Fórmulas lácteas y desayuno escolar

Fórmulas lácteas y desayuno escolar

Gracias a la iniciativa de la Organización para la Alimentación y la Agricultura FAO y la Organización Mundial de la Salud OMS, en el año 1963 fue creada la Comisión de los Códices Alimentarios (Codex Alimentarius Commissión).

Con su puesta en marcha se logró resolver un enorme problema al cual se enfrentaban los enormes organismos internacionales de ayuda alimentaria, las empresas que les suplían y los gobiernos que les financiaban.

Antes del inicio de las labores de la Comisión, cada nación tenía su descripción particular de qué era, cómo se procesaba o qué debía contener un alimento determinado. Por ejemplo, cuando la USAID requería harina de maíz con leche en polvo a productores de Nueva Zelanda, se topaban con profundas diferencias.

En palabras de los comisionados, la creación de los Códices alimentarios “…se realizó con la intención de proteger la salud de los consumidores, al tiempo de asegurar que hubieran reglas claras en el sector manufacturero y de comercialización global, tanto estatales como de organizaciones no gubernamentales, relativas a los alimentos”.

En esa misma tónica la Comisión publicó en el año 1987 la norma Número 156 titulada Códice Estándar para Fórmulas Lácteas de Seguimiento. En su Acápite 3.3.1 Ingredientes Esenciales; Subcápite 3.3.1.1 la norma dice literalmente: “Una Fórmula Láctea de Seguimiento será un alimento preparado de leche de vaca u otros animales y/o otros productos proteínicos de origen animal o vegetal, que hayan probado ser aptos para infantes de seis meses de edad en adelante o niños jóvenes, y de otros cualesquiera ingredientes necesarios para conseguir la composición esencial del producto, tal y como se ha requerido en los capítulos anteriores de este códice”.

Harán ya más de dos décadas que el uso de fórmulas lácteas como alimento confiable en dietas de alimentación infantil, está avalado globalmente por el inmenso prestigio y la rigurosa científica de la FAO y la OMS. Su uso generalizado, casero o institucional, es una práctica que ajustada a las normas no admite cuestionamientos.

A pesar de esto es importante coincidir con las autoridades escolares en mantener el celo con una variable de las fórmulas lácteas institucionales que no garantizan los códices internacionales. Hablamos de la calidad de los procesos de manufactura, distribución y almacenamiento, así como del agua empleada, que es nada más y nada menos que la materia prima local de mayor consumo.

Es una realidad que los programas de desayuno escolar de naciones desarrolladas como los EEUU, México, Brasil y Chile, fueron concebidos de manera tal que sus demandas catalizaran los sectores productivos agroindustriales de esos países. Me consta que esta premisa rige los esfuerzos de las actuales autoridades educativas.

También es cierto que nuestra agroindustria lucha de manera legítima por alcanzar los estándares que exigen los códices alimentarios internacionales. Para ello deben generalizar y profundizar los esfuerzos que realizan en el marco de ayudas técnicas, como la que actualmente reciben sus asociados de profesionales de la Unión Europea.

Lograda esta meta, es muy probable que no encuentren objeciones ni obstáculos a que sus productos lideren las preferencias de los programas estatales de asistencia alimentaria y de los consumidores dominicanos en general.

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