Fobia oficial al mantenimiento

Fobia oficial al mantenimiento

Es de suponer que el terrible descuido de los funcionarios para proporcionar mantenimiento a las edificaciones, carreteras, canales, etcétera, a cargo de las dependencias oficiales que dirigen, es la misma costumbre que proyectan de su entorno familiar al oficial, y por tanto, las magníficas residencias que se han construido en los pasados años, deben experimentar serias fallas en su preservación.

Como siempre, los medios de comunicación se mantienen a la vanguardia en las denuncias del descuido en las condiciones de las obras públicas, que al plasmarse en la televisión o en los diarios provoca un serio cuestionamiento en cuanto a la idoneidad y responsabilidades de quienes supuestamente deben velar por el patrimonio del Estado.

En estos días se ha continuado con las denuncias de las pésimas condiciones de muchas escuelas en que los alumnos reciben clases bajo los árboles o en recintos apenas techados, pero sin ventanas, ni pisos, ni mucho menos instalaciones sanitarias y eléctricas.

Por igual, la exposición en este diario de las condiciones deplorables en que se encuentra el complejo deportivo de La Vega habla a las claras de una desidia oficial que se une al abominable estado en que se encuentran las instalaciones millonarias del Parque del Este.

Esas pésimas condiciones de las edificaciones desdice del permanente figureo en los medios de los principales funcionarios, que por vergüenza ni siquiera emprenden acciones de preservación, sino que están a la búsqueda de nuevos proyectos de construcción, en donde siempre hay gratificantes comisiones, cosa que en cambiar unas zapatillas de llaves de agua, o bachear una carretera, o reparar una clínica rural no hay tantos estímulos que se convierten en lujosas residencias.

No hay dudas que insistir en el mantenimiento que la pléyade de funcionarios gubernamentales, con nóminas apetitosas, y cada día engrosando más a esa hipertrofiada maquinaria es como si fuera arar en el mar. Los reportajes constantes en los medios obligan que mantengamos una prédica de denuncias, para ver si alguna vez comprendan que es más saludable devolverle la utilidad a las obras que ya existen, tales como carreteras y edificaciones. No se debe estar pensando con el signo de pesos en los ojos, en costosas remodelaciones, que tan preferidas son en esta administración, o en nuevas construcciones para reemplazar lo que se ha dejado destruir a maldad preconcebida.

Nunca, en los pasados 50 años, ha existido una voluntad política para sostener una atención minuciosa a las obras públicas, tan solo eso ocurría en los 30 años anteriores a 1961, cuando el dinero era más escaso, y lo que se construía había que cuidarlo so pena de severas sanciones. No se concebía que a una carretera se dejara deteriorar por falta de una limpieza de las cunetas o el bacheo de los hoyos en la vía.

Ahora no se limpian cunetas de las carreteras, no se bachea el asfalto de la vía, no se corrigen filtraciones en los edificios públicos, no se reparan las instalaciones sanitarias de las escuelas y hospitales. Ni mucho menos se reparan, o se les da mantenimiento, a las plantas de tratamiento de aguas negras diseminadas por todo el país que no operan desde hace años. El resultado es ver el arrastre cloacal de los pueblos circulando por cunetas, o yendo a parar a ríos y cañadas.

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