Frank Adrover Mercadel, primer fotógrafo
español llegado a Santo Domingo

Frank Adrover Mercadel, primer fotógrafo <BR>español llegado a Santo Domingo

La evidencia histórica sobre el primer fotógrafo español que estuvo en Santo Domingo en el siglo XIX fue expuesta a través de una conferencia por la escritora Ylonka Nacidit-Perdomo al abordar el registro visual y legado documental de Frank Adrover Mercadel  (1861-1924) pintor y modelador, natural del  municipio de Villa Carlos, Menorca,  Isla Balear.

La actividad artística fue presidida por Javier Aiguabella, director de la institución patrocinadora del evento.

En su intervención, Ylonka Nacidit-Perdomo indicó que el famoso artista vino al país en agosto de 1887, trayendo consigo el adelanto de las placas secas, la técnica del clisé,  de  las fotos iluminadas y  coloreadas con acuarela, quien tuvo estudio artístico en Mahón en la calle Deyá 4, casi esquina General Mola, el próximo martes 14 de diciembre, a las 7:00 de la noche en la Sala María Ugarte del Centro Cultural de España.

Frank Adrover Mercadel vino a Santo Domingo luego de estar una temporada como fotógrafo itinerante en Colombia, Venezuela y Puerto Rico. Recorrió las regiones del Sur, el Cibao y el Este del país. Es autor de la famosa foto de Lilís,  muerto de cuerpo entero, de la cual refiere su hija Belkis Adrover “Hizo (…) una postal comercial, ilustrada además con las monedas y papel moneda (billetes), acuñados por el Gobierno de Heureaux, acompañada de una literatura explicativa, la cual tuvo una gran acogida.

“Sin proponérselo, Adrover contribuyó, en el correr de los años, a dar término a una controversia entre historiadores, demostrando que “Lilis” no recibió ningún balazo por la boca. Sus labios gruesos se hallaban absolutamente indemnes y su rostro normal”. afirmó

De su parte Ylonka Nacidit-Perdomo señala que para escribir su investigación y estudio crítico  sobre Adrover partió de la idea del genio de Salvador Dalí, quien con gran vitalidad de visión exclamó que Mirar es inventar, en una momento en que el surrealismo de André Breton y Paúl Eluard, iniciado con el primer manifiesto del 15 de octubre de 1924, lanzaba seductoramente sus propuestas de  “la  creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociaciones desdeñables hasta la fecha, en la omnipotencia del sueño y en el juego desinteresado del pensamiento”.

Indicó que “de aquí he partido  para decirme que la labor crítica, y el ejercicio de la escritura como tal no es, hacer un oráculo en torno a la configuración en el  porvenir o en el presente de una obra de arte, ya que en alguna ocasión, sé, o intuyo, que una se detiene en las circunstancias que se apoderan del sujeto como un  logaritmo que formula ciertamente las herramientas para definir o conceptualizar el pensamiento y la pretensión del creador; puesto que la labor crítica, de mi parte, no tiene otra residencia que no sea persuadir, abandonarme en la pasión o en la errancia  con un abanico susurrante de términos que en cuestión son operativas.

“Nuestra fuente siempre es la libertad de decir, puesto que el discurso no es más que una hilaridad de impresiones y referencias de sentido introspectivo”, manifesto.

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