Francisco Alberto Henríquez Vásquez

Francisco Alberto Henríquez Vásquez

JOSÉ ALFREDO RIZEK BILLINI
En el transcurso de mis casi 63 años de vida, o tal vez por haber sido hijo único, he tenido una preferencia especial por la amistad y conversación con personas de mayor edad a la mía.

Así como un asiduo interlocutor de las llamadas «peñas», he compartido con personalidades que en los últimos 70 años han sido lo que yo llamaría la verdadera «patria».

Recientemente cerró sus ojos para despedirse de este mundo terrenal el insigne «patriota nacional», Dr. Francisco Alberto Henríquez Vásquez, cariñosamente «Chito».

Esta columna de la nacionalidad dominicana nacido en hogar paterno de la calle Sánchez, donde su mente juvenil estuvo alimentada por los desvelos de su abuelo, el insigne maestro don Federico Henríquez, a favor de las mejores causas antillanas, entre las que hay que citar sus valiosos aportes a la independencia de Cuba, así como las luchas de su padre don Quillo Henríquez en la élite del patriotismo nacional de la «pura y simple».

Don Chito Henríquez junto a su hermano Gugu Henríquez, héroe de la expedición de Luperón, fueron en palabras que escuché de los labios magisteriales de Mercedes Laura Aguiar, aguerridos rebeldes antitrujillistas desde la adolescencia.

Es así como se integra en el antiguo P.S.P. y la juventud democrática a las jornadas antitrujillistas de la década del 40, es golpeado y torturado en la Fortaleza Ozama, pasa por un rosario de persecuciones, pero su personalidad firme y valerosa lo lleva a una improvisada tribuna en el parque Colón, donde proclamó que el dictador Rafael L. Trujillo «no era más que un vulgar ladrón y asesino», los participantes en el sitio se dispersaron con la expresión del orador.

En el exilio fue un luchador incansable, siendo hombre de confianza de don Juancito Rodríguez, amó a Cuba como su segunda patria que lo acogió con afectos y recibió el reconocimiento de los más valiosos intelectuales y revolucionarios.

Reintegrado a su país, volvió a ser víctima de las deportaciones y la intolerancia golpista de 1965. Luego le toca dirigir lo que hoy es el Museo de Historia y Geografía. Imparte por más de 35 años docencia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, a veces hasta 38 horas semanales, con una memoria enciclopédica que conservó hasta sus 93 años de vida.

Chito, hoy te echamos de menos al igual que a «Nabú», pero tu ejemplo de rectitud, nacionalismo, honestidad meridiana, amor a la historia, duartiano fecundo y hombre de bien, serán recuerdos que todos tendremos siempre presentes en nuestras memorias de una persona sencilla y caballerosa como siempre fuiste.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas