Financial times
Sistemas elitistas llevan semillas de su propia destrucción

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¿Qué es lo que posiblemente podría salir mal? Los inversionistas y economistas han dedicado mucha energía cerebral a responder esa pregunta y la respuesta parece ser que es “bastante”.

Recientes ediciones al género incluye Why Nations Fail (Por qué las naciones fracasan) de la autoría de Daron Acemoglu y James Robinson, respectivamente, un economista de MIT y un científico político de Harvard, que provocaron gran interés cuando este fue publicado el año pasado; también When the Money Runs Out (Cuando el dinero se acaba), por Stephen King, director económico de HSBC; y Balance – The Economics of Great Powers from Ancient Rome to Modern America (Balance – Las economías de las Grandes Potencias desde la Antigua Roma hasta la América Moderna) por parte de Glenn Hubbard, decano de la Escuela de Negocios de Columbia, y Tim Kane, director económico del Hudson Institute.

Todos estos libros son base para grandes y candentes conversaciones. Toda la historia de encuestas intenta examinar lo que va mal con las economías de los países y todas identifican los problemas subyacentes en sus estructuras políticas como el principal culpable. Sus diagnósticos de precios y prescripciones varían, pero todos dejan abiertas la posibilidad real de que las grandes potencias actuales de Occidente podrían sufrir un declive.

Si estos libros están de acuerdo en algo, es que los sistemas políticos que intensifican la desigualdad, o que trabajan exclusivamente para el beneficio de grupos particulares, llevan con ellos las semillas de su propia destrucción. La alta desigualdad aplicada por regímenes “extractivos” (por usar la frase de Acemoglu y Robinson) simplemente no es tolerable por mucho tiempo.

Argentina es probablemente el ejemplo más elocuente. Hace un siglo, esta fue una de las naciones más ricas del mundo. Los inmigrantes judíos e italianos enfrentaron una difícil elección entre Nueva York y Buenos Aires.

Desde entonces, las décadas de regímenes populistas y militares han dado lugar a un declive absoluto y relativo. Estos días, Argentina ni siquiera cuenta como un mercado “emergente”, además de que ha dejado de formar parte del club de las naciones más ricas.

Ningún otro país puede igualar esta hazaña. Incluso Japón, que todavía está intentando escapar de más de dos décadas de declive relativo, no ha sufrido tan gravemente en términos absolutos.

Como Anne Richards de Aberdeen Asset Management comentó en la inauguración de la mesa redonda de inversión FT Money, “desde la perspectiva de alguien asentado en Japón, realmente, los últimos diez años no han sido algo tan malo como nos gustaría pensar”.

La inflación no ha sido un problema y el desempleo llegó a un 6%.

La diferencia entre Argentina y Japón, dice King, es que Argentina fue siempre un país elitista y desigual. Eso desató la turbulencia de la reacción y la contra-reacción, sirviendo sólo para profundizar la desigualdad argentina con el tiempo.

Mientras tanto, los frutos del trabajo japonés se reparten de manera más uniforme, pocos japoneses tienen razón en sentirse injustamente tratados, y sus sistemas político y económico se han mantenido a la par. Si la desigualdad es un asunto tan crítico, entonces las implicaciones para EEUU en los días actuales, y para la eurozona, son feas.

La desigualdad se ha intensificado desde la crisis, mientras que los récords de márgenes de altos ingresos muestran que el trabajo está fallando en extraer una buena cantidad de capital.

Aunque EEUU y la eurozona tienen instituciones políticas con mayor legitimidad percibida en relación a Argentina hace un siglo, hay límites sobre qué tan lejos puede llegar la desigualdad.

Todos estos libros entran en ricos y gratificantes detalles y conllevarían una minuciosa lectura. Pero ¿qué puede hacerse del mismo fenómeno literario macho-pesimista en sí? ¿Por qué tanto interés en el declive económico?

Primero, cualquiera que sea su respuesta, es fascinante que tantas personas en el mundo financiero y económico estén haciendo la misma pregunta pesimista. Al hacerlo, están simplemente limitando una ansiedad que se expande a lo largo del mundo financiero. Muchos temen que la crisis financiera no haya terminado, y que la suave política monetaria que ha impulsado los mercados a su paso termine recibiendo su merecido.

Eso podría ser un mayor contraindicador. El hecho de que tales preguntas profundamente pesimistas se estén haciendo puede indicar que el canal necesario en los espíritus animales ha sido alcanzado. Los mercados pueden partir felizmente de ahí.

Poniéndolo de manera diferente, estos libros al menos muestran que la recuperación del mercado de acciones, que ha perdurado por más de un año después que se detuvo el crecimiento de las ganancias corporativas, no puede llamarse una burbuja.

Economistas afirman a mujeres les va mejor en las crisis

El número de  mujeres en los trabajos ha subido  un 1.2%

Escrito por Brian Groom

Generalmente a las mujeres les va mejor que a los hombres en el mercado de empleos en los cinco años desde el inicio de la depresión, con las mujeres de más edad obteniendo mejores resultados, de acuerdo a un economista líder del mercado laboral.

John Philpott, director de la consultora Jobs Economist, dijo en un reporte que el número de mujeres en trabajos ha subido por 267,000, o un 1.2% durante el periodo, mientras que el número de hombres ha bajado por 70,000, o un 0.4%. 
En los dos años siguientes, el número de hombres en trabajos creció más rápido que el de las mujeres, pero el año pasado las mujeres lo superaron nuevamente.

El número de mujeres de 50 años de edad en adelante en los empleos es casi medio millón más alto que en el 2008, mientras que el número de hombres en esa categoría ha subido sólo por un cuarto de millón.
 
“Es ampliamente afirmado que la combinación de un prolongado estancamiento económico y de austeridad fiscal está afectando a las mujeres especialmente duro, con el reciente reporte del Women’s Business Council bajo el patrocinio del gobierno resaltando el gran número de mujeres sin empleos en Reino Unido, dijo Philpott.
 
“Sin embargo, necesitamos lograr posicionar más mujeres en empleos y cerrar la brecha de pago por género, la realidad es que a las mujeres generalmente les va mejor que a los hombres en el mercado laboral desde el inicio de la recesión y por lo tanto es bastante obvio que el problema de mujeres desempleadas merece mayor atención que el de los hombres en la misma condición”. 

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