Fracaso sin colapso

Fracaso sin colapso

RAFAEL TORIBIO
Por permanecer pensamos que avanzamos y creemos que haciendo lo que hemos hecho siempre podemos resolver nuevos desafíos. Sobrevivir, no es vivir. Es mal vivir; es una forma de estar y permanecer, sin poder ser y desarrollarnos plenamente. Y la crisis aparece cuando los cambios en las circunstancias no son asumidos como oportunidades de crecimiento por la incapacidad de transformarlos en factores positivos.

Esto, que nos pasa a las personas, le puede pasar también a ciertos Estados: permanecen en el tiempo sin resolver los problemas del presente ni tomar las medidas requeridas para enfrentar los desafíos del futuro, y permiten que las oportunidades terminen siendo amenazas. Esta situación les condena a no salir del estado de subdesarrollo en que se encuentran, o en “vías de desarrollo” si se prefiere este eufemismo, administrando crisis y arbitrando “salidas” sin llegar a las “soluciones”. La percepción de caminar, pero sin avanzar, o avanzar muy poco, con el deterioro progresivo en los factores estratégicos que permiten superar el subdesarrollo, nos puede inducir a pensar que progresamos cuando en realidad estamos en presencia de un fracaso sin colapso.

La República Dominicana tiene grandes y graves problemas y desafíos, unos originados en asuntos coyunturales, pero otros que responden a factores estructurales. Algunos deben ser enfrentados y resueltos a corto plazo, y los demás requieren que sus soluciones empiecen a implementarse desde ahora. Me preocupa que ni en uno ni en otros  se están tomando las decisiones adecuadas y, cuando se toman, la ejecución dista mucho de lo decidido. Así, los desafíos no se enfrentan y los problemas no se resuelven. Las oportunidades terminan siendo amenazas y los problemas en vez de resolverse se agravan.

La globalización, que representa una nueva división internacional del trabajo, esta vez basada en la dotación de recursos humanos, conocimientos y tecnología; la apertura de los mercados en un ambiente de competitividad, bajo la vigilancia de la Organización Mundial del Comercio y el DR-CAFTA, que supone la permanencia de las facilidades de exportación a Estados Unidos otorgadas por diferentes programas, pero ahora a cambio de la reciprocidad, son oportunidades para los países que pueden aprovecharlas. Para otros, como nosotros, pueden ser serias amenazas.

Frente a esas oportunidades nos encontramos en el presente con serias limitaciones para aprovecharlas, y que si no las superamos pueden ser de peores consecuencias en el futuro. Siendo “petróleodependientes”, es decir, que tenemos que importar todo el petróleo que consumimos, su precio aumenta a niveles nunca vistos, con la tendencia de no retroceder. El petróleo barato es cosa ya del pasado. Pero mientras esto sucede, con el impacto devastador que tiene en la economía, somos capaces de subsidiar el precio de la energía y del gas.

A lo anterior debe agregarse que nuestra escolaridad promedio no alcanza el 5to. año de primaria, sin evaluar su calidad; que los resultados de las Pruebas Nacionales indican que nuestros estudiantes cada vez aprenden menos; que el analfabetismo es aún elevado, muchísimo más si incluimos a los funcionales; que el desempleo también es elevado y que de los que trabajan el 54% tiene sólo el 4to. de primaria y el 57% es un trabajador informal.

El panorama de las limitaciones se amplía si consideramos el exceso de empleados públicos, que cada gobierno aumenta, el clientelismo y la ineficiencia que predominan en la administración pública, la baja inversión en educación y salud, la tolerancia hacia la corrupción que desvía recursos cuantiosos que no pueden ser aplicados a resolver problemas y enfrentar desafíos, así como la inexistencia de acuerdos básicos entre los actores nacionales que permite que todo pueda ser discutido y negociado, elevando el costo de cada transacción. Y sólo hemos enumerado algunas de las limitaciones, lamentablemente hay muchas más.

En esta situación de oportunidades con serias limitaciones para aprovecharlas, ¿en cuáles renglones podemos ser y permanecer siendo competitivos y cuáles reformas institucionales debemos realizar para ser más eficientes? Hasta ahora en el turismo, las zonas francas y las remesas hemos descansado la generación de divisas, ¿qué hacer para consolidarlos y expandirlos como generadores consistentes y permanentes de divisas? ¿Hacia cuáles “nichos” de mercados deben orientarse nuevos esfuerzos productivos? En un mundo globalizado y competitivo sólo el desarrollo de las personas asegura el desarrollo del país.

Tenemos viejos problemas sin resolver y nuevos desafíos que enfrentar. La voluntad política de superar las limitaciones existe más en los discursos que en las decisiones y las ejecuciones. La continuidad del Estado la ciframos más en la permanencia de una persona que en la de los planes estatales y preferimos gastar en subsidios lo que deberíamos invertir en el desarrollo de las personas. En esas circunstancias podemos sobrevivir en el subdesarrollo, evidenciando un fracaso sin llegar al colapso y terminar siendo un Estado fallido aunque no estemos dispuestos a reconocerlo. Pero estamos a tiempo para evitarlo. Es cuestión de tomar las decisiones que deben ser tomadas y luego ejecutadas. No las convenientes a determinados intereses sino a los del país.

Publicaciones Relacionadas