Formalismo

Formalismo

Aunque no más sea por puro formalismo de derecho, que no de hecho, la Junta Central Electoral proclama en esta fecha la apertura oficial de la campaña electoral.

Ya antes, los partidos políticos, desafiantes y ajenos a toda formalidad,  habían hecho, por su cuenta, su proclama de apertura de esta especie de trituradora de reputaciones y calificaciones que denominamos campaña electoral.

Inclusive, torcieron el brazo a la Junta cuando intentó meterlos en cintura.

Sería un gran alivio que la formalidad que se verifica hoy permita imprimirle al proselitismo un estilo diferente, constructivo, enfocado hacia los problemas nacionales y sus posibles soluciones y que suplante el lenguaje hiriente y destemplado.

 Una campaña electoral no debería ser empleada para triturar reputaciones con señalamientos que se quedarán en el aire sin sustentación en evidencias y sin que se pague cuota por las responsabilidades comprometidas.

Huidizos al debate público de sus programas y ofertas, los políticos prefieren batirse en las arenas de la diatriba con la estridencia que caracteriza el discurso vacío e incurriendo en muestras de opulencia económica en medio de tanta pobreza. La señal de partida emitida por la Junta luce desfasada con la realidad de una atropellante carrera que empezó hace mucho tiempo.

 

Inequidad

La inequidad se ha convertido en común denominador de los países latinoamericanos.

José Luis Machinea, el secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), afirma que en ninguno de los países latinoamericanos, el crecimiento económico ha promovido mejoramiento de las condiciones de vida de la gente.

Aquí, por ejemplo, no hay vasos comunicantes entre la macroeconomía y las condiciones de vida de la gente. En todo caso, el crecimiento de la economía lo que ha hecho es acentuar los contrastes entre ricos y pobres, y ensanchar y ahondar las brechas sociales.

Esa es una realidad reconocida inclusive por el Gobierno de turno, que dice esforzarse por revertir esa realidad para que funcione la ósmosis entre las membranas sociales que separan el crecimiento de la economía de la base de la pirámide social.

   Es hecho de que el crecimiento económico en estos países apuntale la exclusión social es una terrible contradicción hasta de orden matemático, pues en la mayoría de los casos ese crecimiento se nutre de la pobreza, en vez de esparcir bonanza.

Aquí, por ejemplo, el crecimiento económico no tiene vinculación alguna con aumento de las exportaciones, pero sí le debe mucho al incremento de las importaciones y la bonanza fiscal que ellas ocasionan.

Hay una seria distorsión de conceptos, pues en nuestros pueblos, crecimiento económico continúa siendo sinónimo de inequidad, de exclusión social.

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