Formación del pensamiento de Ludwing Feuerbach

Formación del pensamiento de Ludwing Feuerbach

Lo mínimo que puede decirse de Ludwig Feuerbach (1804-1872) es que con su implacable crítica en defensa de lo sensible y de lo corporal descubrió vías inexploradas que le permitirían derribar el elegante y, en apariencia, bien fundamentado sistema hegeliano. 

Su pensamiento constituye, además, el pasadizo -en la historia de la filosofía- que permite transitar del pensamiento de su maestro, Georg Wilhelm Friedrich Hegel, al de su compañero de la izquierda hegeliana, Karl Marx.

Al valorar su obra el filósofo personalista ruso, Nikolai Berdiaev, ha podido afirmar que “Feuerbach ha sido el más genial de los filósofos ateos del siglo XIX.”

Como casi todos los pensadores que derivan su filosofía del idealismo alemán, Feuerbach inicia su formación con el estudio de la teología protestante. Sin embargo, en sus comienzos universitarios, según revela en una carta dirigida a sus familiares, percibe en la Escuela de Teología de Heidelberg -donde estudiaba- que los profesores elaboran “un tejido de sofismas, mediante el cual atormentan a las palabras para hacerlas confesar algo que nunca han significado.” Disgustado con esta situación decide continuar sus estudios en Berlín.

En la capital de Prusia, como ya sabemos, en filosofía reina indiscutido el profesor Hegel, y el joven Feuerbach resuelve dedicar su primer semestre en Berlín, a cursar esta asignatura. En una carta a su familia informa al respecto: “Sigo las lecciones de lógica, matemática y filosofía de la religión tenidas por Hegel… Sus ideas me gustan infinitamente, aunque no tengo, por esto, intención de convertirme en hegeliano…”.

Algunos meses después, tras vencer la determinación de su padre de que continuara sus estudios  teológicos, pasa a estudiar filosofía. Concluye sus estudios en 1828, con una disertación titulada: “De ratione una, universali, infinita”, que envía a su maestro con una dedicatoria donde le expresa que espera haber conquistado algo de su espíritu especulativo y le declara que su trabajo constituye “una viva y libre interpretación” de lo que ha aprendido con él.

En verdad, la tesis es sumamente crítica con el pensamiento de Hegel. Desde el comienzo se resalta el principio de la “sensibilidad”, porque -opina el autor- las ideas no deben asumirse en el reino de lo general, más allá de lo sensible.

Feuerbach sostiene que “desde la unidad consigo mismas –en el plano lógico-semántico- las ideas deben descender hasta la intuición que penetra en lo particular”, y agrega: “No interesa, por lo tanto ahora, el desarrollo de los conceptos en su universalidad…, sino que lo importante es anular y refutar todos los modos universales de entender el tiempo, la muerte, el más allá, el yo, el individuo, la persona y Dios.”

El filósofo sostiene que el cristianismo no puede concebirse “ahora”, como una religión absoluta, pues en realidad, es sólo la antítesis del mundo antiguo.

El espíritu absoluto –que es el objetivo de la filosofía hegeliana, que pretende mostrar en sus “verdaderas y concretas” articulaciones- no es sino el espíritu difunto de la teología cristiana, que ha perdido su arraigo en la realidad y se mueve como un fantasma en la filosofía de Hegel.

Es por esto que para Feuerbach, después de “destruir” los fundamentos de la filosofía hegeliana, se hace necesario revelar la verdad del cristianismo.

Friedrich David Strauss, otro de los discípulos de la izquierda de Hegel, había pretendido liquidar históricamente la “ilusión” cristiana al revelar que la antropología es el secreto de la teología. Strauss sostiene, en efecto, que los Evangelios son mitos en que se expresan las aspiraciones del pueblo judío.

Basado en este enfoque, Feuerbach afirma que “Dios no es más que el mito en el que se expresan las aspiraciones de la conciencia humana: el que no tiene deseos, no tiene dios… los dioses son los votos expuestos, las promesas, lo que venera y a lo que aspira el ser humano.”

Para Feuerbach la religión es la manifestación transparente de la “alienación” del hombre. Este proceso se sostiene en el hecho de que “el ser humano se despoja de atributos y propiedades que le pertenecen en su esencia y los proyecta en provecho de una realidad ilusoria.”

Sabiduría, voluntad, justicia, amor, bondad, son atributos infinitos que constituyen el ser propio del humano, que a través del proceso de enajenación le vienen a tocar “como si fueran de otro ser”; “los proyecta fuera de sí en un sujeto fantástico; los transforma en producto de su imaginación que estima como propiedad de un fantasma que nombra, Dios.”

Feuerbach, sostiene basado en el análisis de la historia y de la vida actual en su tiempo, que el pobre tiene un dios rico; esto es, que generalmente se empobrece a sí mismo para enriquecer a su Dios. Así el hombre afirma en dios lo que se niega a sí mismo: “La religión se torna en una especie de vampiro de la humanidad, que se alimenta de su sustancia, de su carne y de su sangre.”

El ser humano renuncia de lo positivo de su propia naturaleza; se despoja de todo lo que da a Dios. “Para enriquecer a su Dios el hombre se empobrece.” El filósofo concluye: “Cuando más vacía es la vida humana, tanto más llena y más concreta es la divinidad.”

Feuerbach adelanta un nuevo modelo de filosofar que pone al humano como su único objeto de investigación y tratamiento. Para éste pensador, además, la humanidad comprende a la naturaleza, pues ésta es la base, el fundamento para que sea posible la vida humana. Esto quiere decir que para él fuera de lo humano y del mundo natural no hay objeto para la filosofía. La humanidad viene a constituirse en el objeto único, universal y supremo del filósofo.

El fundamento de la ciencia y del saber, al pasar de la filosofía de Hegel a la de Feuerbach, se transforma de teológico en antropológico.

La filosofía se transforma, con Feuerbach, en “Antropología”. Es por ello que en su libro, “Principios de una filosofía del porvenir”, puede afirmar que “la antropología, que incluye en sí a la psicología, constituye toda la ciencia universal (…)” –y recalca más adelante-: “Verdad, realidad y mundo de los sentidos, son cosas idénticas; sólo el ser sensible es real y verdadero; sólo el mundo de los sentidos revela en que consiste la realidad y qué es la verdad…”.

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