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Mesa arriesga a un juego político en una tierra dividida

FINANCIAL TIMES<BR>Mesa arriesga a un juego político en una tierra dividida

RICHARD LAPPER Y JAL WEITZMAN
Como historiador, el presidente Carlos Mesa está muy consciente de la profundidad de las fisuras que corren a lo largo de la sociedad boliviana y la turbulencia de su política. Como político, el señor Mesa ha demostrado que tiene algo de la agilidad necesaria para la supervivencia política en el país más pobre y más inestable de América del Sur.

Un diputado del presidente liberalizador Gonzalo Sánchez de Lozada, quien fuera derrocada en octubre de 2003, el señor Mesa se inclinó a la izquierda cuando asumió el cargo, acomodando la agenda de nacionalización y descentralización propuesta por el movimiento de protesta fundamentalmente indigenista

En julio pasado, sorprendió a los críticos al dar un giro hacia el centro, cuando ganó el respaldo abrumador en un referendo sobre planes controvertidos para desarrollar las exportaciones de gas natural. Durante los últimos meses el señor Mesa se ha inclinado a un lado y al otro para acomodarse a las diversas presiones políticas, con frecuencia contradictorias.

Su decisión de presentar su renuncia al Congreso, representa un esfuerzo más por ganar tracción política en el país más pobre e inestable de América del Sur.

Si los congresistas, que se reúnen hoy, rechazan la oferta, el señor Mesa, en efecto garantizaría un mandato nuevo y más fuerte. Si lo aceptan, el señor Mesa hubiera perdido en una jugada arriesgada, y Bolivia enfrentaría un  nuevo periodo de extrema incertidumbre.

“Está tirando un ´bluff`”, dice Winston Moore, una analista político en La Paz. “Está llevando las cosas al límite para forzar un resultado”.

Gane o no gane el señor Mesa, Bolivia sigue siendo un país cuya gobernabilidad está cuestionada. “El país está extremadamente polarizado”, dice Carlos Alberto López, un consultante sobre economía y energía en La Paz. “La fragmentación social es profunda. Mesa no tiene la autoridad para continuar hasta el fin de su mandato en 2007”. 

Por momentos, durante los últimos meses había parecido que Bolivia estaba girando fuera de control. Grupos indigenistas radicalizados cuyas protestas contra los planes de exportar gas natural a través de Chile, el enemigo histórico de Bolivia, despertaron el movimiento contra el señor Sánchez de Lozada han vuelto su atención hacia un t rango más amplio de temas económicos y sociales.

A comienzos de este año, los manifestantes de El Alto, una ciudad aymará que controla el acceso a La Paz, llevo al gobierno a cancelar un contrato de 30 años con una subsidiaria de Suez Lyonnaise de Eaux, el grupo de servicios de Francia. Otros grupos indigenistas han continuado la campaña contra los planes para erradicar la coca, que han contribuido al desempleo y la intranquilidad en las áreas rurales.

El gas a continuado siendo una fuente de tensiones. El señor Mesa esperaba que su victoria en el referendo el año pasado le permitiría acomodar las demandas de los indigenistas para un mejor control estatal sobre la industria del gas. Sin embargo, ha estado batallando por lograr el respaldo del Congreso para una nueva ley de hidrocarburos que reviviera la compañía estatal YPFB e impusiera condiciones nuevas y firmes a los operadores privados.

La independencia política del señor Mesa ha complicado las cosas. El presidente no tiene un partido propio y ha dependido del apoyo  en el Congreso del partido Movimiento al Socialismo, la mayor agrupación en la legislatura dirigido por Evo Morales, el líder radical quechua de los cocaleros. Sin embargo, la relación entre ambos líderes se ha deteriorado recientemente, en parte debido a las propias ambiciones presidenciales del señor Morales. El carismático líder indigenista ganó el 22% de la votación en las elecciones presidenciales de Bolivia de 2002.

Además, los grupos indigenistas radicales están incómodos porque el señor Mesa ha hecho concesiones a dos departamentos rebeldes relativamente ricos de Santa Cruz y Tarija, en las tierras bajas donde predominan los mestizos. Los departamentos se quejan de que los nuevos planes para la industria del gas están perjudicando sus intereses. En enero, cientos de miles de residentes de Santa Cruz tomaron las calles para exigir una mayor autonomía de La Paz, provocando que el señor Mesa adelantara los planes de ofrecer elecciones sobre la autonomía económica regional.

“Ellos dicen que Mesa es un racista y que está actuando en representación de la oligarquía”, dice el señor Moore.

Contra este telón de fondo de incentivadas tensiones étnicas y sociales, las clases medias urbanas se han lanzado a las calles. El domingo, los residentes de mejor posición económica de La Paz realizaron una vigilia frente al Palacio Presidencial instando al señor Mesa a quedarse. “Todo el país está movilizado”, dice el señor Moore. “Este es un momento muy peligroso”.

VERSION AL ESPAÑOL DE IVAN PEREZ CARRION

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