JOHN AUTHERS
Hasta hace poco, el financiamiento de acciones era la esencia del capitalismo según se practicaba en el mundo desarrollado. Los mercados de acciones controlaron las fortunas corporativas.
La década pasada, la explosión del crédito y la crisis que puso fin han cambiado eso. Hoy en día, Financial Times trata aún más de que los lectores cubran los mercados de deuda. Si la crisis de la eurozona subsiste, es difícil ver que el pacto fiscal surja en las pocas horas de una mañana y que logre ese truco por sí solo, ¿podríamos volver a cubrir las acciones como de costumbre?
Probablemente no. La próxima década, las compañías necesitarán más financiamiento que nunca de parte de los mercados de acciones. Los bancos en particular necesitan más capital, que, a diferencia de la deuda, pueden darse el lujo de perder, mientras ellos se recuperan después de la crisis.
Pero, ¿quién va a comprarlo? Un nuevo estudio realizado por el McKinsey Global Institute pronostica que varias tendencias globales imparables conspirarán para mantener baja la demanda por las acciones, cualquiera que sea el destino de la economía del mundo o su sistema financiero.
El mundo emergente continuará emergiendo. Mientras un 21% de los activos financieros del mundo son mantenidos por inversionistas privados en los mercados emergentes hoy, ese número aumentará hasta un 36% para el 2020, de acuerdo a McKinsey. Sólo un 15% del dinero de los ahorrantes en estos países se mantiene en acciones, en comparación con el 42% en EEUU. El comportamiento de inversión sólo cambia muy lentamente, de forma que el origen de los mercados emergentes implica menos demanda por las acciones.
Mientras tanto, el mundo desarrollado continuará envejeciendo. Los primeros niños de la guerra ahora tienen 65 años de edad. Muchos más esperan retirarse durante esta década. A medida que se acerquen a la jubilación, ellos comprarán más bonos que acciones. Una vez retirados, ellos continuamente venderán sus acciones.
La industria de la inversión ha cambiado sus prácticas. El movimiento hacia las pensiones de contribución definidas, con ningún pago en garantía al final, ha provocado un cambio de las acciones hacia los bonos. Los planes de beneficios más antiguos están bajo presión de los reguladores para comprar más bonos, y así asegurar que ellos puedan cumplir sus desembolsos de salario final garantizados.
Tales regulaciones son discutiblemente una forma de represión financiera, los movimientos para obligar a la gente a tomar prestado al gobierno a tasas por debajo de las del mercado. Las regulaciones bancarias requieren sostenimientos más altos de la deuda del gobierno, para lo que calificarían las limitaciones sobre las tasas de interés, o compras de bonos por los bancos centrales. Para el 2020, con muchos gobiernos endeudados en el mundo desarrollado, la ley podría forzar a más dinero en los bonos y no en las acciones. En cualquier caso, la confianza de los que invierten en acciones al detalle está destrozada después de los desastres de la década pasada. Para ellos, el riesgo extra de las acciones ya no parece justificable. Y para las instituciones, los fondos de protección y las acciones privadas constantemente han invadido la demanda por las acciones públicas.
Todo esto dirige a los cerebritos de McKinsey a un estimado llamativo. Para el 2020, la cuota de acciones de activos públicos disminuirá desde un 28 hasta un 22%, creando un déficit de financiación de US$12.3 trillones entre las sumas que las compañías desean producir y la que los inversionistas están preparados para invertir con ellos.
La realidad no necesita ser tan mala. Manteniendo bajos los rendimientos de bonos la represión financiera puede aún empujar a los inversionistas hacia las acciones. Pero la opinión de McKinsey de que las compañías tendrán problemas en producir acciones es incontestable. Y como nada detendrá el ascenso del mundo emergente, ni el envejecimiento de Occidente, los políticos y las compañías pueden simplemente aspirar a limitar el daño.
¿Qué pueden hacer los políticos? Cualquier cosa que facilite la venta de acciones a las personas en los mercados emergentes sería bienvenida. Así que una represión financiera benévola debe coaccionar a los ahorrantes con incentivos fiscales a la compra de acciones, y mantenerlos más tiempo en jubilación.
Al igual que para los gestores de activos, ellos deben defender las acciones, lo cual ya no se hace, y llegar con productos más atractivos. Si ellos pueden ofrecer garantías, o un ingreso significativo, los ahorrantes pueden ser tentados lejos del minúsculo interés prestado a los bonos y cuentas.
Y las compañías necesitan dar a los inversionistas de acciones lo que ellos quieren, lo que implicaría pagar más dividendos. Por supuesto, asumiendo que los costos de transacción o que los impuestos no se interpongan, a los inversionistas no debe importarles que ellos reciban un dividendo. Ellos siempre pueden vender acciones para liberar efectivo. Pero, psicológicamente, esto simplemente importa. Así que las compañías pueden tener que reducir nuevamente las adquisiciones y el gasto, a favor de los dividendos.
En cuanto a los inversionistas, ellos evitan las acciones bancarias. Los que son mayores deben buscar el rendimiento donde sea que esté disponible, encontrar reservas con sólidos flujos de efectivo que aumentarán en el futuro y que se volverán una habilidad aún más valiosa. En el margen, esto probablemente signifique menos capital para las nuevas pequeñas empresas que tienden a no pagar dividendos.
Todo esto sugiere una inevitable consecuencia de los análisis de McKinsey; el capitalismo será una bestia más conservadora en la próxima década.
Las claves
1. Más financiamiento
La próxima década, las compañías necesitarán más financiamiento que nunca de parte de los mercados de acciones.
2. Futuro del mundo emergente
El mundo emergente continuará emergiendo. Mientras un 21% de lo activos financieros del mundo son mantenidos por inversionistas privados en los mercados emergentes hoy, ese número aumentará hasta un 3 6% para el 2020.
Disminución de demandas desempleo EU indica optimismo
Shannon Bond
New York
El número de ciudadanos de Estados Unidos que demandan beneficios por desempleo bajó hasta el nivel más bajo la semana pasada desde febrero, indicando que la recuperación en el mercado laboral puede estar cobrando impulso.
Las nuevas demandas por beneficios de desempleo disminuyeron por 23,000 hasta 381,000 en la semana que terminó el 3 de diciembre, según dijo el Departamento de Trabajo el pasado jueves, estuvieron mejor que los pronósticos de 395,000 las nuevas solicitudes. El promedio de movimiento de cuatro semanas de las nuevas demandas, bajó por 3,000 hasta 395,250.
El reporte ofrece la firme evidencia de que la economía está mejorando, aunque a un ritmo glacial, dijo Chad Morganlander, director de cartera de Stifel Nicolaus.
Pero algunos analistas advierten que la temporada navideña puede haber distorsionado las cifras, agregándose a la volatilidad, ya que los detallistas contratan y despiden empleados estacionalmente. Probablemente, podría esperarse un rebote modesto la semana próxima; la temporada del Día de Gracias es muy dura y el Departamento de Trabajo dice que ellos ven bien los números, dijo Ian Shepherdson, jefe economista en High Frequency Economics de EEUU. Todavía, la tendencia subyacente es descendente, lo cual refleja la creencia de las compañías de que la caída en la demanda que ellos temían en otoño no sucedió.
Esperamos que las demandas se dirijan lentamente en descenso por el futuro inmediato y que el crecimiento nominal se acelere debido a la nómina en curso.
El número general de la gente que está reclamando cierta forma de beneficio de desempleo continúa a una tendencia más baja.
Las continuas reclamaciones disminuyeron a su nivel más bajo en más de 3 años, cayendo por 174,000 hasta 3.58 millones en la semana que finalizó el 26 de noviembre. Las demandas de emergencia estuvieron también más bajas, quedando en 2.8 millones en la semana que terminó el 19 de noviembre.
VERSIÓN AL ESPAÑOL DE ROSANNA CAPELLA