Forense: pobre del pobre

Forense: pobre del pobre

 SERGIO SARITA VALDEZ
Uno de los temas acerca de los cuales se han celebrado infinidad de jornadas, realizado cientos de investigaciones y escrito numerosos ensayos lo es el de la pobreza. Sociólogos, líderes religiosos, políticos y hasta poetas, en algún momento han tomado como tema de trabajo las precariedades en que se desenvuelven millones de seres humanos sobre la tierra.

Desde el México lindo y querido, Adolfo Salas escribió y cantó: «Pobre del pobre/ que vive soñando un cielo, / pobre del pobre/ que llora sin un consuelo». Ya José Martí a finales del siglo XIX nos decía: «Con los pobres de la tierra, / quiero yo mi suerte echar, / el arroyo de la sierra, / me complace más que el mar».

Hace aproximadamente dos mil años que Jesucristo subió al monte y arengó a sus discípulos con estas bellas y esperanzadoras frases contenidas en el Nuevo Testamento, Mateo 5, versículos 3 al 6: «Felices los que tienen espíritu de pobre, porque de ellos es el Reino de los cielos. Felices los que lloran, porque recibirán consuelo. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados».

Los ministros de Relaciones Exteriores y jefes de delegaciones de la Organización de Estados Americanos (OEA) se reunieron en la ciudad de Santo Domingo, Primada de América en junio de 2006, al final de cuyo cónclave se comprometieron entre otras cosas a:» mejorar y ampliar todos los programas e iniciativas orientados a reducir las desigualdades y la pobreza que fortalecen la institucionalidad democrática en la región apoyándose en las TIC como herramienta de desarrollo, teniendo en cuenta, en particular, los desafíos enfrentados por aquellas personas que pertenecen a grupos en situación de vulnerabilidad o con necesidades especiales».

¿Qué ha pasado en el Senado de República que de repente uno solo de sus miembros ha hecho desaparecer el alma martiana, la esencia del espíritu cristiano y la memoria de la Declaración de Santo Domingo de la OEA?

En dos lecturas consecutivas se aprobó la virtual privatización y monopolización de los servicios médico-forenses en la República Dominicana. De convertirse en ley dicho adefesio los pobres a lo sumo tendrán que conformarse con un 20% de descuento en algunos servicios, si es que pueden pagar los miles de pesos restantes que significa el otro ochenta por ciento.

Toca ahora a la Cámara de Diputados enmendar y resarcir el daño causado por un senador santiaguense, ahora coyunturalmente enganchado a forense. El hemiciclo de la Cámara baja tiene la delicada y honrosa misión de reencontrarse con su pueblo y reivindicar al faro de luz de América representado por el apóstol de la independencia cubana, pero sobre todas las cosas resucitar a Cristo estableciendo la gratuidad de los servicios médico forenses en el país, a fin de que pobres, acomodados y ricos lleguen con el fardo de las pruebas a pie de igualdad, cuando les toque pisar las salas de los tribunales de la República.

Tienen los señores diputados sobre sus hombros el deber de crear lo que la nación requiere en estos momentos: un Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses bajo el control de la Suprema Corte de Justicia. Esa nueva entidad deberá garantizar unos servicios de calidad con equidad y prontitud, al alcance de todas las víctimas que los requieran. No podrá discriminarse a ninguna persona por limitaciones económicas. Eso es lo que se llama legislar a favor de una justicia al alcance de todos.

Tenemos depositada la confianza en que los buenos y sanos diputados que son la mayoría, oirán la voz del cuerpo social dominicano y que no entrarán en conciliábulo con uno que otro fariseo negociante dispuesto a hacer fortuna a costa de la tragedia y el dolor de las familias humildes del país.

Cerramos el presente artículo con esta frase lapidaria que el fundador de la República, Juan Pablo Duarte, pronunciara en Puerto Plata: «Sed felices hijos de Puerto Plata, y mi corazón estará satisfecho, aun exonerado del mando que queréis que obtenga; pero sed justos lo primero, si queréis ser felices, pues ese es el primer deber del hombre».

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