Por Julio Ravelo Astacio
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Algunos queridos colegas, amigos y alumnos me han expresado que el artículo del pasado sábado les resultó un tanto triste; que esperaban otro final. Esto me lleva a recordar parte de mis lecturas en años mozos y destacar el desacuerdo que me envolvía al leer muchos de los cuentos del Prof. Juan Bosch y otros destacados escritores. Más aún, en ocasiones llegué a pensar que finalizarlos de esa manera era injusto y hasta cruel. Buscaba el final feliz, esperaba que el protagonista concluyera exitosamente su papel y todos fuéramos felices.
Lastimosamente la vida no es así, los médicos, al igual que muchos otros profesionales, escritores, periodistas, artistas, investigadores luchamos por la vida. El médico en especial por devolver la salud al paciente, la esperanza de una recuperación plena. Nada nos produce mayor satisfacción que una cirugía bien lograda, un parto, con todas las de la ley y ver un bebé saludable, salir de las entrañas de su madre y cómo los dolores propios del parto, en escasos minutos, se convierten en fuente de alegría y satisfacción para la madre y orgullo para el padre del mismo. Ver a un niñito, días atrás muy grave correteando libremente, nos enternece.
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Todo médico con sentido real de vocación, tratará de darlo todo para la recuperación de su paciente. La satisfacción plena de un profesional de la medicina, no se limita, no puede limitarse al cobro de unos honorarios. Su compromiso está en devolverle la vida a ese ser humano enfermo, preocupado, triste, impotente, angustiado, sin esperanzas.
Vale la pena destacar, que ese debe de ser el fin y la mayor satisfacción que pueda sentir un profesional de la medicina. Tratar de no dejar secuelas, y si las mismas no pueden evitarse procurar que la repercusión en calidad de vida del enfermo sean mínimas. Pero no siempre resulta así. La cirugía fue un éxito, pero el paciente falleció. El parto se hizo, pero se perdió la criatura. No todo es color de rosa en la vida. Tampoco en la medicina.
A pesar de una buena empatía, buenos conocimientos sobre la materia; en nuestra profesión hay elementos intangibles, a veces difíciles de aceptar.
¿Existe el paciente comorbilidades? ¿Consume tabaco?, ¿hace excesos en la ingesta de bebidas alcohólicas?, ¿Ingiere alimentos sin tomar en cuenta las porciones ni distribución adecuada de los mismos?, ¿Usa drogas?, ¿Es un adicto al trabajo y no reconoce que en la vida hay que darse pausas entre una actividad y la siguiente?, ¿No se ejercita?, ¿Vive estresado? ¿No sabe divertirse ni reír?, ¿Mucho menos compartir un buen café o una cerveza con alguien que aprecie?, ¿Es paciente que lleva con adherencia su tratamiento?, ¿Respeta sus citas y acoge con responsabilidad las orientaciones de su doctor/doctora?.
Retornemos a nuestro amigo de los Marlins:
A pesar de la tragedia y con fuerte apoyo familiar, continuó sus estudios. Entró al mundo de las computadoras y se destacó en el mismo. Se le sugirió y aceptó una prótesis con la que mejoró su autoestima. Continuó con entusiasmo y dedicación su nueva vida. Hoy, como en los cuentos de hadas, tiene esposa, hijos y una familia orgullosa de él y de sus logros.
Cuando la vida se cimenta en valores, buena perseverancia y criterios sanos, todo puede llegar a feliz término.