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Al final de la llamada “era de Trujillo” apenas un 4% de los maestros que laboraban en las escuelas públicas estaba en posesión de un título universitario o de un certificado de egresado de una Escuela Normal. La mayoría del personal docente de los pocos colegios privados que entonces existían: Colegio de La Salle; Colegio Santo Tomás de Aquino; Colegio Santo Domingo; Colegio Serafín de Asís; entre otros, estaba conformado por profesores extranjeros. En esos tiempos, el oficio docente no era más que un quehacer mal renumerado propio de personas en espera de adquirir un puesto de trabajo de más rentabilidad. El salario que devengaba un maestro de escuela apenas le alcanzaba para satisfacer sus necesidades más perentorias. Muy del dominio público era el decir que fulano tenía más hambre que un maestro de escuela.
Después de la desaparición del régimen de Trujillo, a lo interno del Sistema Dominicano de Instrucción Pública se generaron tensiones que resultaron muy difíciles de superar. Tensiones con estudiantes, hijos de familias de escasos recursos, económicos que buscaban ascenso social por vía del conocimiento especializado y se encontraban con que dicho conocimiento no se les podía brindar por la falta de maestros calificados y por las deficientes condiciones materiales en que se desarrollaba la enseñanza; también, por la feroz competencia en el mercado de trabajo que hacía que, en poco tiempo, los títulos académicos se desvalorizaran. Las universidades UASD, UNPHU, y PUCMM, UCE y otras instituciones de educación superior jugaron un papel de mucha importancia en la superación de esa crisis al poner en práctica una serie de proyectos de capacitación y formación docente contando con el apoyo del gobierno central y con la ayuda de organismos internacionales. Gracia a ello, casi la totalidad de los maestros en servicio disfrutó de la oportunidad de adquirir nuevas capacidades y de estar en posesión de un título universitario o normalista.
La situación de la escuela dominicana de hoy es muy distinta a la de ayer. En materia de instrucción pública hemos progresado más de lo que muchas gentes se imaginan y de lo que algunos medios de comunicación pregonan. Actualmente, la carrera de educación se cuenta entre las más preferidas por los estudiantes universitarios de nuevo ingreso. Las escuelas normales de antaño fueron refundidas en un Instituto Superior de Formación Docente de carácter estatal. El antiguo Departamento de Pedagogía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo fue convertido en toda una Facultad de Educación con extensiones en 16 provincias de las 31 que tiene el país. Cientos de maestros y de catedráticos universitarios han cursado estudios de especialización y de postgrado en universidades nacionales y extranjeras. En la actualidad, 29 instituciones privadas de educación superior del país ofertan la carrera de educación. La matrícula total de dicha carrera supera ya los cincuenta mil estudiantes.
Pero, no todo es color de rosas. Todavía, en nuestros afanes de mejorar la capacidad técnica de nuestros maestros, nos tropezamos con obstáculos que, a ratos, nos parecen insalvables.
Uno de ello es el hecho de que la oferta de maestros capacitados esté casi a punto de superar la demanda, como bien lo expresara el rector del Instituto de Formación Docente Salomé Ureña (ISFODOSU) en su participación en el Almuerzo del Grupo Corripio de este periódico HOY. Precisamente, fue el autor de este artículo quien bautizó a esa unidad académica con el nombre de la insigne poetisa y educadora Salomé Ureña.