Francisco Alvarez Castellanos – Amor filial

Francisco Alvarez Castellanos – Amor filial

Temo que la actual campaña electoral, tan violenta, vulgar y jamás digna de imitarse, me haya causado un estado de depresión que me ha mandado, «en vivo y directo», hasta el consultorio del psiquiatra.

Solo con pensar «hasta dónde nos llevarán estos caminos» (como decía un popular programa de televisión de tiempos pasados), se me pone la carne de gallina, o de «galló plumú», como diría nuestro presidente Hipólito Mejía, en su típico lenguaje. Porque en él ese modo de hablar, de llevar las cosas al plano personal y no al meramente político (como debería ser, porque no se trata de una campaña contra las actividades privadas de nadie), es singularmente típico, cosa nada rara en quien precisamente no se distingue por el limpio y preciosista manejo del lenguaje.

Pues bien, analizando el «color» que está tomando la actual campaña electoral (rojo sangre), me voy sintiendo con cada día que pasa más estresado, más deprimido.

Y me deprime el hecho de que todos los dominicanos estemos al borde del colapso, excepción hecha naturalmente de los que ya colapsaron ante la indiferencia de los demás.

Y la depresión que se ha apoderado de mí es tan fuerte que lloro por cualquier cosa. Por ejemplo, lloro cuando veo niños limpiando vidrios de automóviles, cuando deberían estar en la escuela. Lloro cuando veo un anciano vestido de harapos pidiendo «una limosnita, por favor», porque si no, ¿cómo podría comer?

En fin, lloro por todo. Pero tengo una gran suerte, gracias a Dios. Tengo un hijo que habiéndose dado cuenta de mi estado emocional, ha acudido a estrecharme en sus brazos y a decirme en el oído que no olvide que hay un Dios en el cielo, un Dios al que debo dar las gracias en cada minuto de mi vida, por haberme dado la familia que tengo.

Pancho Pepe (apodo de Francisco Alvarez Valdez quien, «aquí entre nos», es uno de los abogados más conocidos y respetados de este país, y por algo será), ha dejado varias veces su apretado trabajo para acudir a verme en mi cubículo de HOY; me llama por teléfono y cuando oigo su «como estás papí», siento que tengo un hijo fuera de serie. El me llena de fortaleza y, aunque yo no lo quiera, me emociona al mismo tiempo que le doy «in mente» gracias a Dios por haberme dado un hijo así.

Ese amor filial es, amigos lectores, algo que no tiene precio, pero su valor es tan inmenso como lo es el espacio mismo.

¡Gracias, Señor, por todo lo que me has dado! Y gracias por darme un hijo como Pancho Pepe.

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