Francis Drake: ¿Capitán Pirata o Capitán de Industria?

Francis Drake: ¿Capitán Pirata o Capitán de Industria?

No es por pirata que la tumba de “Sir” Francis Drake está en la abadía de Westminster. Probablemente, el desarrollo industrial e imperialismo comercial de los ingleses tuvo que ver mucho más con la piratería que con la ética calvinista o protestante que declara Weber como base del surgimiento de una mentalidad empresarial, del capitán de industria de Schumpeter, laborioso y austero, ahorrista, inversionista, innovador y corredor de riesgos.

Como hizo muy claro Marx, la economía es la estructura de base;  lo que la gente cree y piensa de la vida, es el techo, la estructura de arriba. Pero ocurre, que no hay fundación económica sin esa acumulación inicial a la que contribuyeron los corsarios y los ejércitos.

Dígase lo que corresponde de los españoles, feudalistas  y desarraigados, que colonizaron la isla, pero si los de Norteamérica prosperaron en orden económico y social fue en gran medida debido a que eran sectas igualitarias forzados a la democracia, en un país de nativos con quienes no pudieron establecer un régimen esclavista. Y tuvieron que fajarse y organizarse y respetarse unos a otros.

Detrás del supuesto riesgo de un  capitán de industria había corsarios o  embarcaciones cañoneras, acorazado y portaaviones que aseguraban los mercados y minimizaban riesgos. Y un Estado que apoyaba y honraba a sus piratas y garantizaba los negocios de sus ciudadanos.

Resulta bastante natural, que a menudo nuestros empresarios actúen con la misma estrategia de adaptación que los que viven en áreas marginadas, como “buscavidas”, individualistas y atomizados. Pero eso no se debe a una herencia genética de los empresarios criollos. Se debe más a que no son parte de una industria del imperio, sino que de las empresas y negocios de la orilla, forzados a acomodarse a las grandes tendencias de la transnacionalización.

Si no es el Fondo Monetario, son las transnacionales, o las ayudas condicionantes de las potencias. La política económica local es una derivación precaria de las que se toman en las metrópolis. La creatividad del sargento de industria local no existe, los estrategas están en los altos mandos de allá. A los criollos les queda la malicia, el buscárselas, en las márgenes.

Por ello, con todas sus dificultades y defectos, el emprendedurismo criollo hay que entenderlo y apreciarlo en ese contexto. Ser un empresario de honra,  pagador de impuestos, ejemplo de ciudadano, como los que producen algo más a menudo  los países hegemónicos, es verdaderamente una hazaña.

Tal vez un poco por eso, a nuestros empresarios se les hace más accesible una virgen que perdona a cambio de unas cuantas velas, que un Dios que tiene con leyes y propósitos, que exige lealtad, amor y obediencia.

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