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No queda nadie que haga cumplir las normativas globales

Financial times<BR>No queda nadie que haga cumplir las normativas globales

Alguien más puede mantener la paz. El Occidente ha tenido su cuota de ajuste de cuentas para los tiranos. Es tiempo de que otros lleven la batuta. Así va la respuesta a los fuegos que están arrasando en Medio Oriente y al uso de armas químicas del régimen sirio. El inconveniente, como puede verse desde la parálisis en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, es que “no hay nadie más”.

 Esta semana los líderes del Grupo de 20 naciones principales se están reuniendo en St Petersburg. Rusia ha demostrado ser un lugar apropiado para su reunión. La cumbre ofrece una visión de futuro para las relaciones internacionales en las cuales prevalece la competencia sobre la cooperación y reduce el triunfo de los intereses nacionales respecto las normativas. El anfitrión, el presidente Vladimir Putin, cuenta tal desorden como un éxito. Él ve la ausencia del consenso global como un manto sobre el inexorable declive ruso.

El propósito del G20 era ampliar y fortalecer el sistema internacional reflejando la redistribución del poder de oeste a este. En cambio este se mantiene como un reflejo de las fracturas y fisuras en el orden emergente. Las naciones nacientes se lanzan como guardianes de la soberanía del estado contra el imperialismo occidental. Ellos pueden tener la historia de su lado: los poderes establecidos de todas formas se han cansado de los esfuerzos por hacer cumplir las normativas internacionales.

Una votación en el Parlamento Westminster ha visto a Gran Bretaña lavar sus manos de los crímenes de Bashar al-Assad contra la gente de Siria. En caso de que fuera la decisión que se avecina en el Congreso de EEUU para ir contra el llamado de intervención del presidente Barack Obama, la única súper potencia podría hacer lo mismo. Francia, a pesar de su gálica autoestima no puede ir sola.

Los factores de la globalización no han cambiado. Un vistazo en los actuales problemas económicos que enfrentan los países tan distantes como la India y Brasil, Indonesia y Sudáfrica, vuelve a contar la historia de inescapable interdependencia.

La Reserva Federal de EEUU está frenando la extraordinaria inyección de liquidez en EEUU y las economías del mundo después de la crisis global. El barato crédito estadounidense fomentó el crecimiento en las naciones emergentes. Ahora sienten el malestar de su retiro. Estas naciones ignoraron bastante la crisis financiera del 2008. Sería una cruel ironía ciertamente ser doblegados por una recuperación en EEUU.

La interdependencia llega más allá del ámbito de la economía. La mayoría de las principales amenazas para el Occidente y el resto por igual no respetan las fronteras nacionales. La proliferación de armas de destrucción masiva, el cambio climático, el fracaso del estado, ataques cibernéticos, terrorismo Jihadi, migración descontrolada y cosas por el estilo desafían la seguridad de todos y cada uno en el G20.

Así, también, a pesar de las descaradas negaciones de Putin, la decisión de Assad de pisotear las normas que prohíben el uso de armas químicas. Lo que está faltando en la cumbre del G20, sin embargo, es el reconocimiento general de un importante bien común para contrarrestar el anhelo después de los estrcechos conceptos de interés propio.

La crisis siria pone de relieve la colisión de dos principios que sustentan la misión de las Naciones Unidas. El primero es el estatuto de fundación que prohíbe la interferencia en los asuntos soberanos de los miembros de las Naciones Unidas sin explícita autorización del Consejo de Seguridad.

El segundo, el más reciente pilar de la gobernabilidad global declara que la soberanía conlleva responsabilidades como también derechos. El precio de no interferencia es respeto por la seguridad del ciudadano.

Enunciada por las NU en el 2005, la doctrina de la responsabilidad de proteger marcó el apogeo de las esperanzas de que el nuevo panorama global sería delineado por una extensión de directrices y normas internacionales.

Un mundo multipolar representado por inclusive organizaciones tales como el G20 ampliaría y profundizarían las tradiciones de multilateralismo en el orden posterior al 1945.

Las mareas desde entonces han cambiado. Los estados nacientes han demostrado estar indispuestos a sacrificar la soberanía para la acción colectiva. El Occidente está lejos de estar libre de culpa a este respecto. Visto desde Beijing, Deli o Brasilia, la gobernabilidad global se ha visto mucho como un esfuerzo para que los poderes establecidos mantenengan su posición privilegiada. Cuando Brasil y Turquía trataron de mediar la disputa sobre el programa nuclear de Irán Washington les dijo que se perdieran.

Las guerras en Afganistán, Irak y Libia han confundido los intereses occidentales con el principio de las normativas multilaterales. China, siempre temerosa de una insurrección en el país, ha asumido una opinión fuertemente Wesfaliana de santidad de la soberanía del estado. Putin se imagina a sí mismo como coordinador de los que quieren disputar el poder de EEUU.

En el otro lado de la mesa del G20, los europeos que no hace mucho tiempo imaginaban que su propia unión serviría como modelo para el sistema internacional han rendido la ambición global para el esfuerzo de mantener en curso el espectáculo de la Unión Europea. Dejando de lado el excepcionalismo francés, la decisión por parte del Parlamento de Westminster alínea a Gran Bretaña con la mayoría de sus vecinos.

El Medio Oriente está a la puerta de Europa, así que tiene más que perder que la mayoría de los conflictos que se extienden. Usted no lo pensaría de la actual carrera a la inacción. Europa es mejor descrita como un continente que se esconde debajo de las sábanas.

La ironía central del presente debate, no obstante, es que la nación que está pidiendo la intervención es también la mejor equipada para prosperar en un mundo sin reglas.

La geografía únicamente favorable, abundantes recursos naturales, capacidad de recuperación económica e inigualable poder militar, ofrecen a EEUU la opción de la retirada.

 Seguro sufrirá de un colapso de orden global, pero EEUU es lo más cerca que se llega de ser una superpotencia autosuficiente.

Los campeones de hoy de la concentrada soberanía serían los grandes perdedores. 

Las claves

1.  El Occidente

 El Occidente ha tenido su cuota de ajuste de cuentas para los tiranos. Es tiempo de que otros lleven la batuta.

2.  G 20
 Esta semana los líderes del Grupo de 20 naciones principales se están reuniendo en St Petersburg. Rusia ha demostrado ser un lugar apropiado para su reunión.

3.  Interdependencia
 La interdependencia llega más allá del ámbito de la economía.

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