Forense: el muerto al revés

Forense: el muerto al revés

Sergio Sarita Valdez
Coraje y valentía son los calificativos que merece aplicar a las palabras de apertura pronunciadas por el compañero presidente de la república Dr. Leonel Fernández Reyna en el seminario sobre desarrollo y políticas económicas titulado “Experiencia internacional y lecciones aprendidas”, realizado el 2 de Diciembre de 2005 en un hotel de Santo Domingo. Criticó el modelo económico del neoliberalismo, por considerar que no ha conseguido resolver las necesidades básicas de la población. Habló de reformar la reforma.

Resaltó que una receta económica no se puede asumir como la panacea, sino como una propuesta, una recomendación que tiene que ser examinada dentro del contexto de nuestra realidad nacional y saber si lo podemos asumir o no. Enunció el Jefe de Estado dominicano que la privatización de algunas empresas en el país fue el fruto de la necesidad y no por filosofía. Enfatizó que cada país tiene que asumir medidas en función de su realidad concreta.

Muchos se preguntarán cuál será la relación que guarda esta reseña de prensa con el encabezado del presente artículo. De inmediato paso a explicarlo. En el año 2002 fue sometido al Congreso Nacional un anteproyecto de ley destinado a crear una Organización No Gubernamental denominada Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF). Pretendía ser un ente privado encargado de manejar todo lo referente a la práctica forense, entiéndase: patología, biología, toxicología, psiquiatría, psicología, odontología, antropología, jurisprudencia, criminalística, examen de documentos, ingeniería, y todo lo que tuviera que ver con los aspectos forenses de las ciencias sociales. Como se puede ver se trataba de un ambicioso negocio monopolizador y dueño absoluto de todo lo que significara ejercicio de las artes forenses.

Hubimos de manifestar nuestro total rechazo al proyecto de privatización forense por entender que cerca del sesenta por ciento de la población dominicana quedaría no solamente impedida de acceder a los servicios médico-forenses sino cada vez que muriera un dominicano habría que pagarle una tarifa a los dueños de la ONG llamada INACIF. Para sorpresa nuestra y sin que pasara por el Congreso Nacional, la Procuraduría General de la República, mediante reglamentación interna decidió crear dicho Instituto y proceder a cambiarle el nombre a la infraestructura médico-forense existente en el país.

Al Instituto Regional de Patología Forense de Santiago le cambió el nombre y ahora le llama Instituto Regional de Ciencias Forenses, a los recién inaugurados centros de Azua y San Pedro de Macorís los ha bautizado con un nombre similar. Ya se apresta a inaugurar el edificio central forense en la urbanización El Vergel de Santo Domingo. ¡Quiera Dios que no decidan llevar los cadáveres para almacenamiento a esa zona residencial!

Millones de pesos se han consumido en remodelar un edificio y poner unas letras costosísimas todo alrededor de las esquinas formadas por la avenida 27 de febrero y la calle Alma Mater. Sin embargo, la sede de patología forense aún no cuenta con un serrucho para abrir los cráneos de los muertos. No tenemos equipo de rayos equis para estudiar los quemados y los baleados y ni siquiera se nos ha dotado de una simple camarita digital para documentar las evidencias de las lesiones anatómicas cadavéricas.

Tampoco se cuenta con el personal humano para trabajar las tantas áreas que abarcaría la ambiciosa empresa. Se han agenciado un moderno aparato para hacer pruebas toxicológicas, lo interesante sería saber quien va a pagar el costo de las mismas, sabiendo que la inmensa mayoría de los potenciales usuarios son muertos que ni siquiera con que enterrarlos tienen sus familiares.

El eco moribundo de la ola privatizadora aún repercute en algunos estamentos del aparato estatal dominicano. Solamente es cuestión de tiempo. Se trata de un proyecto insostenible. Puesto que se han propuesto construir un edificio en el aire, sin contar con una buena y amplia zapata de soporte, al menor temblor o ráfaga de huracán lo veremos desplomarse. 

Puesto que no quisieron oír, ni ver, ni entender, vivirán la experiencia amarga del fracaso. Es lo que Gabriel García Márquez tituló como la “Crónica de una muerte anunciada”.

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