POR JOSÉ ALFREDO RIZEK BILLINI
Inglaterra siempre vio en Francis Drake la proa para expandir sus dominios en América. La reina Isabel le visitó en su barco el 4 de abril de 1581, se sirvió un espléndido banquete y a su término rogó al representante de Alercon, diese el espaldarazo con una espada de oro para hacer caballero de la corte a Sir Francis Drake.
Con los dividendos del cuantioso botín que le tocó, compró tierras y la antigua abadía Cisterciense de Buckland.
En los siguientes tres años gozó de un gran prestigio, representó en el Parlamento el Condado de Corwall. En 1585 la Reina decide de nuevo otorgarle patentes de corzo a fin de socavar el Imperio Español.
En julio de 1585 se lanza al Atlántico con una flota de diecinueve navíos y una tripulación de dos mil trescientos hombres. Su primer ataque fue al puerto de Vigo, saqueándolo, pero al demorarse varios días la flota de Indias que era su apreciado botín, ésta llegó a Sevilla sin tropiezos.
Luego de fallar al intentar tomar las Palmas de Gran Canaria, caló en las costas de Cabo Verde, donde las fiebres diezmaban su tripulación, muriendo unos quinientos hombres.
Algunos autores consideran que Francis Drake tuvo la intención de dirigirse a la nueva colonia de Virginia, que habían fundado Richard Crenville y Sir Walter Raleigh, para tomar ese sitio como un punto de partida para futuras expediciones a las Indias Occidentales, pero al llegar a la isla de San Cristóbal para atender los enfermos de su expedición, decide por las recomendaciones de un lugareño girar hacia el Oeste del Mar Caribe.
Hacia el año de 1586 gobernaba la isla de Santo Domingo el Oidor más antiguo, Licenciado Don Cristóbal de Ovalle, y en la jerarquía católica se sucedían varios prelados, cuando un barco de cabotaje informaba a las autoridades españolas que frente a la isla Catalina estaban fondeadas diecisiete naves que luego fueron divisadas desde Punta Caucedo. Las autoridades no prestaron la debida atención hasta que cuatro de esas naves hicieron disparos sobre el Fuerte del Estudio y San José, intentando penetrar por la ría Ozama, siendo repelidos por las baterías altas de la Fortaleza Ozama.
Cundió el pánico en la ciudad y el gobernador Don Cristóbal de Ovalle, y oidores de las audiencias, en vez de organizar la resistencia remontaron el río Ozama para acampar en los hatos del río Isabela. Autoridades civiles y eclesiásticas, monjas, religiosas, familias pudientes salieron precipitadamente. No apareció un valiente que organizara la resistencia, a pesar de tener la ciudad más de dos terceras partes amuralladas con más de 80 cañones. Sin embargo algunos autores afirman que en los planos de la ciudad vieja de Santo Domingo, elaborados por Baptista Boazio, las murallas no eran tales sino líneas de arbustos y pequeños árboles.
Al ser difícil el desembarco en la parte sur de las murallas, Francis Drake en su nave capitana, la Primrose frente a la desembocadura del río Ozama, ordenó el desembarco al comandante Carleill con unos mil hombres, a los que se sumaron los esclavos negros de la tripulación, por la playa de Haina. Una unidad de caballería española les salió al frente muriendo algunos jinetes y en los muros de la Puerta de Lemba algunos fusileros trataban de hacerle resistencia.
Drake había sido informado por un piloto español de la existencia de la playa de Haina y por algunos marineros ingleses que merodeaban estas costas en galeras mercantes.
En sus cuadernos de navegación, Drake escribe lo siguiente: todo ha sucedido como si los españoles quisieran entregar la ciudad como un regalo de año nuevo. Era el 31 de diciembre de 1585. Su flota entró al puerto y durante varios días sus hombres saquearon la población, cometieron actos de pillajes, quema de casas e iglesias como el Monasterio de San Francisco, Santa Bárbara, Capilla de la Real Audiencia.
Un testimonio del diario inglés del Leicester y recogido por Juan de Castellanos habla del apresamiento de dos frailes dominicos nombrados como Juan de Garavia y Juan de Llanes, los cuales fueron objeto de terribles torturas y ahorcados en la actual Plazoleta Duarte. El Ayuntamiento del Distrito y la Jerarquía Católica deberían desvelizar una tarja de recordación a este vandálico acto.
La indisciplina y el vandalismo caracterizaron a esta tropa, al punto que comenzó a pelearse en grupos y Francis Drake se vio en la necesidad de encerrar unos 30 ó 40 individuos en dos capillas de la Catedral donde tenía su cuartel general, improvisándola como cárcel. Colgaron a un irlandés al que acusaron de asesinato y violación.
El historiador Julian Corbett afirma que durante 30 días emisarios españoles negociaron con el corsario y en la medida que no se satisfacían las demandas, ordenaba quemar casas, conventos, hasta que convencido de que los habitantes no podían pagar el rescate que exigía, aceptó el equivalente de 25,000 ducados de oro, para lo cual el obispo entregó reliquias de oro, anillos, pendientes y a las aportaciones del comercio reunieron el rescate.
Un tripulante protestante del Primrose escribió en su diario de navegación: destruimos todo lo que existía en el interior de las iglesias y encontramos muchas vajillas, monedas y perlas escondidas en pozos, justificaba el bárbaro comportamiento de las quemas indiscriminadas, porque la ciudad no se había rendido y fue tomada por asalto y, en tales casos, cualquier proceder estaba permitido.
De Santo Domingo se dirigió hacia Cartagena de Indias, centro del comercio donde atracaba la Armada de los Galeones que hacía su escala final, transportando el oro de los virreinatos de México y el Perú, ciudad protegida por fuertes en los extremos de su amplia bahía defendida en Boca Grande y la Boca Chica por baluartes que fueron inútiles, dominándola y saqueándola, logrando un botín de unos 107,000 ducados de oro. La flota corsaria no se detuvo para atacar La Habana, pues relata en sus escritos que la contempló desde el agua con importantes fortificaciones y cruzando el canal de la Florida se dirigió a la pequeña colonia de San Agustín, de la cual sólo quedaron cenizas. Se dirige a la colonia inglesa de Virginia, fundada por Sir Walter Raleigh y Grenville, pero por los grandes disgustos de su tripulación se dirige a Inglaterra.
La atmósfera política en Inglaterra era difícil y Drake tenía la presunción de que una invasión a Inglaterra era inminente. Como forma de debilitar el poderío español, organiza a través de fondos comunes una flota para atacar a Cádiz, expresando que lo hacía para chamuscar las barbas del Rey de España; saqueó barcos y tomó el galeón San Felipe conduciéndolo a España.
La expedición española de La Armada Invencible en 1588 concluyó en la mayor pérdida de las naves españolas ante un mar embravecido y el fracaso definitivo de desembarcar un poderoso ejército español en Inglaterra.
Los corsarios Drake, Hawkins y Frobisher se desempeñaron eficazmente en organizar las defensas navales, como también en la costa y participaron en la persecución de los galeones españoles.
A partir de 1588 la guerra fue abierta y declarada entre España e Inglaterra, pero la corona española hizo grandes esfuerzos para defender sus posesiones en América.
En su último intento en 1595 la flota corsaria inglesa sufrió grandes reveses en San Juan, Curazao y Cartagena, respetando las nuevas defensas, sin embargo atacan y destruyen Portobello en Panamá.
El 12 de Noviembre de 1595 muere el experimentado almirante Kawkins a causa de disentería y es sepultado en el mar.
Las fiebres palúdicas y la disentería aumentaron y diezmaron las tripulaciones y el comandante del buque Defiance, almirante y gran corsario inglés, es víctima de lo que se conocía como flujo de sangre en su camarote el 28 de febrero de 1596.
El sarcófago de plomo y madera fue transportado a unas 2 millas de la costa y lanzado al mar para que lo acogiesen esas mismas aguas que él tanto inquietó le prodigaran el descanso definitivo.