Forense: engañosas apariencias

Forense: engañosas apariencias

En 1891 José Martí fue el delegado del Uruguay en Washington para la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América. Para aquella ocasión Martí preparó un informe en uno de cuyos párrafos se destacan estas hermosas y profundas frases: “Lo real es lo que importa, no lo aparente. En política, lo real es lo que no se ve.

 Extrapolando ese pensamiento al campo de las ciencias médicas, y muy en especial a la práctica de la medicina dominicana del siglo veintiuno, notamos que encajan como anillo al dedo con nuestra realidad. Demostraremos lo que decimos citando solamente un par de ejemplos.

El primero corresponde a un masculino de 70 años de edad con historia de tos productiva crónica acompañada de pérdida de peso. Este individuo se había pasado más de la mitad de su vida fumando 40 cigarrillos diarios. Estuvo siendo tratado durante varios meses por una supuesta tuberculosis, muriendo  de manera repentina en su cama.

La autopsia demostró que no existía la tal tuberculosis y que en su lugar lo que había era un cáncer del pulmón izquierdo. Sin embargo, a pesar de la tumoración maligna pulmonar existente, la causa real de su deceso fue un infarto cardiaco a consecuencia de una severa arteriosclerosis coronaria. Indudablemente que el tabaco es el responsable mayor, tanto de su carcinoma broncogénico, como de su agravamiento coronario mortal.

El otro caso se trata de un militar tiroteado en el brazo mientras se  trasladaba en su vehículo por una importante avenida de la ciudad capital. Sufrió fractura conminuta del húmero con laceración de la arteria principal del miembro superior derecho. Una intervención quirúrgica oportuna evitó que el herido muriera por una hemorragia externa.

A las veinticuatro horas de la exitosa operación, el ahora occiso desarrolló un súbito paro cardiorespiratorio de naturaleza irreversible. La autopsia demostró que la persona había sufrido un extenso infarto de miocardio en el pasado, por lo que se le practicó un implante coronario. La causa de su fallecimiento fue un infarto agudo de miocardio, debido a una severa arteriosclerosis de ambas arterias coronarias. De más está decir que se trataba de un individuo que padecía de diabetes mellitus.  Para un profano lo más natural hubiese sido asociar su muerte con los impactos de bala recibidos.

Sin el estudio de la necropsia, el  certificado  de defunción hubiese  registrado erróneamente, como causa básica del fallecimiento, la herida por arma de fuego, cuando en verdad se trataba de una catástrofe coronaria recurrente. En ambas situaciones descritas hubo una condición importante que contribuyó al deterioro cardiaco; en el paciente con cáncer lo fue el tabaco y en el baleado la diabetes mellitus. 

En materia de medicina preventiva son estos últimos los factores a prevenir o controlar para así evitar las graves complicaciones que de ellos se derivan.  Salen a flote las deficiencias diagnósticas en la medicina criolla, así como la relevancia de la autopsia como arma auditora que contribuye a mejorar la calidad de las atenciones en las instituciones que prestan servicios de salud. Empecemos corrigiendo lo que está mal y haciendo lo que nunca se ha hecho en materia de certeza diagnóstica y de tratamiento correcto. Queda demostrado que en medicina las engañosas apariencias suelen ser mortales. Y que “lo real es lo que importa”.  

Publicaciones Relacionadas

Más leídas