Fracaso de Dios con los terrestres

Fracaso de Dios con los terrestres

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
La historia de la humanidad ha estado salpicada de mesianismos y de maldades en que la indomable voluntad del ser humano ha estado por encima de los designios de Dios para con sus hijos, que a todo lo largo de sus existencias se han mostrado rebeldes y medalaganarios para hacer lo que más le convenga, para satisfacer sus placeres y afanes de grandeza.

El Antiguo Testamento de la Biblia está llena de todas las sentencias de Dios que ponía en boca de los profetas, donde anunciaban castigos increíbles, desde el Diluvio Universal, la Torre de Babel, la destrucción de Sodoma y Gomorra, hasta enviar a su Hijo a la Tierra para que fuera sacrificado, cual indefenso cordero, a nombre de establecer el reino Dios en la Tierra.

La sangre de inocentes y culpables baña cada etapa de la historia de la humanidad, que recibían los castigos de Dios después que El se disgustara, debido a que sus hijos no seguían sus directrices de amor y confraternidad. Preferían el disfrute de los placeres, acaparar fortunas, ejercer el poder y atropellar a sus hermanos. No hay dudas que el disgusto divino estuvo presente en cada acción para tratar de rectificar a los seres humanos, que a imagen y semejanza de Dios, han poblado el planeta.

El castigo divino y la furia divina de Dios ha estado presentes en cada comportamiento incorrecto de los seres humanos, que con facilidad se apartaban de sus mandamientos y preferían desviarse hacia el atropello de los demás, sin hacer suya la sentencia de Jesús de amarse los unos a otros, condición indispensable para establecer la paz en el planeta.

Y esa paz ha estado muy lejos en los planes de los seres humanos, que durante siglos se han destripado unos con otros, a nombre del poder, de ideologías, de religiones, de feudos territoriales, de razas, de poder económico, etc. En este siglo XXI ha tomado el peligroso derrotero del fundamentalismo religioso para llevar los enfrentamientos para ser una guerra santa entre el occidente cristiano y el oriente musulmán como ocurrió en el siglo X y siguientes de la era cristiana.

En la actualidad el mundo se conmueve ante la irracionalidad y fiereza con la que los israelitas pretenden eliminar a una guerrilla fundamentalista musulmana, que a nombre de su Dios, han provocado una guerra santa que tiene ribetes de una lucha sangrienta sin fin, destinada a alterar la precaria paz en la Tierra, arrastrando a muchas naciones a un enfrentamiento irracional, donde las guerrillas del Hezbollah no admite la presencia de judíos en la tierra palestina, ya que fueron desplazados firme y sangrientamente en 1948 con el establecimiento del estado de Israel.

Los esfuerzos de Dios, después que enviara a su Hijo a la Tierra, han sido infructuosos, y esto por la obsesión del ser humano por actuar sin ninguna regulación moral o religiosa, arrollando a los demás de manera que todo sea un campo de batalla de los intereses. Estos van desde los enfrentamientos de padres e hijos con la destrucción de las familias, hasta el exterminio de razas y naciones enteras a nombre de satisfacer el poder político y económico de determinadas ideologías, que en algún momento de la historia han dominado a los demás, dejando muy maltrecha a la humanidad, que según su evolución, ha sido la constante de cada generación.

Teóricamente cada nación, sus leyes sustantivas y sus propósitos, es procurar el bien común, de manera que cada uno de sus habitantes sean felices y puedan desenvolverse con dignidad, sin temores a padecer necesidades, alcanzando sus metas, que como hijo de Dios, tienen derecho en la vida como seres racionales y pensantes. Pero la realidad ha sido otra; ese esfuerzo de procurar el bienestar común, que es la base del amor al prójimo, ha chocado con el acendrado egoísmo de humanos, que en cada acción de sus vidas y sus objetivos, buscan aplastar a los otros, sin pensar en las consecuencias negativas a los demás, que muchas veces no pueden contrarrestar las acciones de seres más hábiles y desenfrenados. A éstos no les importa alcanzar lo que anhelan, si en su paso destruyen a quienes se les interponen y los utilizan, para así alcanzar sus propósitos de control sobre los débiles.

En definitiva, parece que el experimento de Dios en la Tierra, para habitarla de seres racionales, no ha dado los frutos que El anhelaba para con los seres hechos a su imagen y semejanza. El resultado ha sido de un planeta ensangrentado a través de los siglos por el egoísmo de los terrícolas, que parece no si disfrutarán, ni han disfrutado, de lo que nuestro Padre procura que fueran: seres de amor y de unidad.

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