Francisco Alberto ¡Caramba!

Francisco Alberto ¡Caramba!

En el primer tomo de La Magia del Azúcar, mi Miriam, escribió “solo somos, el recuerdo que dejamos”.
El tiempo, en muchos casos, desvanece los recuerdos, en otros, brillan, cada vez más, cuando las hazañas que se rememoran aumentan el color y el calor de su peso en la memoria de los hombres. Ese es el caso de lo que ocurre cuando se evoca tu figura, tus acciones, tus pensamientos, tus glorias.
Existe una conspiración de silencio para intentar ocultar la gloria y el brillo de la gesta que encabezaste: el último gran enfrentamiento contra la fuerza de la intervención y ocupación norteamericanas durante el siglo pasado.
Que David, detuviera a Goliat y lo obligara a negociar es una hazaña bíblica que muchos intentar borrar a la historia, unos por maldad, otros por envidia, aquellos por cobardía, los más porque se ven retratados en el espejo de la ignominia de haber huido, callado, respaldado, aprobado, que una bota extranjera hollara el suelo patrio para imponer la voluntad del imperio.
No, Francisco Alberto, no lo perdonarán. No hay forma de justificar la ignominia, no hay forma de justificar la vacilación cuando llama la Patria. La Patria llamó, y muchos acudimos a su llamado y de una y otra forma, con una y otra acción, formamos parte de la legión de hombres que enfrentamos el abuso de poder, la violación a la Constitución, a las leyes, a la convivencia pacífica, al derecho a la búsqueda de la felicidad en un ambiente de hermandad, de respeto al derecho de todos a disfrutar de vivir en un lugar digno bajo el sol.
No queríamos nada más. No reclamábamos nada más. No ambicionábamos nada más. Respetar y ser respetados. Amar y ser amados. Vivir y morir cobijados por la sombra de la Bandera Nacional, que flotara por siempre bajo un régimen de libertad.
Hoy parece sencillo, porque se escribe de manera simple, con palabras simples. Pero no es así, los derechos, Francisco Alberto, se conquistan con valor, con arrojo, con decisión, con altura de miras y acciones firmes con propósitos y objetivos claros.
Para construir la democracia, para que se viva en un régimen de libertades públicas donde se respeten escrupulosamente los deberes y se ejerzan los derechos ciudadanos, se precisa de una voluntad como la tuya que, de manera decisiva, te impulsó a encabezar la más digna acción colectiva del pueblo dominicano en pro de su libertad.
Ese ejemplo de dignidad, de entereza, de valor, de desprendimiento, de anteponer el bien común a los intereses personales, vive y vivirá por siempre en la memoria y en el corazón del pueblo dominicano.
Francisco Alberto ¡caramba!, escúchame gritar de voz en cuello: ¡Caamaño vive! ¡

Más leídas