5%, desde los picos de 7.3% para Italia y un 6.7% para España observados a finales del año pasado. Tan importantes han sido las disminuciones en los CDS en los bancos: la extensión de Intesa Sanpaolo de Italia ha bajado desde 623 puntos base en noviembre de 2011 hasta 321 puntos este lunes.

Sin embargo, la crisis no ha pasado. Para variar los grados, los países vulnerables están en dificultades duraderas. ¿Habrán salvado estas disciplinas fiscales a la eurozona de su ola de crisis? ¿Empujarán hacia fuera de la crisis a los países afectados ahora? La respuesta para ambas es no.

La fundamental nueva normativa es que el déficit fiscal estructural de un miembro no podría exceder un 0.5% del producto interno bruto. En efecto, requeriría que los países ejecuten superávits estructurales. Si un país tiene una deuda por encima de un 60% del producto interno bruto, el exceso debe ser eliminado a una tasa promedio de una duodécima parte del exceso cada año.

Un país como Italia, con una deuda de alrededor de un 120% del producto interno bruto, bajaría la proporción a una tasa de un 3% del PIB cada año. Este marco es al que todos los miembros de la eurozona deben acceder. Estas normativas serán incorporadas a la ley, preferiblemente a la ley constitucional.

Este tratado produce profundos cuestionamientos legales, políticos y económicos.

Tiene sentido económico para el objetivo cíclicamente ajustado antes que para los déficits actuales. No obstante, la mejora en la economía es a costa de una reducción en la precisión. Nadie sabe lo que es un déficit estructural.

Esto es sin discusión. Considere la posición fiscal estructural que se mantuvo por el 2007, el último año grandemente en precrisis, estimado por el Fondo Monetario Internacional  (FMI) en octubre de 2007, en “tiempo real”, por así decirlo. Este fue un año en que los indicadores necesitaban gritar “crisis”.

Sin embargo, este mostró a España con un gran superávit estructural y a Irlanda en un balance estructural. Ambos estaban aún en mejor forma que Alemania. Grecia tenía un déficit estructural importante. Pero el déficit francés estaba peor que el de Portugal. La norma no se había discriminado entre los países vulnerables y los inmunes, debido a que ignoraba las burbujas de activos y las manías financieras.

Luego, el FMI cambió de opinión. Para octubre de 2011, este había concluido que el déficit estructural de Grecia en el 2007 había sido de un 10.4% del PIB, no un 4%, y el de Irlanda de un 8.4%, no un 0.1%. Esto no es una crítica del FMI. Simplemente muestra que el concepto que la eurozona desea incorporar al nuevo tratado fracasará cuando la precisión se necesita más. El real déficit estructural es irreconocible.

Considere las implicaciones políticas y legales. ¿Aceptarían los gobiernos electos los cálculos aproximados de los tecnócratas que no rinden cuentas? Además, ¿cómo los jueces llegarán a una decisión? ¿Están ellos para evaluar los méritos de los modelos econométricos alternativos? Desde que sean posibles los enormes cambios en los estimados de déficits estructurales, ¿cómo se adaptará un gobierno? Poner un concepto que no se puede medir en la ley parece malo.

Ahora, se está gestando una disputa entre las instituciones europeas y el recién electo gobierno español de Mariano Rajoy. Este último ha establecido que su gobierno va a dirigirse hacia un déficit fiscal de 5.8% del producto interno bruto, por debajo del 8.5% logrado en el 2011, pero muy por encima del 4.4% que este acordó con la Comisión. Este último puede protestar, pero no puede obligar a un gobierno soberano a hacer lo que este desea. Los socios de España pueden rechazar la ayuda, pero eso podría redundar en ellos mismos.

Las dificultades fiscales de España son una consecuencia de la crisis, y no una causa. El país experimentó enormes aumentos en la deuda privada después de 1990, particularmente entre las corporaciones no financieras. La proyección de la construcción residencial también rige los sustanciales préstamos de las viviendas. Dado esto, una fuerte reducción en los préstamos del gobierno es más posible que sea superada por los préstamos y gastos más privados.

El resultado es más probable que sea una recesión mucho más profunda, conjuntamente con poco progreso en la reducción de los déficits fiscales actuales. En el peor de los casos, puede ocurrir una viciosa espiral descendente. En vez de forzar a España a un rápido constreñimiento fiscal, sería mucho más sensible dar al país el tiempo que necesita para dejar que la radical reforma de sus mercados laborables siga adelante. Esto se tomará un número de años.

No obstante, si la eurozona está dispuesta a proveer el tiempo que se necesita para que tales ajustes ocurran, los países con superávits necesitan estar conscientes de su propio rol. Sin duda, la emergencia paralela de los superávits y déficits de cuenta corriente, el flujo de las finanzas a nivel transfronterizo y la locura de los prestamistas transfronterizos jugaron enormes roles en causar la crisis de hoy.

En un documento publicado el mes pasado, la Comisión indicó su intención de examinar un número de países ejecutando los déficits externos. A estos pecadores se les dan nombres. Se necesita un análisis paralelo de los países con superávits. El documento aún plantea los problemas. Pero no se atreve a escoger los países específicos con superávits para hacer un análisis de cerca. La eurozona está en guerra con la contabilidad de doble entrada.

De modo que, sí, el BCE ha comprado cierto tiempo a la eurozona. Pero aún así, poco indica que se haya encontrado una forma hacia el reequilibrio de la economía de la eurozona, y, por encima de todo, hacia lograr la deseada combinación de la reforma, así como el ajuste y el rápido retorno al crecimiento. El camino elegido parece en cambio ir  por vía de años de ajuste de un sólo lado y una dolorosa austeridad. ¿Eso funcionará? Yo lo dudo mucho. A lo mejor, podemos esperar muchos baches a lo largo del camino.

Las claves

1. Penitencia fiscal

La determinación de Alemania de imponer una penitencia fiscal sobre sus socios de la eurozona no funcionó en el “pacto de estabilidad y crecimiento”.

2.  Los bonos

Los rendimientos de los bonos gubernamentales italianos y españoles a diez años han decaído por debajo de un 5%, desde los picos de 7.3% para Italia y un 6.7% para España observados a finales del año pasado.

3.  El PIB

La fundamental  nueva normativa es que el déficit fiscal estructural de un miembro no podría exceder un 0.5% del producto interno Bruto (PIB). En efecto, requeriría que los países ejecuten superávits estructurales.

VERSIÓN AL ESPAÑOL DE ROSANNA CAPELLA

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