El día 9 del presente mes de marzo se cumplió otro aniversario del nacimiento del patricio Francisco del Rosario Sánchez, y para nosotros, los dominicanos todos, es un deber de honor rendirle el homenaje que su condición de Padre de la Patria reclama.
La República honró con su nombre una ciudad de Samaná, Sánchez y otra en la frontera norte, en la provincia de Dajabón, que ha devenido en Sanché.
)Cómo Sanché? Resulta molesto, inexplicable por no decir vergonzoso, que con tantos manejadores de la educación, de la ortografía, de la ortología y de la comunicación oral y escrita que nos gastamos, editorialistas, lexicógrafos, comentaristas etc. ninguno se haya tomado la molestia de enseñar a los que no saben, pero que como dominicanos tenemos todos la patriótica obligación de saber, que no es Sanché, mutilado, con dos errores ortográficos y acentuación aguda en creole, haitiano o francés, sino que debe ser Sánchez, así, con acento grave gráfico y oral y terminado en z (zeta) dicho en buen dominicano, español o castellano, que es como corresponde al apellido de ese insigne patriota y mártir, uno de los Padres de la Patria, Francisco del Rosario Sánchez, el mismo que dijera en momentos estelares de su propia vida y de la vida de la República «Yo soy la bandera dominicana» y, ante su infame condena y muerte y la de sus compañeros: «Yo sólo soy culpable». Y en cuyo honor se bautizó, se honró, a toda esa región de la provincia de Dajabón lindante con la frontera domínico-haitiana y la Laguna Saladilla, en donde, en un pequeño cerro, hay un destacamento de nuestro Ejército Nacional, denominado, precisamente, puesto E.N. Francisco del Rosario Sánchez.
Y es que con los tiempos, cambian las circunstancias. En épocas ni lejanas ni olvidadas, la dominicanización de la frontera fue un compromiso de todos, un compromiso con la nacionalidad y con la dominicanidad, que se hizo posible por el esfuerzo mancomunado y el sacrificio de muchos de nuestros mejores hombres, abogados, médicos, ingenieros, maestros, agrónomos etc. Y surgieron nuevas villas y nuevos pueblos viejos, como Paraíso, Fondo Negro etc. Se despertó la conciencia ciudadana y las pirámides deslindaron y fijaron nuestra herencia territorial.
Pero )y ahora? )Estaremos en la cuenta regresiva que nuestra desidia y nuestra miopía impiden ver ni prevenir? La haitianización de Dominicana está en todas partes. Y deja sentir su poderosa presencia desde la destrucción de nuestros bosques, como es patente en el Parque Nacional de los Haitíses, hasta las aulas de nuestras más altas casas de estudios en donde ya se enseña el creole en previsión a lo que nuestra apatía, falta de patriotismo y hasta franca cooperación, parece ser un sino, un destino o una fatalidad: «La una e indivisible».
Lo cierto es que lo de Sanché es sólo una pequeña pero significativa muestra de la invasión pacífica, material, cultural e indeológica que estamos padeciendo desde Haití; a la que contribuimos eficientemente los dominicanos con una frontera permeable y el mantenimiento de casi un millón de nacionales haitianos en nuestro territorio, en donde gozan de más perrogativas que en su natal Haití y disfrutan trabajo y libertades que ni en sueños alcanzarían allá en su país; se comen nuestro pan, se deben nuestros ríos, habitan nuestras casas, nos suplantan en el trabajo y todavía tienen la osadía de desacreditar al gobierno y al pueblo dominicano, acusándolos de explotadores y de malos tratos.
Y es que les ha sido tan fácil venir y obtener en todo tiempo cuanto han querido y necesitado, desde el Tratado de Nimega hasta el del año 1936, pasando por el de Riswick, el de Aranjuez y el del año 1929. En cada uno de esos casos el Oeste (Haití) fue siempre el ganancioso en perjuicio moral y material del Este (Dominicana). Y ahora, con renovadas viejas aspiraciones y más empeño que nunca antes, quieren también todo nuestro territorio.
Y, nosotros, en noble gesto de desprendimiento y humanitaria comprensión estamos cooperando para que la «una e indivisible», a paso de vencedores, se haga realidad en el más breve tiempo posible.
Pero mientras eso llegue, decimos nosotros: )por qué en atención a sus quejas no dejamos desde ya a los haitianos en «libertad» de regresar a casita, a su Haití, en donde serían tan felices como ellos reclaman y merecen? En esto de regresar a casita, a Haití, también podríamos ayudarlos de todo corazón y con todas nuestras fuerzas. )Cuándo empezamos?