FMI, disciplina y estabilidad

FMI, disciplina y estabilidad

Las opiniones están divididas. Hay quienes  creen que la ruptura con el FMI podría implicar riesgo para la estabilidad económica, sobre todo si el Gobierno se desborda en el gasto público,  y otros  descartan un efecto de esa naturaleza. Los primeros creen que la estabilidad ha venido de la disciplina pactada con el organismo financiero, y los segundos consideran que la bonanza económica es  resultado de las políticas de hechura local, al margen del “stand by”.

Entre uno y otro criterio, lo que necesita el país es que el Gobierno garantice que la  ruptura con el FMI no afectará la estabilidad económica. No sólo que lo prometa, sino que sea capaz de cumplirlo. De alguna manera, entre una y otra línea de pensamiento está el hecho real de la incertidumbre. Quienes deploran el cese del acuerdo no parecen sentirse tan confiados de que al margen de la disciplina del Fondo  pueda mantenerse la estabilidad.

Para el Gobierno,  y por supuesto para el país, el éxito debe consistir en poder mantener la estabilidad y el crecimiento en base a una disciplina propia, no necesariamente la recetada por el FMI. Para lograrlo habría que renunciar a cualquier exceso en el gasto, que ha sido siempre una de las tentaciones de campaña electoral, y mantener en niveles apropiados los indicadores de crecimiento. ¿Puede lograrlo una administración que ha exhibido éxito en la materia?

Estamos en campaña

La Junta Central Electoral cumplió las formalidades de ley, y el miércoles declaró iniciado el proceso que conducirá a las elecciones del 20 de mayo de este año. Formalidad, no más, pues en los hechos los políticos han estado en campaña desde el cierre de las urnas el 16  de mayo del 2010. Han estado en esos afanes, primero a lo interno de sus partidos para impulsar sus aspiraciones, y luego fuera de sus organizaciones, en la búsqueda de adhesiones.

Siempre ha sido mucho pedir, pero insistimos de nuevo, que los políticos del patio hagan una campaña constructiva, con enfoques de la realidad del país y propuestas de soluciones adecuadas y realistas. Que sean comedidos en el gasto propagandístico, desistan de la compra de conciencias y  culto al transfuguismo, y que usen con altura el lenguaje y los argumentos. Y que pierdan  el miedo de ser disciplinados por una ley de partidos.

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