Forense: Perros y muertos

Forense: Perros y muertos

SERGIO SARITA VALDEZ
Tres décadas llevamos luchando día y noche sin tregua y sin descanso en diferentes escenarios y con distintos gobiernos, tratando de que la investigación medicolegal de muertes en la República Dominicana se haga y se desarrolle de una manera decente, honesta y sin otro compromiso que no sea el de esclarecer la verdad de los hechos gústele o no a quien sea, y sin tener que ver a quien favorezca el veredicto científico.

Mantener esa posición pública vertical nos ha costado encarcelamiento, amenazas, maltratos y abusos, por parte de gente de poder a quien hemos enfrentado cual David con su hondo frente a un avasallador Goliat. Esta es la segunda gestión de mandato peledeísta en que servimos como Subsecretario de Salud, encargado de medicina forense.

Grandes han sido los logros alcanzados hasta hoy, entre los que se incluyen la creación de una residencia de Medicina Forense, el decreto presidencial que crea la Comisión Nacional de Medicina Forense, la promoción y encauzamiento de los servicios regionales médico-forenses, así como la higienización y actualización de los servicios de Patología Forense.

Duele en el alma tener uno que referirse públicamente a situaciones bochornosas y sin razón lógica pero que debido a la seriedad del caso y las funestas consecuencias que en lo inmediato pudieran acarrearle al país nos vemos obligado a manifestar la grave situación, a fin de que el mensaje llegue a donde tiene que llegar y se tomen los correctivos de lugar.

En días pasados apareció muerto en horas de la tarde y en su residencia de Santo Domingo, un ciudadano suizo de 67 años. Puesto que el deceso no fue presenciado por familiares, amigos, ni vecinos, es decir, murió en la más absoluta soledad, fue necesaria la participación de las autoridades judiciales y policiales para realizar el levantamiento del cadáver del extranjero. Como se ha vuelto un hábito en casos como éste, el Ministerio Público hizo conducir al occiso al cementerio Los Casabe, de Villa Mella.

Allí fue abandonado a la intemperie y como ya empezaba a podrirse desprendía un olor desagradable al olfato humano.

Sin embargo, lo que para nosotros los humanos resulta repugnante y repelente constituye para la especie canina un atractivo manjar cuyas moléculas dispersas en el aire atraen a perros ubicados a distancias kilométricas.

Sucedió lo que en otras ocasiones ha venido a ocurrir, los canes le comieron la cara y la garganta al difunto, desfigurando su imagen y haciendo imposible que el cuerpo pueda ser exhibido en las honras fúnebres. Repito, no se trata del primer caso registrado, tenemos documentados varios ciudadanos europeos que corrieron la misma suerte, así como muchos los criollos que han servido de cena, desayuno y comida para las jaurías que deambulan por las cercanías de Villa Mella.

¿A qué se debe que un hecho tan insólito se manifieste repetidas veces en la ciudad capital Primada del Nuevo Mundo? Simple y llanamente es debido a que un conglomerado con tres millones de habitantes aún no cuenta con una edificación que albergue los servicios de Medicina Legal en donde puedan almacenarse hasta cien cadáveres bajo refrigeración contínua y con garantía sanitaria que se ajuste a los requisitos y reglamentaciones de la práctica internacional moderna.

Para darle solución al problema hemos sometido los planos para dicha edificación, diligenciamos los terrenos, e incluso habíamos conversado con ingenieros y arquitectos expertos en la materia. El costo total de la obra ascendía a unos cincuenta millones de pesos. Solamente la amenaza de una demanda internacional justificaría de sobra la urgente construcción de la obra. Muchos son los turistas que nos visitan y cada día se ve arribar a nuestro territorio a empresarios interesados en establecer negocios en nuestra nación, generando de esa forma empleos que ayudarían a paliar el estado de pobreza que viven muchos dominicanos.

¿Querría visitar a la República Dominicana una familia del exterior, si supiera que corre el riesgo, si muere aquí, de que sus restos mortales vayan a parar a los estómagos de los perros, en vez de ir a un féretro para ser velados dignamente con solemnidad y luego sepultados?

Si algo me ha movido a relatar lo anterior es el propósito de que lo dicho conste en acta y así mañana nadie alegue desconocimiento.

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