Si las autoridades dominicanas no son capaces de imponer reglas sanitarias y migratorias sobre las operaciones del comercio binacional fronterizo el país continuará permanentemente expuesto a ingresos irregulares tanto de personas como de agentes infecciosos. El vacío y las fragilidades de tales controles, factibles y de ordinaria aplicación entre países vecinos de cualquier lugar del mundo, deben ser superados prontamente. Si los mecanismos de seguridad y protección al interés nacional a lo largo de la línea divisoria fueran efectivos, insobornables, y respetuosos a su vez de la condición humana de los migrantes, la interrelación entre ambos países sería menos traumáticas y la aplicación de normas desde este lado se caracterizaría por la calidad moral y profesional de quienes las aplican. La gendarmería sobre el borde oeste de esta porción isleña siempre ha estado en la diana de críticas y denuncias con rastros de infuncionalidad y corrupción.
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Haití tiene que ser preservado en su condición de segundo socio comercial de República Dominicana, y aunque la importancia de la participación de la mano de obra que de allá proviene ha crecido hasta mostrarse imprescindible por insolvencias locales, se trata de una fuerza laboral con la que hay que contar aspirando no más que a regularla para que su abundancia no siga devaluándola en perjuicio de propios y extraños. Es un triunfo de este país que sus medios de producción resulten excelentes proveedores de toda la isla.