Font y la futurología electoral: el enigma 2008

Font y la futurología electoral: el enigma 2008

REYNALDO R. ESPINAL
Suelo recordar  sin negar la emoción indescriptible que ello me despierta,  el filosófico epílogo con que puso fin a varias tertulias enjundiosas el fenecido y admirado intelectual Ramón Alberto Font Bernard, cuando en casa de Fernando Infante intentábamos ingenuamente embridar con nuestras elucubraciones junto a Ubi Rivas, Francisco Catrain, Titico Brugal y otros buenos amigos, el potro indomable del devenir nacional.

 Solía sentenciar, dejándonos a todos anonadados: «Señores: querer profetizar sobre el futuro es una necedad».

¡Y qué razón llevaba! Una razón forjada al calor de tantas horas intensas abrevando en las cumbres más altas del pensamiento universal, pero sobre todo autorizado por esa envidiable manía que caracterizaba a Ortega y Gasset, consistente en «mirar y ver «la realidad, que remedaba aquella célebre actitud de Don Benito Pérez Galdós, quien solía levantarse temprano a caminar, diciendo «»…déjenme salir a sentir cómo están hoy los pálpitos de España».

Font lo hacía con su tempranera incursión en los entresijos de la prensa, reparando sobre todo en aquellas noticias menudas que a los más nos pasan desapercibidas. Solía decir «… nunca se descuiden de las letras menudas».

Recuerdo al sabio amigo ausente en este contexto en que muchas personas – más de las veces bien intencionadas-  suelen preguntarse y preguntar sobre el posible desenlace electoral de mayo del 2008, procurando respuestas certeras que ni siquiera en las ciencias exactas pueden adelantarse desde que varios especialistas desarrollaron el célebre teorema de la «incompletitud».

Es evidente que la polarización a nivel partidario se producirá entre los dos partidos mayoritarios, PRD y PLD, independientemente de las alianzas que en torno a los mismos puedan articularse. Con respecto a los movimientos emergentes que pretenden erigirse como alternativa al sistema tradicional de partidos, los mismos no tienen – en las actuales circunstancias –  ni consistencia ni cohesión suficiente para articularse como una opción electoral exitosa.

De ningún modo quiere lo antes dicho decir que sus propuestas carezcan de legitimidad. El gran problema es que los partidos y fuerzas políticas minoritarias padecen de una patología inveterada: a la hora de la verdad son incapaces de ponerse de acuerdo en una línea programática que les convierta en real opción de poder frente a aquellos partidos mayoritarios que pretenden desplazar en el favor electoral.

La construcción del escenario ha de hacerse  forzosamente  bajo la previsión de que Miguel Vargas Maldonado y el presidente candidato Leonel Fernández serán los contendores con posibilidades reales de triunfar en las venideras elecciones presidenciales.

¿Será empero una batalla campal personalizada entre un orador consumado  – un mago que embruja con sus arabescos verbales – y un ingeniero y próspero empresario, graduado de magíster en matemáticas en la Universidad de Río Piedras, en Puerto Rico?

Creo que yerran quienes asumen que el desenlace electoral de mayo del 2008 estará signado solo por los atributos personales del presidente Fernández y el ingeniero Vargas Maldonado. Ambos tienen cada uno en sus respectivos quehaceres  una interesante hoja personal y profesional que exhibir.

Y quizá convenga a este respecto aventurar el desenlace, echando mano a una idea que le sirvió de hilo conductor a Ortega y Gasset para una célebre conferencia que impartió en el Teatro de La Comedia de Madrid, titulada «Vieja y nueva política», el 23 de marzo de 1914, cuatro meses antes de estallar la Primera Guerra Mundial.

Recordó Ortega en aquella singular ocasión,  citando al gran filósofo alemán Fichte  que el gran secreto de la política consiste en declarar «lo que es», entendiendo por tal «…la realidad de subsuelo que viene a constituir en cada época, en cada instante, la opinión verdadera e íntima de una parte de la sociedad».

Compete al político, agregaba Ortega: «… tratar de sacar a la luz en fórmulas claras, evidentes, esas opiniones inexpresas e íntimas, de un grupo social, de una generación».

Contra eso que Ortega denominó «el fondo insorbonable», no existe aparataje mediático ni invasión propagandística que pueda imponerse. El vencedor de la contienda será aquel que pueda captar mejor cuáles son esos anhelos de nuestro subsuelo social.

Y llega hasta aquí este esbozo de futurología electoral, pues siento ya cerca de mi la sombra tutelar de Font, que con la mirada dulce y serena de siempre, me dice «necio: recuerda que pretender profetizar sobre el futuro es una necedad».

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