Fracaso de otra utopía

Fracaso de otra utopía

Aunque en el ámbito comercial y en la consecución del objetivo estratégico de pincelar un momento paradigmático de un “mundo de paz del mañana”, la Feria Internacional de Nueva York de 1939 no logró esos éxitos; alcanzó -no obstante- un triunfo resonante al captar la atención mundial, que solo fue posible por la inclusión del uso de la tecnología comunicacional del momento: la televisión, capaz de convertir en reo al público de ayer y de hoy.
“El Mundo del Mañana”, como se denominó la exposición internacional, tuvo un escenario sui géneris: el Flushing Meadow, ubicado en una zona pantanosa de Queens, cuyo fin esencial, de acuerdo con los organizadores, fue el de plantear que los avances de la ciencia y la tecnología constituían el camino del progreso y el medio para conseguir la paz.
Este evento de trascendencia planetaria fue abierto en abril de 1939, pero el 1 de septiembre de ese mismo año, cinco meses después, se inició la Segunda Guerra Mundial, donde Estados Unidos tuvo una destacada actuación más de dos años después, cuando entró en el conflicto. Fue en esa conflagración bélica donde se probó la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki.
Echados a un lado otros aspectos organizacionales, arquitectónicos, temáticos y financieros, la feria tuvo un impacto desde el punto de vista mercadológico porque se valió de otro hecho importante que llamó la atención de la opinión pública: la participación del presidente Franklin D. Roosevelt.
La NBC norteamericana fue la gran protagonista para transmitir en vivo el acontecimiento, donde el presidente Roosevelt fue visto en los escasos 150 televisores que existían en Nueva York, saludando a los neoyorquinos que se dieron cita en aquella histórica feria.
La cadena de televisión de los Estados Unidos demostró, a pesar de otros fracasos, que “la caja idiota” podía llevar hasta la perplejidad a millones de seres humanos en el planeta. Semanas después, varios juegos de béisbol y una cartelera de boxeo fueron los insumos para un periodismo en vivo. Terminada la Segunda Guerra Mundial, se celebraron las elecciones norteamericanas (1948) en las que resultó electo sorprendentemente como presidente de los Estados Unidos Harry S. Truman (su segundo mandato tras suceder a Roosevelt en 1945), comicios que marcaron el inicio de la televisión en el escenario político. Un año después, la investidura de Truman fue presenciada por los estadounidenses desde su casa. Ese mismo año, 1949, las estaciones de televisión comenzaron a transmitir noticiarios como los que conocemos hoy.
Los medios audiovisuales, justo es decirlo, han ganado la batalla a los periódicos impresos, dando un giro extraordinario a la comunicación con el advenimiento en las últimas seis décadas de los sistemas satelitales, las PC y el internet, tecnologías que horizontalizaron e inmediatizaron aún más la comunicación.
Por ello, en el tratamiento de la información, en su difusión en libertad, en la garantía del libre ejercicio de la palabra y el pensamiento, en la pluralidad de fuentes y de opciones, es donde está la respuesta a la intención de la agresión del mensaje y de pretender acallar voces. Es el mensaje, y no su formato, el que comporta el conocimiento y lo que se interesa controlar desde el poder. Esto último es el fracaso de otra utopía.

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