Formar un partido fuerte

Formar un partido fuerte

DANILO CRUZ PICHARDO
La creación de un partido político conlleva una gran inversión de trabajo, tiempo y recursos económicos millonarios. Sólo respondiendo a esos tres aspectos sería posible cumplir con el literal e), del Art. 41 de la Ley Electoral número 2757-97, el cual requiere una declaración jurada por los organizadores, haciendo constar que la nueva organización tiene, por lo menos, el 2 por ciento de los votos válidos emitidos en la última contienda electoral.

El literal f) del Art. 41 de dicha ley es todavía más exigente: requiere de organismos funcionando y locales abiertos en los municipios cabecera de las distintas provincias y el Distrito Nacional. Hay que tener una relación de los organismos de dirección precisando los nombres de sus miembros, con sus respectivas direcciones, profesión, número de cédula de identidad y electoral y cargos que ocupan.

Fundar un partido político que obtenga el reconocimiento de la Junta Central Electoral es una tarea difícil. Pero más difícil resulta aún convertirlo en un partido fuerte o mayoritario, con capacidad competitiva en término electoral y con posibilidades de alcanzar el poder político. En la historia reciente dominicana sólo tres líderes políticos han podido cristalizar ese sueño: Juan Bosch, Joaquín Balaguer y doctor Peña Gómez.

El PRD, por su carácter populista y democrático, su filosofía, el carisma del profesor Bosch y las propias circunstancias prevalecientes en el momento, es una organización fuerte y mayoritaria desde que llegó al país el 5 de julio de 1961. Esas condiciones hicieron posible su triunfo electoral en los comicios del 20 de diciembre de 1962, con un astronómico 59 por ciento. Desde entonces, en todos los certámenes en que ha participado, ha registrado altas votaciones.

El partido blanco ha sabido reponerse en el pasado de grande divisiones, como cuando desertaron Juan Bosch y Jacobo Majluta, gracias al sólido liderazgo del doctor José Francisco Peña Gómez, líder político de gran carisma, orador de primera fila, concertador y trabajador incansable. Era un astro con luz propia.

Aunque el profesor Bosch había sido presidente de la República, gran organizador y figura de un prestigio intelectual inigualable, en el plano local, no le resultó fácil levantar al Partido de la Liberación Dominicana a partir del 1973, porque tenía que abrirse paso entre el PRD del doctor Peña Gómez y el Partido Reformista del doctor Balaguer. Bosch en las elecciones de 1978 apenas obtuvo 18 mil sufragios, pero la carrera fue ascendente, porque en 1982 alcanzó 185 mil votos (un 10 por ciento), en 1986 logró 375 mil (un 18 por ciento) y en 1990 se alzó con un 34 por ciento y el triunfo electoral, aunque la Junta Central Electoral, como se sabe, declaró ganador a Balaguer. Bosch se tomó 17 años, de 1973 a 1990, para convertir al PLD en opción de poder.

El licenciado Jacobo Majluta fue otro hombre exitoso en el escenario político nacional, pero siempre dentro del PRD, porque del PRI nunca pudo hacer un partido mayoritario. Su tarea era más difícil que la de Bosch: tenía que abrirse paso entre tres organizaciones mayoritarias. Después que Jacobo y su PRI obtuvieron 132,344 votos en los comicios de 1990 (un 7 por ciento) inició una carrera descendente hasta que enfermó y murió. Hoy el PRI es una entidad política sin incidencia en el electorado, como en efecto se confirmó en la pasada contienda de mayo del 2004.

Los partidos políticos dominicanos, sobre todo el PRD y el PRSC, pasan por una situación desfavorable en término de crédito público, lo que ha llevado a algunos analistas locales a vaticinar el colapso de las organizaciones políticas mayoritarias, anticipando réplicas de las experiencias de Venezuela, Perú y otros países del continente, pero es una apreciación carente de argumentos y olvidan que los partidos políticos Son un reflejo de la sociedad dominicana, la cual atraviesa por una seriA descomposición moral.

En un artículo que escribí antes de las elecciones pasadas vaticiné la desfavorable suerte del Partido Reformista, pero no por una razón moral, sino por los pobres papeles que ha venido registrando en los últimos torneos electorales y, además, porque con la desaparición física del doctor Balaguer ha faltado un líder carismático y aglutinador. El pesimismo y la ausencia de confianza en la organización afecta, inclusive, a los directivos principales, expresándose con pactos clandestinos y públicos con las dos restantes fuerzas principales. Y con ese 8 por ciento que sacó el PRSC en mayo pasado es difícil que pueda levantarse, aunque admito que algunos liderazgos regionales, por los recursos económicos y la clientela que mantienen, podrían exhibir buenas participaciones en las elecciones de medio término a celebrarse el año que viene.

Al PLD lo veo fuerte, muy fuerte, por lo menos en estos momentos. Y el PRD es una organización que ha sabido reponerse de muchas caídas, mantiene raíces profundas en los sectores sociales más humildes y se le observa como la oposición del gobierno, sobre manera por su inmensa presencia en los poderes legislativo y municipal.

Todo parece indicar que las grandes batallas políticas futuras serían libradas por el PLD y el PRD. El PRSC está fuera de competencia por lo menos en estos momentos. Y no veo mucho espacio para el surgimiento de una agrupación política que pueda ascender al poder en los comicios del 2008, partiendo sobre todo de nuestra ley electoral y lo que ha sido el comportamiento en la historia reciente de las organizaciones políticas mayoritarias.

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