Franco en forma de punching-ball o el «desahogo» de un artista español

Franco en forma de punching-ball o el «desahogo» de un artista español

MADRID. Una muy realista cabeza de Franco hecha de silicona corona un punching-ball, obra del escultor español Eugenio Merino, que se enfrenta a una nueva querella de la Fundación Francisco Franco, la cual ya perdió en verano un primera demanda contra otra obra que exponía al dictador en un frigorífico.

Merino, con 36 años, forma parte de una generación de jóvenes artistas que, nacidos después de la muerte de Franco en 1975, no temen tratar el tabú del régimen franquista (1939-1975).

«Me parecía que la gente que ha sido represaliada o que no ha conseguido ningún éxito desde el punto de vista judicial, podía tener esto para poder desahogarse, como una especie de catarsis», explicó a la AFP Merino.

Para su obra titulada «Punching Franco», el artista esculpió una cabeza de Franco de silicona, que colocó en el lugar del saco de boxeo del aparato, con unas gafas de sol a las que le falta una lente. «Puedes hacer eso, desahogarte, porque no vas a conseguir otra cosa en España», se lamenta, mientras arregla en su taller los daños causados a la obra por el loro del fotógrafo que es el actual propietario de la escultura.

«El artista tiene un loro que suele dejar suelto por su habitación y se lo ha comido», explicó Merino, mostrando los arreglos de silicona en una oreja y en la nariz.

Pero la Fundación Francisco Franco, encargada de preservar la herencia del dictador, considera esta obra una ofensa y a principios de noviembre presentó una demanda por «intromisión ilegítima en el honor», denunciando una «reproducción del que fuera jefe del Estado rayando con lo grotesco y ofensivo». «La ofensa y la injuria no están protegidas como derecho en ningún país civilizado», dice a la AFP el vicepresidente de la Fundación, Jaime Alonso.

«Además, es de mal gusto porque sencillamente a cualquier persona, a su padre, al mío, se le puede colocar de la misma manera y decir: péguele, pártale la nariz, dele patadas en la cabeza», afirma, antes de añadir que «eso es de una ruindad y de una chabacanería impropria de una civilización».

La fundación ya había mostrado su malestar con «Always Franco», otra escultura de Eugenio Merino, que exhibía al dictador en tamaño natural dentro de un frigorífico, vestido con uniforme militar y unas gafas de sol negras, que expuso en la feria de arte contemporáneo Arco en febrero de 2012 en Madrid.

Pero, la demanda que interpuso la fundación fue rechazada en julio pasado por una juez que estimó que la obra «no alteraba la reputación o la memoria del personaje histórico sino que constituía una obra crítica que llama a la reflexión».

«Punching Franco» es, de hecho, «una respuesta a la demanda de la Fundación Francisco Franco», subraya Eugenio Merino. Su punching-ball inédito fue una de las obras expuestas en unas «jornadas contra Franco» organizado por el Colectivo de Artistas Antifascistas, una semana antes de la decisión judicial el pasado verano.

Estos artistas habían lamentado que España sea «incapaz de evaluar con distancia las funestas consecuencias de la dictadura militar que controló el país durante 40 años».

El abogado de Eugenio Merino, Jorge Laguna Alonso, estima también, en una respuesta a la nueva demanda, que la Fundación «vuelve a intentar coaccionar los derechos que reconoce la Constitución Española a mi representado, es decir, el derecho a la libertad de expresión y a la creación artística, demostrando una especie de manía persecutoria que en absoluto ampara nuestro derecho, con evidente mala fe».

Esto prueba que «hay todavía un tabú en España», como que «haya políticos que realmente sí defienden esta figura», dice Merino, que también recuerda el rechazo de la justicia española a investigar los crímenes del franquismo en base a la ley de amnistía de 1977, y la inhabilitación del juez Baltasar Garzón, según sus defensores, por haber querido investigar estos crímenes. Para Merino, es «esencial que el artista esté cerca de lo que está ocurriendo».

En el taller, junto a los moldes de cabezas de los exdirigentes cubano Fidel Castro y venezolano Hugo Chávez, su próxima obra empieza a cobrar forma: una escultura de Kim Jong-Il, el fallecido padre del actual dirigente de Corea del Norte Kim Jong-Un, que también acabará expuesta en un frigorífico.

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