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La Casa Blanca intenta reducir al monstruo

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COMENTARIO EDITORIAL
Es un lenguaje duro, pero no lo suficiente para asegurarle al mundo que las finanzas públicas de Estados Unidos están en manos seguras: el presupuesto de la Casa Blanca sí marca un distanciamiento de la forma de gastar del presidente George W. Bush durante su primer periodo. Los recortes planeados en los programas discrecionales no vinculados a la seguridad van a causar dolor, si logran se aprobados por el Congreso. Pero hasta reducciones bastante fuertes a categorías limitadas de gasto van a hacer poco por restablecer la salud fiscal de EEUU a largo plazo. Las interrogantes más importantes de qué hacer con los impuestos, el gasto militar, Seguridad Social y Medicare siguen sin respuestas.

Los republicanos dicen que la decisión anterior del señor Bush de recortar los impuestos y empujar a EEUU a un déficit más profundo fue parte de una estrategia para “hacer pasar hambre a la bestia”, forzar reducciones en el gasto del gobierno al negarle recursos. Esta justificación salta a la cara con los resultados del primer periodo: el presidente gastó libremente, y no solo en la defensa. Pero el presupuesto presentado esta semana indica que la administración al menos quiere aparentar estar deseosa de tomar decisiones duras para reducir el volumen del gobierno con el fin de que encaje en sus circunstancias.

En una esfera estrecha, los recortes son ambiciosos, y hasta irreales. El señor Bush propone reducir el gasto en los programas circunstanciales no relacionados con la seguridad en 1%. Los granjeros ricos y la población urbana pobre son los que más van a sufrir; la Agencia de Protección del Medio Ambiente también tendrá grandes pérdidas. La salud, la educación y otros programas también enfrentarán dolorosos recortes. La Casa Blanca sabe que el Congreso tratará de restaurar el financiamiento de los programas favorecidos: y uno se pregunta hasta dónde el señor Bush estará dispuesto a combatir.

Pero aunque estos recortes parezcan brutales, aún cuando logren ser aprobados por el Congreso, no lograrán cambiar mucho la situación fiscal de EEUU. Las partidas circunstanciales no relacionadas con la seguridad solo constituyen una pequeña proporción del gasto federal; menos de 20%. El señor Bush continúa inflando el ya grueso presupuesto de defensa. Mientras tanto, los gigantescos Seguridad Social y Medicare siguen en régimen de piloto automático. Y todavía más importante, no hay movimientos para aumentar los ingresos por impuestos adicionales, aunque la escasez de ingresos es responsable del deterioro en dos tercios de las finanzas públicas, desde 2001.

La Casa Blanca todavía pudiera cumplir su meta de reducir a la mitad el déficit en 2009, gracias a un impulso cíclico a los ingresos por la mejora de la economía. Pero esta es una meta sumamente inadecuada. El costo de los recortes en los impuestos (si se dejan permanentes) y los nuevos beneficios a los medicamentos por prescripción del Medicare se acumularán hasta 2010, cuando el impacto de la población que envejece, acogida a la Seguridad Social y el Medicare, también se empiece a sentir. La acumulación del préstamo ahora se suma a estos problemas, y el resultado será que el gobierno establiizará una deuda más alta de lo necesario.

Debe destacarse, en verdad, que con todo lo que se dice de una “crisis” de la Seguridad Social, la suma sobre la reducción del déficit solo aumenta, porque tanto la Seguridad Social como el Medicare continuarán todavía con excedentes de efectivo durante varios años. Un verdadero conservador en temas fiscales procuraría equilibrar el presupuesto excluyendo estos fondos del ciclo económico. Pero, lamentablemente, el señor Bush no es esta persona.

VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION

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