Firmeza JPD derrota protectorado francés

<STRONG>Firmeza JPD derrota protectorado francés</STRONG>

Especial para HOY.  El aire del Palacio de Gobierno estaba viciado de maquinaciones. Soterrada, había tomado fuerza la trama para arruinar la Independencia.

En la mañana del 26 de mayo de 1844 Juan Pablo Duarte estaba vigilante. Cuando se hizo evidente que peligraba la soberanía de la nación recién nacida, el obediente ciudadano y soldado volvió a ser el revolucionario subversivo.

Ese día Tomás Bobadilla reunió a las autoridades, al clero y a los comerciantes, para que secundaran su gestión de pedir protección a Francia. En pago a ese apoyo, el país debía ceder a perpetuidad la península de Samaná.

Los influyentes creían que la independencia dominicana era “una aventura arriesgada”, muchos se asilaban en las Antillas vecinas, “el capital se escondía” y la desconfianza se extendía a la masa. 

Pese a los triunfos militares, pensaban que la República no podía sostenerse sola, defendida por los dominicanos en los campos de batalla.

Por una seguridad temporal, estaban dispuestos a vender el  territorio, que Duarte veía como bien inalienable, y en cuya defensa aventuraba la vida.

La patria era para él un esfuerzo creador, una acumulación de principios y bienes que enlazaban a la comunidad. Su primer patrimonio, la independencia plena, garantizaba el suelo a todos  sus hijos. Por eso se oponía a que fuera cercenado.

Duarte detiene  protectorado. La falta de fe impregnaba la atmósfera. El miedo que energizaba los viejos vicios políticos, se respiraba en el discurso pesimista que Bobadilla pronunció ante los concurrentes.

Alegaba que “no había seguridad en el futuro”, y que Francia era la nación europea “más adecuada para subvenir las necesidades en que nos encontramos”.

Como orquestada, se escuchó enseguida la voz influyente del arzobispo Tomás Portes e Infante, secundando a Bobadilla.  Duarte se paró de su asiento agitado por una imperiosa fuerza, y su verbo patriótico aplastó la corriente de adhesiones.

Aunque no se conservan las palabras del patricio, sus contemporáneos apuntaron que su protesta derrotó el consenso que Francia necesitaba para justificar una intervención.

 Juan Pablo estaba consciente de que la República nacida “sin un chelín en las arcas”, y obligada a estar en pie de guerra, necesitaba consolidarse, ser reconocida, y prepararse militarmente. No rechazaba cierto nivel de respaldo extranjero, pero no pagado al precio de la libertad y del territorio. 

Firmeza. Bobadilla convocó otra reunión ese día tratando de conciliar las posiciones, pero Duarte se mantuvo opuesto a la concesión territorial.

No lo hicieron cambiar su posición ni los argumentos de Bobadilla, ni la amenaza de los representantes franceses de retirar sus buques, apostados en aguas dominicanas para contener la hostilidad haitiana.

Mantuvo la misma postura en un encuentro posterior, en el que recalcó que solo debía pedirse el reconocimiento de la nación, y ayuda militar sin compromisos.

La desavenencia entre Duarte y Bobadilla se debatía abiertamente en los pasillos del Palacio, en  hogares y  plazas públicas. ¿Cambiaremos de amo?, era la pregunta del día.

Al acrecentarse la disputa, los trinitarios buscaron fortalecer su posición militar. Los oficiales de la guarnición de Santo Domingo solicitaron a la Junta, el 31 de mayo, el ascenso de Duarte a la jefatura del Ejército, con el rango de general de división.    Y la promoción de Sánchez, Mella, Andrés Villanueva y José Joaquín Puello.

Recordaban que  era “el hombre que desde muchos años está constantemente consagrado al bien de la Patria… quien más ha contribuido a formar ese espíritu de libertad e independencia en nuestro suelo”, y siempre ha sido “considerado como el caudillo de la revolución”.

La Junta no planeaba conceder la petición, pero aplazó su negativa hasta que tuvo el apoyo trinitario. El primero de junio Duarte y Sánchez firmaron un texto más potable, que pedía  reconocimiento de la República, y ayuda para consolidarla. Solo consentía que barcos franceses ocuparan provisionalmente la bahía de Samaná si las circunstancias lo exigían.

Ninguna de las partes quedó conforme. La escisión se agrandó cuando la Junta negó el 7 de junio el ascenso a los fundadores de la República. Los trinitarios perdían terreno y los conservadores ganaban poder.

Destituyen a Bobadilla.  Las acciones de la Junta se hicieron intolerables. La autoridad  que Duarte aceptó a su llegada, se había hecho ilegítima por sus intentos de amputar la soberanía de la República.

Dos semanas después de la asamblea, los trinitarios decidieron romper sus ligaduras con los aliados de última hora que controlaban el Gobierno. Aprovecharon el momento en que no había una activa amenaza de invasión haitiana.

En reunión secreta.  Duarte, Sánchez, Pedro Pina, Juan Isidro Pérez, Pedro Valverde y Jacinto de la Concha, planearon derrocar a los promotores del protectorado, con el apoyo de José Joaquín Puello y la guarnición de Santo Domingo.

Los febreristas fueron convocados en la mañana del 9 de julio a la fortaleza, donde estaban acuarteladas las tropas desde la noche anterior.

La responsabilidad del arsenal militar, de la Puerta del Conde y las murallas, se delegó en soldados exesclavos, que temían volver a esa condición de imponerse el control francés.

Apoyo popular.  Al toque de la diana se formó un batallón, y los conjurados se agruparon en el patio de la fortaleza. Desde el balcón del edificio de la comandancia, Duarte explicó a las  tropas las causas de la acción. 

A los capitanes Pedro Valverde Lara y Santiago Barrientos se les encargó la misión de comunicar a Bobadilla su destitución.

Los trinitarios caminaron al Palacio, seguidos de una creciente multitud que  vociferaba su adhesión. No hubo violencia ni detenciones. Bobadilla y su grupo  tuvieron tiempo de ocultarse o asilarse.

La nueva Junta fue presidida por Sánchez. Duarte mantuvo su puesto de comandante de la guarnición de Santo Domingo. No buscaba poder personal, sino defender la República que podía ser abortada. 

Medidas

La Junta trinitaria anunció que seguiría sus contactos con el cónsul francés en condiciones que no lesionaran la soberanía. También se ocupó de responder una carta del representante inglés, Theodore  Heneken, recibida un día antes del golpe.

La comunicación expresaba la oposición de Inglaterra a la ocupación de la península de Samaná por cualquier fuerza extranjera. La nueva junta consideró inadmisible la protesta, señalando que el pueblo dominicano tenía libertad para disponer  de lo suyo.

“Sin embargo, después de la reforma operada en el cuerpo de la Junta creemos poder asegurarle que en nada tendrá que inquietarse el Gobierno de S. M. Británica, pues hallándose el pueblo entero opuesto a toda intervención extranjera en nuestra política, nos parece que deben disiparse por consecuencia los motivos de la protesta”.

Zoom

1. Patria

Para JPD la patria fue padecimiento y deber. Por ella lo aventuró todo. El amor a la nación lo llevó a contraer compromisos generacionales. Nos toca pasar la antorcha. El futuro no es sueño, sino logro, depende de lo que hagamos hoy. Hacemos patria trabajando por el bien común, mejorando nuestros barrios, comunidades y ciudades. Recordando que la patria “es ara y no pedestal” para escalar.

2. Soberanía

El valor  de la soberanía evoluciona en un mundo globalizado.   Los Estados, sin hacer concesiones territoriales,  ceden ámbitos de la soberanía por la interdependencia económica, la cooperación política, la integración regional,  la comunicación y la tecnología.

Los países  ceden zonas de soberanía cuando suscriben acuerdos con  organismos  como la ONU, OEA, OMC, el FMI,  BM, entre otras entidades.

 Las cortes internacionales, cuya jurisdicción aceptan los estados, conllevan cesiones de la soberanía. También los tratados de libre comercio. Otro caso es el Internet, que opera con normas que  trascienden los territorios.

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