Flor del pensamiento

Flor del pensamiento

Pero esas lenguas, que hacen los pueblos, las refinan los escritores. Poetas, pensadores, científicos, compositores de canciones, amplían nuestro horizonte de posibilidades, intelectuales y sentimentales, al enriquecer el idioma que hablamos y escribimos. Para que así ocurra debe “asentarse” primero una literatura con rasgos definidos; y aparecer la flor del pensamiento filosófico. Fue una fortuna para los franceses que Descartes publicara en 1637 el “Discurso del método” en lengua vernácula, no en latín, como era la costumbre académica.

El desarrollo de las lenguas romances es tema de enorme interés para los lingüistas. Las lenguas surgidas del bajo latín -italiano, francés, español, portugués, catalán, rumano- han experimentado cambios en el curso de su historia, difícilmente explicables. Unas lenguas crecieron -en extensión del número de hablantes, precisión conceptual, riqueza de vocabulario-; otras se contrajeron, anquilosaron o decayeron. Hay casos azorantes de fragmentación. La llamada lengua provenzal, idioma de los trovadores, se ha dividido en muchos dialectos. El habla de Limoges, el dialecto lemocín, está conectado estrechamente con el catalán. Mientras varios dialectos franco-provenzales se vuelven añicos, otras lenguas salidas del latín vulgar, a pesar de estar concentradas en una precisa zona geográfica, penetran dentro de grupos humanos muy distantes.

El rumano tiene hoy unos 30 millones de hablantes, la mayor parte en Rumanía; pero también se habla en Moravia, en Serbia, en algunos lugares de Hungría y Ucrania. Los investigadores de la evolución de las lenguas aclaran unos asuntos; y más tarde, de esas trabajosas claridades, surgen nuevos misterios.

Descartes estudió desde los ocho años en un famoso colegio de jesuitas; estuvo allí hasta 1612. Descartes aprendió griego, latín, conoció los clásicos de ambas literatura. Después realizó otros estudios en la Universidad de Poitiers. Sin embargo, al finalizar el “Discurso del método”, nos dice: “Escribo en francés, que es el idioma que se habla en mi país, y no en la lengua empleada por mis preceptores, porque creo que los que se sirvan sin prejuicios de su razón natural juzgarán mejor mis opiniones que quienes solo dan fe a los libros antiguos. Aquellos que además de buen juicio tienen afición al estudio, … no serán tan parciales por el latín que se nieguen a escuchar mis razonamientos porque los explico en lengua vulgar”.

 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas